12 enero 2013

Capítulo 19





CAPÍTULO 19

ENCERRADA

Nadie me dijo nada, ni siquiera para ordenarme algo. Agradecí eso, me fui a dormir con muchas cosas en la cabeza.
Al día siguiente volví a mis habituales deberes, esperaba que si encontraban todo en orden y en su lugar seguirían con la ley del hielo, yo la disfrutaba. Salí temprano esperando encontrarme con Edward pero en su lugar estaba Alice.
—Buen día princesa, lamento decirle que su príncipe no vendrá hoy—me sonrió y empezamos a caminar rumbo a la escuela.
— ¿Y a dónde fue?— pregunté.
—No lo sé, salió muy temprano y me dejó esta nota para ti— me extendió un papel doblado.
"Hola princesa de mis sueños, lamento no poder estar hoy contigo pero he tenido que ir a la ciudad con mi padre. Te veré mañana. Cuídate, en serio te lo digo. Te extraño"
—Estaba raro anoche ¿quieres que investigue?— preguntó.
—No es necesario, Edward me dirá que es lo que le pasa— dije muy segura.
—Uy que seguridad, vamos Bella, ahora que estamos solas. ¿Qué pasó entre ustedes? Digo, pasaron una noche juntos.
—Alice hemos pasado muchas noches juntos, cuando habían fiestas o…
—No me vengas con eso, quiero detalles. ¿Acaso no te dijo nada?
—Pues bueno, si…
—Sigue— me ordenó.
—Me besó— dije con timidez.
— ¡Sí! Lo sabía— Alice saltaba de un lado al otro, más feliz incluso que yo.
— ¿Y qué tal fue? ¿Te gusto? ¿Te dijo algo?
—Si me gustó, fue hermoso, dijo… que su corazón siempre había sido mío… y que me quería.
—Eso es una declaración. ¿Te pidió que fueran novios?
—No.
—Es un muchacho de mucha acción y de pocas palabras. Es extraño que se haya ido con su padre hoy.
— ¿Por qué?
—Anoche después de que te fuiste, escuché que le preguntaba cosas a su madre. Que quede claro que yo no quería oírlos pero cuando se trata de ti paro la oreja siempre. Bueno quería saber en donde habías nacido.
—Yo nací en la ciudad y él lo sabe.
—Le preguntaba en que hospital, eso es extraño ¿no crees?— también lo creí. Pero en ese momento llegamos a la escuela y me fui a sentar a mi lugar, sería un día aburrido sin él.
Durante el recreo Rosalie se acercó a mí.
— ¿Puedo hablarte?— dijo algo seria.
—Si claro ¿dime?
— ¿Tienes algo con Edward?— preguntó sin rodeos, no sabía cuáles eran sus intenciones o que era lo que pretendía.
—Somos amigos.
— ¿No son novios o algo por el estilo? Sé que pasaron la noche juntos y quería saber…— le corté porque el tono de su voz era algo fuerte.
—No.
—Lo siento Bella, no es mi intención molestarte. Es sólo que, bueno, sabes que nuestros padres tienen planes para nosotros y… no sé cómo decirle a papá que me gusta otra persona— se ruborizó hasta la raíz de sus cabellos rubios. Le sonreí y me sentí mal por ella.
—No somos novios Rosalie pero puedo decirle a Edward que hable con su padre— le sugerí.
— Sólo dile que si no está de acuerdo con esos planes hable con el Juez Masen y así mi padre no hablará todos los días del compromiso— se oía enfadada.
—Se lo diré— ella pareció más tranquila sonrió y se fue. Por un segundo pensé que quería algo con Edward ¿Cómo habría reaccionado yo? ¿Me habría molestado? ¿Le hubiera contestado mal?
El resto del día fue más de lo mismo, seguí lánguida sin él cerca y en casa no siquiera me miraban.
Estaba a punto de acostarme, cansada pero contenta de que siguieran ignorándome. Hablaron durante la cena pero no se dirigieron a mí ni para pedirme la sal. Eso era genial, ahora al menos se esforzarían por alcanzar las cosas. Entonces entró Jessica y sin decir palabra me empujó.
— ¿Qué te sucede?— pregunté, acariciando mí brazo porque con el empujón había chocado contra la cómoda.
— ¿Dónde pasaste la noche?
—Que te importa— no tenía ni un poquito de ganas de decirle nada de lo que pasó, no a ella.
—Claro que me importa y mucho. He oído que te quedaste con Edward en una cueva ¿Es cierto?— parecía que estaba a punto de llorar.
—No tengo porqué responderte eso y no deberías escuchar las conversaciones de los demás— le di la espalda para tomar mi cepillo a irme la cama.
—Si tienes que responder, una señorita decente no pasa la noche con un muchacho.
—No lo habría hecho si tu madre no se hubiera olvidado de mí en el bosque.
