12 enero 2013

Capítulo 16





CAPÍTULO 16

ABANDONADA

Desperté temprano para preparar el desayuno, era domingo y aunque sabía que ellas despertarían tarde no quería que tuvieran motivos para tomárselas conmigo.
Herví la leche y terminé de hornear los panecillos.
Escuché un caballo afuera de la casa, era inconfundible, Pegaso. Salí a abrir la puerta, el corazón me latía a prisa. Él estaba de espaldas, traía ropa blanca y una capa marrón. Se veía tan apuesto, su cabello desordenado tomaban un color especial al sol. Di unos pasos hacia él.
—Hola Edward— dije un poco temerosa.
—Hola— esquivó mi mirada. Me acerqué a acariciar a Pegaso.
— ¿Y Jessica ya se levantó?— preguntó.
—No, aún no. En seguida le aviso que estás aquí— me giré para entrar nuevamente a casa. Parecía que no tenía ganas de hablarme y eso dolió, tal vez Alice estaba equivocada y él solo quería mi amistad. Tal vez aquella nota que dejó en el libro no era para mí. Si, sólo estaba confundida.
—No te vayas por favor— se oía nervioso. –Princesa… yo necesito decirte que…—sus ojos verdes estaban dilatados, brillaban como si emitieran luz.
— ¡Edward ya bajo espérame!— gritó Jessica desde lo alto –Bella tengo hambre—
Vi que mi amigo hizo un gesto de fastidio seguido del de decepción.
—No tiene que tratarte como si fueras su sirvienta— me dijo molesto.
—Ella es un poco engreída y no quiero problemas con su madre.
— ¿Te han tratado mal? ¿Han vuelto a cometer alguna injusticia contigo? Bella no quiero que me ocultes si te hacen algo, no quiero que te traten como a esa niña del cuento. No soportaría vivir sabiendo que te maltratan. Haré lo que sea, te sacaré de aquí.
—Edward no puedo irme. Esta es mi casa y sé que Charlie volverá.
—No te voy a dejar aquí si eso te pone en riesgo.
— ¿Y qué harás?
—Si es preciso te robaré.
—Vas a irte en unos meses.
—No me iré si no estás segura. Si Charlie no regresa... vente conmigo a Chicago— tenía una expresión que nunca antes le había visto, lleno de temor, de esperanza. ¿Quería llevarme con él? Sentí mi rostro llenarse de calor.
— ¿Estás loco? Tus padres…
—Mi madre no se opondría, papá…
—No voy a ponerlos en ese problema, soy menor de edad, tu padre podría ser acusado de secuestro.
—Bella, no entiendes que…
—Ya estoy lista Edward. Bella la leche se derramó será mejor que limpies antes de que mi madre vea eso— me hizo a un lado y se abalanzó a los brazos de Edward. Él aún estaba mirándome. Le di la espalda para entrar a casa.
—Regresaré pronto Bella, serás la siguiente en dar un paseo conmigo— su voz había recuperado la alegría de siempre aunque algo fingida pero sólo yo notaba eso.
Me enfurecí cuando vi que la leche no se había derramado en la cocina sino que Jessica la había tirado. Limpié todo y comí algo. Sentí pasos en las escaleras y preparé la mesa para que mi madrastra comiera.
—Isabella, me he dado cuenta de que la leña se nos está acabando. Hoy saldremos a abastecernos. Prepárate, ponte el vestido más viejo que tengas y envuélvete el cabello.
— ¿Ahora mismo señora?, me gustaría esperar a que Jessica regrese, aún no ha comido— era una excusa pobre, yo quería esperar a Edward para avisarle
—Déjala con su amigo, ellos necesitan tiempo. Saldremos pronto.
Me fui a preparar para ir a buscar leña, sabía que ese trabajo era muy duro, solía ir con papá, nos llevaba un día entero y él era muy fuerte. A lo mucho juntaríamos ramas pequeñas, yo no tenía la fuerza suficiente para empuñar un hacha. Me puse un vestido viejo y alisté una capa gruesa, el día estaba claro pero si regresábamos al atardecer tendría frío sobre todo si íbamos en la carreta.
Cuando guardaba algunas cosas encontré de pronto una bolsa de piedrecillas que Edward me había dado cuando jugamos a Hansel y Grettel. Quizás fuera una intuición, decidí llevármelas ya que nos adentraríamos en el bosque. Me coloqué un gran sombrero y salí corriendo a sacar la carreta.
—Estás ridícula pero como no hay gente en el bosque— mi madrastra nunca tenía una palabra amable para mí.
