12 enero 2013

Capítulo 21




CAPÍTULO 21

FELICIDAD

Esa noche dormí con Alice en el hotel donde estaban alojados los Masen, el juez estaba muy atento conmigo, parecía arrepentido. ¿Serían suposiciones mías o de verdad se sentía mal por algo?
Muy temprano por la mañana la señora Elizabeth vino a despertarme.
—Bella, ¿quieres ir conmigo a visitar a Edward?— eso no tenía ni que preguntarme.
—Claro, espéreme un minuto— salí muy rápido de la cama y me cambié. Llegué hasta ella corriendo.
—Bella, tienes el sombrero al revés, tus guantes son dispares y no te has peinado. Déjame, yo lo haré— me dio mucha vergüenza pero estaba tan ansiosa. —Cuando entré llamabas a Edward— me sonrió.
—Seguro sería un sueño pero no recuerdo— dije a modo de disculpa, Edward ya me había dicho que hablo en sueños pero que su madre me haya escuchado llamándolo era embarazoso.
—Es muy tierno, Edward también te nombra cuando duerme— me dijo mientras caminábamos rumbo al hospital. —Mi esposo me contó que la primera noche que pasó en el hospital Edward te llamaba con insistencia, aún cuando estaba inconsciente. Parece que quería decirte algo pero ahora no lo recuerda. Me intriga— miré la ciudad, dicen que es pequeña pero es la única que conozco. Habían algunos autos, eran escasos la gente seguía movilizándose en carretas, carruajes y calesas. Un auto pasó cerca de nosotras, la señora Masen lo miró con cólera.
— ¿Fue un auto el que golpeó a Edward verdad?— le pregunté para que me contara sobre el accidente.
—Sí, un irresponsable que ni siquiera se detuvo a socorrerlo. Fue cerca del edificio de correos, mi esposo aún quiere saber que hacía Edward allí, en realidad yo quisiera saber para qué vino. Nunca antes había querido acompañar a su padre en los asuntos del juzgado y cuando llegó aquí dicen que desapareció todo el día. Qué se traerá ese muchacho— era extraño que no me haya contado lo que pensaba hacer.
Llegamos al hospital y otra vez estaba ansiosa, mi corazón latía rápido. Entramos en su habitación. Él estaba sentado en su cama leyendo un libro. Levantó la vista y sonrió apenas nos vio.
—Buen día damas. ¿Cómo has amanecido mamá?— preguntó.
— ¿Bien querido, veo que estás de buen humor, que lees?—
—Un libro extraño, es de una niña vestida de rojo que va al bosque…
—Es caperucita Roja— dije feliz y me acerqué a él. Me hizo un espacio en su cama y me dio el libro.
—Niños los dejo un rato, tengo que ver algunos papeles para poder sacarte de aquí hoy Edward.
— ¿Entonces nos vamos? Qué bien, quiero estar en casa y poder recordar más, aquí todo me es extraño— dijo mirando por la ventana.
—Esta noche dormirás en tu cama— le sonrió su madre.
—Mamá, ¿Bella irá con nosotros verdad?— preguntó.
—Sí, la llevaremos hasta el pueblo… pero ella tiene su casa, no puede quedarse con nosotros.
— ¿Ni un día?, me gustaría salir a pasear con ella, hay muchas cosas que he recordado y Bella siempre está presente en todo. Es una lástima— su voz sonaba triste.
—Ya hablaremos de eso, regreso pronto— nos quedamos solos.
— ¿Quieres que te lea la historia?— pregunté.
—Claro que sí. Gracias por venir, de alguna forma extraña, deseaba que estés aquí, es como si… como si… te parecerá raro, pero siempre te extraño. Desde que desperté. Estaba totalmente confundido, no reconocí ni a papá las primeras horas, pero siempre que alguien entraba a la habitación esperaba ver tu rostro— no había cambiado, no me había olvidado, quería abrazarlo muy fuerte y decirle que también yo lo extrañaba todo el tiempo y que me hacía mucha falta.
— ¿En dónde te quedaste?— le pregunté mirando el libro otra vez.
—La niña acaba de entrar al bosque y un lobo parlante le está hablando. Es raro no recuerdo este cuento.
—Será porque nunca quisiste oírlo, oh tienes el de Charles Perrault, te aconsejo que no lo sigas leyendo, te causará pesadillas. El de los hermanos Grimm es más divertido y hay final feliz.
— ¿Y en este?— preguntó mirando el libro por todos lados.