—Seguro que te metiste allí para que te buscara, siempre haces todo para atraer su atención.
—Claro y también me caí, raspe mis rodillas y mis codos a propósito y me enlodé el vestido y me desmaye por voluntad propia.
—Eres una simplona, no te lo mereces— estaba empezando a gritar.
— ¿Y tu si?
—Claro que si, Edward será mío.
—Entonces, espero que goces la decepción—llegué a mi cama y me disponía a subirme cuando sentí que tiraba de mis cabellos y caí de espaldas en el suelo. Jessica se puso sobre mí con intenciones de clavar sus uñas en mi rostro.
—Te vas a alejar de él me oíste— gruñía y amenazaba mientras yo trataba de esquivar sus uñas, pude zafar una de mis piernas y logré darle en el estómago pero se me pasó la mano y le di con mucha fuerza, ella se dio contra el armario y le cayeron algunas cosas encima, sentí los pasos de su madre y la tomó por los hombros cuando volvía a lanzarse hacia mí, aún no me había levantado.
— ¿Qué es lo que pasa aquí?— gritó mi madrastra muy enojada.
—Bella es una descarada, me estaba diciendo cosas horribles— gritó.
—Fuiste tú la que me golpeaste y me tiraste al suelo— me defendí.
—Estaba diciéndome donde pasó la noche mamá— comenzó a llorar de forma exagerada.
—Cálmate hija, cuéntamelo todo.
—Yo quería dormir pero ella comenzó a alardear como siempre lo hace. Dijo que anoche lo pasó con Edward en una cueva y que hicieron cosas de adultos. Yo quería que se callara por eso la empujé— se escondió en el pecho materno, yo estaba boquiabierta, nunca había pensado en que inventaría tantas mentiras, ni que dijera cosas tan feas.
— ¿Es eso cierto Isabella?— me lanzó una mirada asesina.
—Yo no le dije eso. Fue ella la que dijo que lo había oído por allí— grité para que me oyera porque el llanto de Jessica era estridente.
— ¿Pasaste la noche con ese muchacho? Di la verdad— parecía estar a punto de golpearme.
—Simplemente agaché la cabeza y asentí, levanté la vista y traté de hablar –Pero no paso nada….— sentí un fuerte golpe en la mejilla.
—Eres una sinvergüenza, arribista y trepadora, ¿te has enredado con ese chico por dinero verdad? Pero no te va a resultar, nadie tomaría en serio a una pobre huérfana sin dote ni familia— las lágrima salieron sin querer, no era que me doliera viniendo de ella pero me recordaron lo que el padre de Edward pensaba y eso si dolió. Yo no era nada al lado de él. Era una simple chica con sueños muy altos. Edward era un príncipe y yo…
—No quiero que compartas habitación con mi hija, la manzana podrida contagia a las demás. Vete al establo a dormir con los de tu clase— recogí una manta y salí de allí sin decir nada. De qué valdría discutir o pelear, ella no entendería.
Caminé en la noche hacia el establo, hacía mucho frío, cuando llegué fui bien recibida, me hice un lugar en la paja junto a Blanquita y me arropé con la delgada manta que traía. Casi no dormí, tuve pesadillas y desperté muchas veces asustada. Quería que amaneciera y buscarlo, no estaba sola, él lo había dicho. Y me quería y juró llevarme. Aunque yo no deseaba ser una carga y no tenía nada que ofrecerle, salvo mi amor.
Desperté cuando el sol brillaba, salí corriendo y cuando llegué a casa algunas de mis cosas estaban en el cuarto que servía como despensa para guardar provisiones, al lado de la cocina. Busqué un vestido, me lo puse, cogí un cuaderno y salí corriendo de allí. Cuando llegué al árbol, no había nadie. Esperé hasta que casi era hora de comenzar las clases y no llegó.
Caminé hacia la escuela y llegue retrasada, me llamaron la atención pero no me importó, me senté sola en mi asiento. Desde la una banca mas adelante Alice me miró con mucha pena, quizás ya sabía lo que había pasado, Jessica era muy chismosa. Esperé que fuera el descanso y casi corrí a buscarla.
—Alice, ¿dónde está Edward?
—Sigue en la ciudad— parecía que me ocultaba algo.
—Necesito hablar con él, podrías decirle que es muy urgente. Dime que pasa porque me miras así— le rogué a punto de llorar.
—Bella, ayer Edward sufrió un accidente. El juez envió un telegrama esta mañana y la señora Elizabeth salió para allá— todo el mundo pareció dejar de girar, todo se derrumbaba, todo era caos.
— ¿Un accidente? Él esta…