— ¿Volveremos para el almuerzo?— pregunté
–Llévate unos panes y un poco de agua, esto tomará algunas horas— al menos no quería verme con hambre.
Subí a la carreta, me preguntaba si en verdad íbamos a buscar leña las dos, ella estaba con un vestido de diario pero fino, rara vez usaba uno que no fuera de seda o de muselina.
Anduvimos más de media hora hasta llegar al bosque, seguimos por un camino de pinos y dimos con la casa del leñador. Bueno al menos esto sería sencillo, a lo mejor sólo la compraríamos.
—Buen día Sra. Stanley. Oh perdón Sra. Swan— Billy el leñador conocía a papá desde que yo era pequeña, siempre que íbamos por leña pasábamos por su casa para preguntarle donde podríamos conseguir mejores ramas, a mi padre no le gustaba talar ningún árbol, sólo hacer leña de los árboles caídos o ramas rotas. Algunas veces yo jugaba con sus hijos pero casi nunca iban al pueblo, ellos se educaban en casa como casi toda la gente que vivía a las afueras. Rachel, Rebeca y Jacob eran morenos y muy atléticos. Las gemelas eran un año mayo que yo y Jake era un par de meses menor. No los veía desde el año pasado, Charlie me había dicho que la esposa del leñador esperaba un bebé.
—Sr. Black, por favor necesito leña, como usted sabrá mi esposo está desaparecido y el invierno pronto llegará y yo sola con dos niñas, me temo que será el invierno más duro que haya enfrentado.
—No se preocupe señora, haremos lo posible por brindarle nuestra ayuda, mi amigo Charlie es muy buena persona seguro que algo muy malo debió pasarle. Mis hijos están ahora fuera visitando a unos parientes el Ohio pero yo le puedo ser útil.
—Se lo agradezco tanto— hizo un gesto de querer llorar, si no viviera con ella a diario pensaría que es sincera.
—Espéreme unos minutos y yo mismo las llevaré. Les cortaré algunas ramas y troncos.
—Sr. Black verá, sé que hoy es domingo pero tengo un asunto muy importante que tratar con el juez Masen, él está gestionando desinteresadamente una pensión para mí y mis niñas y como no puedo pagarle sus servicios sólo puede atenderme en los días que no trabaja. Le rogaría que fuera juntando la leña con mi hija Bella yo regresaré en unas horas— lo que me temía, me iba a dejar hacer el trabajo sucio. Primero me sacaba de casa y ahora me dejaba con el leñador para ayudarle con la leña.
—Claro señora, no se preocupe, Bella es una buena chica, me ayudará— si no fuera porque Billy y mi padre eran buenos amigos no aceptaría quedarme. Bajé de la carreta para que mi madrastra se fuera, quizás estaba siendo dura con ella y de verdad tenía que ver al juez.
Billy y yo salimos en su propia carreta, nos internamos en el bosque, por un sendero angosto y con muchas curvas. Llegamos a un claro en medio de muchos árboles caídos. La carreta se detuvo y bajé de un salto.
—Bueno Bella, ya sabes que es lo que se hace. Te traigo ramas y tú les quitas la corteza.
—Si señor— Saqué el cuchillo que papá me había dado para estas labores. Me senté y esperé la primera rama. Poco a poco la pila de leña se iba formando a mi lado. No me desagradaba el trabajo pero me hubiera encantado dar un paseo con mi amigo.
Amigo, ¿un amigo se preocupa por ti al punto de querer llevarte con él? ¿Un amigo te dice que te robará? Mi cabecita estaba hecha un lío.
Ya sería más de medio día porque sentí mucha hambre. Saqué mi agua y mis panes. Billy aún no regresaba. Comí la mitad y se la guardé, sabía que esto no le llenaría el estómago pero era algo.
—Bella, voy a dejar esta cantidad de leña en casa, lista y preparada para subirla a la carreta de tu madre. También debo asegurarme de que mi esposa esté bien, ya está en días de dar a luz. Regresaré en una hora y traeré el almuerzo—
—Está bien señor, aquí espero— no me animé a corregirlo y decirle que esa señora no era mi madre. Además me daba tanta felicidad saber que a pesar de los años se preocupaba así por la mujer que amaba. Si mamá viviera seríamos muy felices, papá estaría en casa, mamá haría de comer y yo le ayudaría en todo. Y Edward podría venir a verme cuando quisiera. No podía imaginar mi vida sin él. Siempre lo andaba incluyendo en todos mis planes. Quizás yo era la que estaba empezando a obsesionarme nunca antes me lo había planteado de esa forma. Qué tal si era sólo yo dándole demasiadas vueltas al asunto.