—El lobo se come caperucita, es aterrador, lloré dos días cuando lo leí y no entré al bosque en un buen tiempo— Edward soltó una carcajada tan contagiosa que yo también reí con él
—No te dejaría entrar sola al bosque, ¿aunque creo que ya lo hiciste no? Recuerdo que era de noche y te buscaba desesperado ¿Cuándo fue eso?— preguntó mirándome muy interesado.
—La semana pasada, me perdí y fuiste a buscarme—
—Bella no quiero incomodarte pero tengo que hacerte una pregunta— se veía avergonzado, esto iba hacer que me ruborizara.
—Te diré lo que quieras saber, cualquier cosa. Lo prometo— sabía que iba a arrepentirme por esto pero no me importó.
— ¿Somos novios?— preguntó sin mirarme.
—No—le dije muy rápido.
— ¿Te he besado? Porque recuerdo haberlo hecho pero no sé si es sólo un sueño.
—Si— dije rápido, él giró su rostro sorprendido. Iba a decirme algo más cuando de pronto la puerta se abrió de pronto. Jessica entró furiosa.
—Edward, he tenido que pelearme con la recepcionista, la muy idiota dice que no puedo verte ¿Qué haces aquí Bella? Deberías estar en la casa haciendo tus deberes— dijo ella molesta.
— ¿Deberes?— preguntó Edward.
—Claro, es que no sabes. Bella es una especie de empleada en casa. Es huérfana, la tenemos con nosotras por lástima— dijo tratando de humillarme.
— ¿Así que Bella es tu sirvienta?— preguntó el mirándome.
— ¡No!, soy su hermanastra pero…—traté de defenderme.
—Su padre la abandonó, mamá ha sido muy buena permitiendo que se quede, podría enviarla a un orfanato pero ya ves que no hemos encariñado con ella. Pero como te dije antes, Bella tiene delirios de grandeza y anda a la caza de un muchacho rico, si no lo consigue contigo seguro irá con Mike— como tenía ganas de darle una buena lección a Jessica, pero no debía perder el control delante de Edward.
—Vete Jessica— dijo él molesto.
—Pero mi amor, creí que todo estaba claro. Es ella la que no debería estar aquí.
—Jessica ya recordé todo, así que ahórrate tus mentiras y vete— ella abrió mucho los ojos y retrocedió aturdida. Luego se recompuso y se fue sin decir más.
— ¿Es cierto? ¿Recordaste?— le pregunté acercándome.
—Muy poco, no sé porque vives con ella pero no me importa— dijo triste — ¿quién es Mike?— preguntó, sonreí al recordar la antipatía que se tenían.
Durante todo el día conversamos, de las cosas que hacíamos, de los amigos en común, de cómo mi papá se fue y no regresó. Por la tarde le dieron de alta y salimos del hospital, en ningún momento quiso que me separara de él. Llegamos al hotel y descansamos una hora antes de partir al pueblo. El viaje fue algo pesado, Edward tenía dolor de cabeza y no dejaba de mirar por la ventana.
—El camino se me hace familiar— dijo mirándome.
—Salías a montar todos los días— dijo su mamá.
Llegamos al anochecer, todos los empleados en su casa salieron a recibirlo muy contentos, él les sonrió aunque se veía que no los reconocía, sólo recordó a Hanna.
—Debes descansar hijo, ha sido un viaje pesado— le aconsejó su papá.
—Quiero que Bella me lea algo por favor— pidió, el juez Masen me miró.
—Bella por favor, quédate esta noche, ayúdanos. Pediré permiso Amanda para que puedas pasar unos días aquí— yo estaba feliz.
—Me quedaré con mucho gusto señor. Gracias— dije sonriendo. Edward tomó mi mano y me llevó dentro de su habitación. Allí habían muchas cosas mías, habíamos jugado por años, cada marca en la paredes, cada juguete allí tenía una historia.
—Recuerdo que nos escondíamos en un cuarto pequeño— dijo él.
—Sí, vamos a verlo— lo llevé hasta el armario de limpieza.
— ¿En este lugar? Aquí se guardan escobas. Me pareció más grande en mis recuerdos— sonrió.
—Es porque hemos crecido, aquí nos escondimos en muchas fiestas, incluso hace unos meses en tu cumpleaños.
— ¿En serio? Espero recordarlo pronto— sonrió.
—Mañana saldremos a dar un paseo con Pegaso—
—Recuerdo a Pegaso, desde que era potrillo. Cada vez voy poniendo en orden más cosas. Quiero poner en claro todo pronto— sonrió tiernamente. —Ahora léeme por favor.
Terminé de leerle Caperucita pero la versión que a mí me gustaba.