—El telegrama no decía nada mucho, te lo traje para que lo vieras— sacó un papelito de si delantal.
"Beth urge tu presencia. Edward herido. Trae todo el dinero que puedas. Te amo."
No decía nada específico, ni señales. Nada. Traté de pensar que haría. No tenía dinero para ir a la ciudad.
—Bella, vamos, no llores él no querría que sufrieras. Qué te parece si terminando las clases nos vamos a la ciudad.
—Pero es que no tengo…
—Tal vez tu madrastra se enoje porque te escapes y te eche de casa, eso sería genial. Yo tengo dinero suficiente para pagar el transporte ¿qué dices?
—Está bien pero déjame ir a casa a sacar algunas cosas.
—Bien, aunque no necesitas nada, sabes que tienes ropa en casa de los Masen, yo te puedo dar un abrigo.
—Si mi madrastra me echa no podré recuperar las joyas que dejó mamá y la carta de Edward, es sólo un momento.
—Bien te estaré esperando lista. Nos iremos enseguida llegues, ya comeremos algo por allí.
—Bien— esperé con ansias que terminaran las clases, cada cierto tiempo mis ojos se humedecían, me desesperaba no saber nada de Edward. Las clases terminaron y salí corriendo. Llegué a casa y actué como si nada hasta que la señora se fue a su habitación. Busqué entre mis cosas y no estaban las joyas de mamá, eso lo había dejado en un cajón. Debía subir a buscarlo. Con cuidado entré por mis cosas a la habitación que ahora sólo ocupaba Jessica y que siempre había sido mía. En el cajón no estaban, busqué en todos los demás muebles y no había señales de ellas.
—Si buscas las baratijas será mejor que te olvides de ella— Jessica me miraba desde la puerta con una malvada sonrisa. –La carta si valía la pena pero ahora es mía.
—Esas joyas eran de mamá, devuélvemelas, quédate con la carta si quieres, pero dame las cosas que fueron de mi madre, por favor— le rogué, no quería que se molestara, me tenía en sus manos, malvada niña engreída. Edward podía escribirme más cartas, tenía su amor, eso era mucho más que un papel.
—Las dejé en el establo en el corral de las vacas, que lástima que no tengas cerdos hubiera sido divertido echarle esas perlas— su risa era tan mala como ella. Salí de allí decidida a recuperar las pocas cosas que aún conservaba de mamá y largarme de allí para siempre. Llegué al establo, busque en los corrales y no había señales de nada. Me estaba impacientando Alice ya debía estar preocupada por mí. Entonces me resigné a dejar allí el único recuerdo de mamá, caminé despidiéndome de los animales que me miraban asustados. Traté de abrir la puerta pero estaba cerrada por fuera, la golpee y grite muy fuerte. Por una de las uniones de las maderas de la gruesa puerta pude ver a Jessica muy arreglada que venía hacia el estable.
—Hola Bella, quédate con tus amados bichos, mamá y yo nos vamos a la ciudad a ver cómo está mi futuro esposo, ¿creías que te íbamos a dejar que corrieras a verlo? Y para que no vayas después con mentiras donde los Masen te dejamos comida por allí, no tardaremos más de un día o tal vez dos. Diviértete.
— ¡No! Jessica por favor ábreme, no me dejen aquí— grité, rogué pero ellas no se inmutaron, tomaron la carretea y se fueron dejándome allí. Encerrada y desesperada. Confiaba que Alice vendría a sacarme.
El día terminó y llegó la noche, yo aún estaba junto a la puerta llorando, había intentado salir por el techo, había golpeado cada madera con la esperanza de que cediera por el tiempo o las polilla. Nada, papá había arreglado el establo antes de irse para que no entrara ningún animal depredador. El estómago me rugía y no le quería prestar atención. Alice no había venido, algo debió haberle pasado. Fui en busca de algo para comer y ver el lugar dónde dormiría.
La manta que traje la noche anterior estaba allí y a su lado un paquete bien envuelto y cubierto con paja. Olía a queso y pan ambos rancios y duros.
Dormí llorando, quería ser más fuerte y sobreponerme a esto pero estaba todo muy oscuro igual que mi futuro. "La paciencia es una forma de fe" me había dicho Edward alguna vez cuando esperaba que me diera algo o me leyera un cuento. Yo tenía fe a pesar de todo, entonces podría tener paciencia también. Dormí pensando el ello.

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