12 enero 2013

Capítulo 17





CAPÍTULO 17

TU CORAZÓN ES MÍO

Me dolía la cabeza y ya no estaba mojada, descansaba sobre algo blando. Sentí el calor de un fuego cerca. Traté de oír lo que pasaba a mí alrededor. Las llamas chispeaban, era una fogata. El olor a bosque y a humedad estaba en el ambiente. No estaba en casa.
Escuché una respiración cerca, demasiado cerca. Alguien acariciaba mis cabellos y parte de mi espalda, me acomodó las mantas. Traté de tocarme para saber porque estaba seca. Oh Dios no traía mi vestido mojado, sólo mis enaguas. No sentí el barro en mis brazos ni en mi rostro y mis codos tenían ungüento. ¿Quién estaba detrás de mí? Me moví un poco para buscar una roca cerca, sea quien sea me había quitado el vestido. Y eso era terrible, le partiría la cabeza si podía.
—Duerme princesa, descansa, yo te cuido— esa voz, la que tanto quise oír. Me senté de inmediato.
—Edward, eres tu— me desenvolví y abrí mis brazos para que me abrazara. Él estaba asustado, sus ojos se volvieron a un lado. Oh por Dios, yo no traía vestido.
—Bella cúbrete— estaba tan sonrojado como yo.
—Lo siento—dije muy apenada. Era extraño, antes no nos daba vergüenza, hasta nos bañábamos juntos. Esto de crecer era un problema. Traté de taparme con una manta pero se me había enredado en las piernas. Él se acercó a mí y me cubrió con su capa, me rodeó con sus brazos, era todo lo que quería.
—Creí que te perdería. Casi enloquezco. ¿Por qué te fuiste de aquel claro?
—Tenía miedo, quería llegar a la cabaña de Billy.
—No vuelvas a hacer eso, sabes bien que si estas en peligro vendré de donde sea a salvarte. No estás sola— me miraba con mucha intensidad.
—Claro que estaba sola, se olvidaron de mí, me dejaron abandonada—me quejé
—Yo jamás haría eso y tú lo sabes— no sé porque empecé a llorar.
—Tú te irás y me dejarás igual que mi mamá y Charlie. ¿Acaso vas a venir de Chicago a rescatarme cada vez que me pierda en el bosque?
Sus ojos se volvieron oscuros, ardían, tal vez estaría molesto por lo que dije, vaciló un poco pero se arrojó contra mi; me asusté tanto que volví a echarme en la cama de pajas que había improvisado. Mi corazón latía de prisa, Edward estaba sobre mí, su rostro muy cerca del mío, sus ojos aún estaban furiosos.
—Te llevaré conmigo, te lo juro— su aliento me golpeo, lo vi acercarse un poco más pero pareció de pronto volver en sí mismo y se alejó.
Oí sus respiraciones agitadas y poco a poco se calmó. Yo todavía estaba aterrada ¿Qué había sido eso? Nunca había reaccionado así, no fue violento pero me di cuenta de la fuerza que emanaba ya no era el niño que solía ser, todo el tiempo riendo y jugando. ¿Y yo también habría cambiado?
—Princesa perdóname, soy un estúpido. Ven conmigo— dijo en tono despreocupado. Me levanté nuevamente y lo miré haciendo puchero. Se acercó y me abrazó.
—Cuéntame qué te pasó, ha sido una noche espantosa, estoy tan alterado.
— ¿Cómo llegué aquí?— pregunté.
—Yo pregunté primero— me recordó.
—Bien. Apenas te fuiste a pasear con Jessica mi madrastra me dijo que iríamos por leña, Llegamos a casa del leñador y la señora salió con que debía ir a ver a tu padre y me dejó con él, dijo que regresaría por la leña y por mí en la tarde. Billy y yo fuimos más adentro del bosque a juntar los troncos. A la hora del almuerzo Billy se fue a casa a ver a su esposa y a traer comida. Nunca regresó, cuando empezó a oscurecer quise regresar a la cabaña de Billy pero habían dos senderos, tome uno y dejé un rastro para volver por él pero me asuste con los ruidos y me caí, varias veces. Fin. Te toca.