—No me gustan los lobos, son malos y mentirosos— dijo.
—A mí me gusta mucho el leñador, es el héroe de la historia.
Cuando se durmió fui a mi habitación, el juez estaba en el pasillo.
— ¿Bella tienes un minuto?— me dijo.
— ¿Si señor, desea algo?
—Sólo hablarte un momento, ven a mi despacho— lo seguí sin decir palabra. Me indicó tomar asiento.
—Bella hemos decidido adelantar nuestra partida, estoy organizando todo y nos iremos en tres semanas. Antes del accidente mi hijo y mi esposa me comentaron que querían que vinieras con nosotros y yo me había opuesto a tal idea porque no es legal. Tu custodia le pertenece a tu madrastra.
—Señor, no debe preocuparse por mí, yo estaré bien…
—Aquel día que Edward te trajo del bosque fui yo el que avisó a tu madrastra para que viniera a buscarte por la noche y te llevara— me dolió eso, saber lo que pensaba de mi era más triste aún.
—Usted no me quiere cerca de Edward ¿verdad?— le pregunté reprimiendo con mucho esfuerzo mis lágrimas.
—No te quería cerca de él. No me había dado cuenta de la importancia que tienes en la vida de mi hijo, me pasé toda una noche a su lado oyéndolo llamarte. Me enteré de lo mucho que sufres en tu casa y en lo desesperado que está Edward tratando de sacarte de allí. No sé si él pueda hacer ese viaje y recuperarse si no estás. Quiero que te quedes con nosotros. Mañana iré a ver a tu madrastra para pedirle tu custodia, si estás de acuerdo— no podía creer lo que oía, él quería que su hijo se case con una muchacha de dinero, que su familia tenga sólo lo mejor ¿quería que yo los acompañara?
—Claro que estoy de acuerdo, gracias— lo di un abrazo, él me correspondió algo asombrado.
—Creo que tú también serás feliz aquí, este corto tiempo. Ayuda a Edward en todo, salgan a pasear, pueden dejar de ir a la escuela si desean, ya que en Chicago podrán tomar un examen para pedir la admisión a alguna universidad. No es muy difícil.
— ¿Universidad?— pregunté con temor.
—Claro, muchas muchachas ahora hacen estudios universitarios ¿no te gustaría tener una carrera profesional?— era más de lo que alguna vez había soñado.
—Desde luego pero eso sería costoso, yo no quiero ser una carga.
—Te voy a ser sincero Bella y que esto quede entre nosotros por favor— asentí suavemente preparándome para todo, no sabía que me diría, estaba temblando.
—Sé que Edward te ama, tal vez con la misma fuerza que yo amo a Elizabeth, él tiene más o menos la edad que yo tenía cuando me enamoré de ella y me costó mucho tiempo poder conseguir su mano. Estoy pensando en su futuro, les daremos las oportunidades que nosotros no hemos tenido, depende de ustedes aprovecharlas. Sólo quiero que él sea feliz. Si es necesario negociaré tu custodia.
— ¿Le pagará a mi madrastra?— ella con gusto me vendería pero no quería causar problemas.
—Si es necesario lo haré. Y por un tiempo mantendremos esta casa y alguien aquí por si Charlie regresa pueda encontrarnos. En unos días dejaré mi puesto de juez y quiero saldar eso.
— ¿Y si ella no accede?— era mi mayor temor.
—Entonces haremos lo que Edward tenía en mente. Te robaremos—sonrió, era tan parecido a Edward cuando sonreía así.
—Eso es contra la ley Juez Masen— le advertí, también sonriendo.
—Para cuando nos vayamos ya no seré juez. Ahora ve a dormir y ya no tengas miedo, no te dejaremos sola— quería echarme a llorar de lo feliz que estaba, me ofrecía una familia, su familia.
Me fui a dormir, me costó mucho porque no dejaba de sonreír, nunca antes había tenido tanta esperanza en el futuro, ya soñaba con poder estudiar en una universidad, siempre con Edward cerca, juntos, sin tener miedo de que nos separaran.
.
Al siguiente día desperté al escuchar voces.
—Cállate Alice, la despertarás. Vete a la escuela.
—No tengo porque hacerlo, nos vamos en menos de un mes, debo ayudar a empacar, las cosas pesadas salen en ésta semana.
—La vas a despertar, quiero que duerma todo lo que quiera.
—Entonces porque estás como un tonto mirándola.
—Quiero ser lo primero que vea hoy.
—Tonto vanidoso, te lo echaré a perder— en ese momento abrí los ojos y la delgada figura de Alice saltó sobre mí.