Según mis cálculos habrían pasado ya más de una hora y Billy no venía. Me comí la otra parte de los panes. Y seguí quitándole la corteza a las ramas. Ahora sí que habría mucha más leña. Aunque todavía teníamos un poco en la casa y en el establo había algunos troncos secos. Sólo podía suponer que mi madrastra era previsora.
El sol empezó a ponerse y sentí frío, saqué mi capa y seguí trabajando aunque me dio algo de miedo, las sombras al atardecer son medio tenebrosas. Oía ruidos y ramas que se quebraban, ahora podía percibir cualquier anormalidad porque los pájaros estaban silenciando su canto. El sol ya se había puesto y casi estaba oscuro. Miré mi trabajo, tenía mucha leña pero estaba sola. ¿Por qué el señor Billy no regresaría? ¿Se habrá sentido mal su esposa? Si era así no podía quedarme aquí, sería mejor llegar a su casa y esperar allí a que mi madrastra viniera por mí. Miré en muchas direcciones, encontré dos senderos idénticos. Que mal que no podía seguir huellas como Edward. ¿Qué haría?
Busqué en mi bolso y encontré las piedrecillas blancas. Bueno caminaría por uno de esos senderos y dejaría un rastro si me daba cuenta de que no era el correcto regresaría por allí mismo. Valor Bella, tu puedes hacerlo.
Marqué una flecha con piedras para indicar dónde había comenzado. Caminé por un rato procurando dejar caer las piedritas a una distancia corta. Me di cuenta de que camino que elegí no era por el que había llegado desde la casa del leñador, habían otra clase de árboles y muy juntos, escuché el murmullo del río a lo lejos. Debía regresar y pronto ya casi no veía nada. Oí un ruido cerca de mí y me asusté mucho, me pegué a un árbol aterrada.
"Edward ven por mi" me repetía. Él siempre me había salvado en la realidad y en nuestras fantasías.
Sentí unos pequeños pasos acercarse y comencé a correr, ya no recordaba hacia donde, solo atinaba a tirar las piedra que tenía donde cayeran para poder regresar, no quería perderme. Mi pié se enredó con algo en el piso y caí, perdí la capa al tratar de levantarme, la busqué pero todo estaba muy oscuro, las nubes tapaban la luna. No encontraba ni mi bolsa de piedritas. Oí pequeñas respiraciones, esperaba que no fueran lobos, mi padre decía que las jaurías podían ser peligrosas. El pie me dolía mucho apenas podía apoyarlo, quise subir a un árbol pero caí y me lastimé los brazos.
Comencé a llorar, de miedo, de impotencia. ¿Se habían olvidado de mí? Me habían dejado y nadie se acordaba, a nadie le importaba que estuviera sola y perdida. Tal vez si no regresara…
Un trueno a lo lejos me hizo gritar e miedo. Lluvia, era lo último que esperaba, ahora no tendría salvación. Si no moría en este bosque lo haría de pulmonía. No quería enfermar ¿Quién cuidaría de mí? No tenía madre, ni padre ya. Tal vez debía empezar a aceptar que mi papá no volvería. Quizás haya muerto.
Sentí las gotas en mi cabeza, caminé un poco para refugiarme, mis codos estaban sangrando y tenía una astilla clavada en la rodilla, mi tobillo estaba empezando a hincharse. Di un paso en falso y volví a darme contra el suelo, me llené de barro, lloraba más y más. No quería estar aquí.
— ¡Edward!— grité. No sabía porque, era quien más ansiaba ver, si no salía de este bosque a quien más extrañaría sería a mi… ¿amigo? No él era mucho más que eso, mucho más. ¿Un hermano? Cómo podía compararlo, nunca tuve un hermano y no sabía lo que se sentía. Yo sólo quería estar ahora entre sus brazos, aferrarme a él para no tener miedo. Él me protegería, cuidaría de mí, me defendería.
¿En la vida real o sólo en las fantasías que teníamos?
Traté de caminar y caí todo fue muy rápido sentí que mi cuerpo golpeaba algo duro y rodé. Luego no sentí más.

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