—Volví de mi paseo— enfatizó la última palabra –Y no había nadie en tu casa. Jessica no tenía idea donde había ido su madre y se ofreció a prepararme algo de comer. Deberían prohibirle a esa niña que toque una cocina. Se quemó, tiro la sal, y casi se le quema el vestido en el fuego. Pase un par de horas esperándote mientras trataba de que se callara, lloriqueó todo el tiempo. Luego fui a casa y encontré a tu madrastra allí. Le pregunté por ti pero sólo me dijo que estabas haciendo mandados. Todo el día me la pasé buscándote en el pueblo, por la tarde llamaron a papá al hospital. La esposa del leñador había muerto dando a luz. Lo siento— se veía tan triste.
— ¿En serio murió? Pobre Billy, con razón no regresó por mí.
—No sé porque decidí acompañar a papá para que certificara la muerte de esa pobre mujer. Ya estaba oscuro, Billy me vio y pareció recordar algo. Me dijo entonces que te había dejado en el bosque y que no sabía si tu madrastra habría ido por ti. Fui a casa y saque algunas cosas, le avisé a mamá que iría a tu casa a ver si estaba bien. Tu madrastra creía que iba a visitar a su hija, a esa mujer ni le interesó dónde estabas. Dijo que Billy te traería de vuelta o que iría por ti al día siguiente porque ya había anochecido. Llegué a casa de Billy en el bosque esperando encontrarte allí pero no había nadie. Fui al claro donde él había dicho que te dejó y no estabas, la lluvia borró el rastro pero encontré las piedras, las seguí hasta que hallé tu capa, pensé que te habían atacado los lobos busqué por todas partes y luego te encontré en un charco, estabas toda llena de barro y tiritando de frío. Te traje hasta esta cueva, hice esa cama de pajas y… tuve que cambiar tus ropa— estaba avergonzado. Yo también aunque su rostro estaba tan rojo que me reí.
—Así que me quitó el vestido Sir Edward, en ningún cuento dice que el príncipe le quita el vestido a la princesa.
—Tampoco que la princesa está llena de lodo y muriendo de frío— se defendió.
—Buen punto pero podría demandarte por eso— le sonreí.
— ¿Ah sí? Yo te demandaría por ser una princesa traviesa.
— Ser traviesa no es delito pero cualquier juez se daría cuenta de la falta terrible que cometiste
— ¿Si? ¿Y qué pedirías de reparación por mi falta?— preguntó siguiéndome la broma.
—Tal vez tu caballo— le sugerí.
—Es tuyo— dijo sin pensar.
—Y tu navaja— pedí.
—Es tuya— me la alcanzó.
—Y tus brazos— le sonreí, él se acercó un poco y me los ofreció.
—Son tuyos— también sonreía.
—Y tus piernas—
—Tuyas— dijo sentándose a mi lado y acercando sus piernas.
—Y tus ojos— se acercó más vi que estaba muy entretenido.
—Tuyos, aunque quede ciego— se rió con ganas.
— ¿Y tu corazón?— pregunté pensando en lo maravilloso que eran sus latidos. Mala idea la sonrisa se esfumó de su rostro.
—Siempre ha sido tuyo— dijo causando que me estremeciera. Nunca había sentido algo como eso. Dejé de respirar por un momento. Sus ojos me miraban con una ternura infinita, con cariño, con amor. ¿Sería un amor de amigos, hermanos o de novios? Ya no importaba, él era todo. Mi corazón quería que cumpliera su juramento, que me llevara con él. Yo no podía imaginar mi vida si él no estaba conmigo.
Lentamente fue acercándose a mí, sus ojos verdes parecían dorados debido al fuego. Brillaban más que nunca, su aliento me hizo temblar. Cerré mis ojos por reflejo y sentí sus labios en los míos, tibios, dulces. Se movía con lentitud y suavidad.
Mi primer beso, el beso del príncipe que despierta a la princesa, el que une para siempre.
Seguí con los ojos cerrado aún cuando noté que había dejado de besarme.
— ¿Bella?—que bien se oía mi nombre cuando él lo decía.
Abrí los ojos, ya no vería nunca más a Edward del mismo modo. Ahora estaba segura de una cosa.
Yo lo amaba, todo este tiempo lo había amado y así sería para siempre.
—Te quiero— me dijo, besó mis manos y ni siquiera me había dado cuenta de cuando las había tomado.