—Hola dormilona, mírame— gritó.
—Pero que enana más molesta, ¿no tienes nada que hacer por allí?
—Claro, ya me voy, adiós Bella, ¿te traigo el desayuno o bajas a comer?— me preguntó.
—Hola Alice, hola Edward ¿ya desayunaste?
—Aún no, ¿quieres acompañarme?— me ofreció su brazo.
—Tengo que cambiarme primero. ¿Me esperas afuera?
—Jaja, a ti también te echaron, vámonos galán— Alice se lo llevó sonriendo. Estaba muy feliz, un nuevo día que compartir con él. Nunca me cansaría.
Desayunamos y salimos al establo. Pegaso nos esperaba muy contento.
—Mamá dice que aún no debo montar, pero podemos caminar, nos llevaremos a Pegaso, si te cansas te subes en él.
—No debemos salir muy lejos Edward. Porque no tomamos una calesita y que nos lleve Pegaso.
—Él odia eso, no es caballo para tirar. Tal vez sólo debamos caminar un poco y regresamos.
Salimos a recorrer el pueblo y para hacerlo más productivo le pedía a Hanna que me diera una lista con las cosas que necesitaba para ir por ellas al mercado.
—Edward, ayúdame a escoger estas frutas. Debemos llevar manzanas o peras, azúcar, canela y harina. Creo que Hanna hará un pastel.
—Esas manzanas rojas se ven deliciosas— dijo tomando una muy bonita. Compramos varias, grandes y jugosas, seguimos caminando hasta el puesto de canela.
— ¿Bella?— Escuché la voz potente de Jake. –Estás aquí. Ayer pasé por tu casa a ver si estabas y no había nadie. Qué bueno verte— me sonreía muy contento.
—Hola, gracias por lo del otro día, no sé que hubiera hecho si no llegabas— le dije.
—Veo que tu amigo ya está bien— pero que tonta no los había presentado.
—Jake, él es mi amigo Edward. Edward él es Jake, es leñador— estrecharon las manos pero no vi feliz a Edward.
—Bueno Bella, te dejo, debo llevar esto— dijo mostrándome su canasta. —Mis hermanas me envían todos los días al mercado. Nos vemos pronto— se despidió y se fue.
—Así que Jake es leñador— dijo algo triste Edward.
—Sí lo es, hace unos días me rescató de un lugar del que no podía salir— no quería contarle como me habían encerrado.
—Claro y como los leñadores son tus héroes— su voz se oía extraña.
—Sólo en Caperucita. ¿Qué te sucede Edward?
—Nada, yo… sólo estoy cansado— tenía la misma expresión que ya conocía, se lo había visto en el colegio una vez cuando pensó que Jasper me gustaba.
— ¿Puedo ir de tu brazo?— le pregunté acercándome un poco
—Claro que sí, no tienes que preguntar— me dijo muy contento.
Por la tarde esperé a que llegara su padre, quería saber si tenía noticias de mi situación. Al verme se dio cuenta que lo esperaba.
—Bella, creo que todo está arreglado, tu madrastra no quiere nada a cambio, simplemente me dijo que podíamos llevarte.
— ¿Así de fácil? Creí que haría un berrinche.
—Yo también. Ya ves que todo se va a arreglar. ¿Cómo está Edward?
—Estoy feliz papá ¿En verdad Bella se puede ir con nosotros?— llegó sonriendo a nuestro lado.
—Sí, creo que ahora no querrás regresar de Chicago y tu madre tampoco. Ah por cierto, daremos una gran fiesta un día antes de nuestra partida, para despedirnos del pueblo y de los amigos. Una gran idea de Alice y tu mamá. Y para no tener que ir a la ciudad otra vez, la modista viene mañana para lo de los vestidos, no entiendo porque deben ponerse un vestido diferente para cada fiesta— se marchó pensando.
—Te vas con nosotros, era lo que más quería— Edward me abrazó.
—Parece que no te librarás de mí— bromeé
—Nunca quiero librarme de ti. Sé que tenía algo que decirte, lo recuerdo vagamente, algo importante. Ya lo recordaré pronto— cenamos y como siempre le leí otros cuentos.
Era un sueño pasar tiempo con él, poder conversar y reír todo el tiempo. Era feliz, todo lo que se podía, todavía en las noches pensaba en papá y deseaba que estuviera bien, mi corazón me decía que volvería pronto, eso terminaría de completar mi felicidad. No quería pensar en Jessica ni en mi madrastra, quería dejar esos malos recuerdos atrás.

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