—Yo también te quiero Edward— quería decirle mucho más que eso pero no se me ocurría, estaba tan llena de sentimientos y pensamientos nuevos. Nos abrazamos por mucho rato yo quería quedarme así toda la noche pero estaba muy cansada.
— ¿Tienes sueño princesa?— preguntó.
—Un poco.
— ¿Y hambre?
—Mucha.
—Déjame alimentarte— me acomodó en la mullida paja y sacó de un gran bolso de cuero varias frutas y panecillos. Comí todo lo que me ofreció sin protestar, peló las manzanas y las nueces.
— ¿Qué haremos ahora?— quería saber si saldríamos de allí de noche, aún estaba oscuro y no parecía que fuera a amanecer pronto.
—No creo que sea buena idea cabalgar por el bosque tan tarde. Sería mejor que nos quedáramos aquí hasta que amanezca. Mamá sabe que he venido a buscarte no se preocupará.
—Mañana tenemos escuela— le recordé.
—Lo sé pero creo que sería mejor que descansaras, tu tobillo se ve mal, te lo he vendado y esos raspones tiene que ser desinfectados. Te llevaré a mi casa al amanecer y te cuidaré el resto del día.
—Pero si mi madrastra…
—Deja que mi mamá se encargue, esa señora fue la que te dejó abandonada. Mi padre tendrá algunas palabras con ella, quisiera que pudieras vivir en casa, yo te cuidaría mucho— eso sería un sueño, estar con él todo el tiempo.
—De todas formas me hará regresar.
— ¿Bella, conociste a la familia de tu madre?
— ¿Por qué preguntas?
—Odio la idea de que vivas con esa gente, tal vez tienes tíos, abuelos en algún lugar.
— ¿Quieres que me lleven?
—Claro que no, nunca digas eso, pero podríamos negociar tu custodia.
—Mi papá jamás quiso decirme el apellido de mi madre. Sólo dijo una vez que la conoció en la ciudad de los vientos…
— ¡Chicago! Necesitamos saber a qué familia pertenecía tu mamá ¿Se llamaba Renée verdad?
—Sí, papá decía que yo soy su viva imagen.
— ¿Recuerdas algo más que él te haya dicho?
—No, creo que ya te he contado eso. Se conocieron en un lago congelado porque ella, que seguro era tan torpe como yo, se cayó encima de él. Ah y que el padre de mi mamá lo mandó a golpear porque no lo quería para su hija.
— ¿Qué motivos tenía?
—Papá decía que eran ricos y que des heredaron a mi madre porque se fugó con papá. Y cuando mamá murió no lo quisieron recibir y nunca les dijo que yo existía.
—Haré lo posible por encontrarlos y sacarte de aquí— bostecé sonoramente, antes no me importaba hacer eso en su presencia pero ahora me ruboricé un poco.
—Hora de que las princesas duerman y los caballeros monten guardia— dobló una manta y me la puse de almohada.
—Vamos échate aquí, yo velaré tus sueños.
— ¿No dormirás?
—Haré guardia un rato y el siguiente turno lo cubrirá Pegaso— su caballo que estaba al fondo de la cueva emitió un sonido suave. Sonreí al saber que nos entendía.
—Entonces hasta mañana príncipe— le sonreí y me dispuse a acostarme.
— ¿No le darás un beso de buenas noches al príncipe que te cuidará exponiendo su vida?— sonreí y me acerqué para darle lo que me pedía pero él llegó más rápido y me levantó del suelo dándome vueltas en el aire mientras me besaba otra vez. Mareada, confundida pero feliz me acosté, ahora no sabía si podría dormir.
— ¿Edward, tú me escribiste esa nota que encontré en el libro de cuentos que me regalaste?
— ¿Estaba en el libro de cuentos?— su voz se oía preocupada.
—Sí, era muy bonita.
—No tenía intenciones de dártela. Debe haberse quedado allí la última vez que lo leí pero yo recuerdo haber puesto esa nota en el cajón de mi mesa de noche.
—Edward no puedo dormir— le dije.
—Cierra los ojos princesa— sentí sus manos en mis cabellos y empezó a tararear algo. Siempre hacía eso cuando no podía conciliar el sueño. Poco a poco me fui dejando llevar hacia ese mundo inconsciente donde podía soñar que Edward y yo estaríamos juntos para siempre.

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