18 enero 2013

Capitulo 16



CAPÍTULO 16

LA VERDAD DUELE


BELLA
El domingo me desperté muy temprano a pesar del dolor que sentía en mis músculos a causa de los ejercicios del día anterior. Necesitaba conversar con Charlie pero estaba alistando sus cosas para irse de pesca.
— ¿Papá podríamos hablar?—pregunté. Él me miró algo temeroso.
—Está bien. Dispara. ¿Tienes alguna pregunta? Si fue por lo de ayer….
—No. ¿Qué es lo que pasó…hace tiempo? ¿Cuál es el motivo de tu enemistad con los Cullen?—pregunté un poco más segura.
—Eso es algo de lo que no me gusta hablar, eres muy joven aún— me estaba evadiendo.
—Soy mayor de edad papá ¿recuerdas? El año pasado cumplí los 18. En un par de meses me gradúo e iré a la universidad. ¿Cuánto más debo esperar para saber?... ¿Quizás me lo dirás cuando tenga 30 años?— esa conversación era de nunca acabar, siempre recibía la misma respuesta.
—Quizás yo no esté preparado para decirlo… Sólo debes saber que son de lo peor.
— ¿Y a razón de qué debo odiarlos entonces? Yo no puedo odiar a alguien sólo porque me lo mandes.
— ¡Ya basta! Sólo mantente alejada de ellos, son perversos, destructores de hogares, despiadados, egoístas, ladrones…
—Dicen que el doctor Cullen es un buen hombre…
—Carlisle es un idiota bueno para nada…
— ¿Y nosotros que somos?— había ido demasiado lejos
—No me hables en ese tono jovencita. Te lo contaré en su debido momento, sólo mantente alejada de ellos ¿Me entiendes? De ellos y de sus amigos. Que te quede claro— la mirada fría había vuelto a su rostro, sabía que así me pusiera a llorar no cambiaría.
Mi padre era un ser atormentado, yo sé que en el fondo era bueno pero cuando recordaba se volvía implacable. No forcé más el asunto y bajé la mirada en señal de rendirme, era lo que siempre hacía cuando llegábamos a ese punto.
—Regreso cuando se ponga el sol. ¿Vas a salir?— me dijo algo aliviado de cambiar de conversación.
—Sí, iré a casa de Alice, tenemos un trabajo grupal.
—Hasta la noche pequeña—me dio un beso en la cabeza y salió.
Debería quedarme en casa pero esta duda me mataba, estaba perdidamente enamorada de Edward y él me correspondía.
¿Por qué no podíamos estar juntos como dos adolescentes normales?
Ni siquiera sabía el motivo por el cual debía mantenerme apartada. No, no era justo sufrir por algo que ignoraba.
Y hoy lo sabría o dejaría de llamarme Isabella Swan.
— ¿Alice, tu y Rose podrían cubrirme? Tengo que hacer una visita. ¿Tendrás algún auto que me puedas prestar?— pedí por teléfono.
— ¡Bella! ¿A dónde vas? No me digas, lo sé, lo sé. Vas a la casa de los Cullen ¿Verdad?— adivinó la pequeña.
—Sí ¿Cómo sabes esas cosas?— pregunté intrigada.
—Pura intuición amiga. Bueno, ven a mi casa, hay varios autos, puedes usar cualquiera, papá también se fue de pesca.
Manejé hasta la casa de Alice, dejé allí mi auto. Escogí un sedán negro muy común y que no llamase la atención.
— ¿Sabes exactamente dónde queda la casa de los Cullen?—me preguntó ella antes de partir.
—La verdad no. Sé que es por la carretera al norte, imagino que la veré en el camino— me encogí de hombros mientras encendía el auto.
—No la encontrarás, está algo escondida. Ve por la carretera, cuando pases el bosque de pinos verás una gran roca, casi a unos 200 metros hay una entrada hacia la derecha, la sigues por un kilómetro y verás una casa blanca grande, muy amplia. Tiene tres pisos y está al lado del río.
— ¿Y tu cómo sabes todo eso?— pregunté.
—Si la montaña no va a Mahoma…— suspiró mi amiga.
— ¿Cuántas veces has ido allí?
— ¿En esta semana?— me hizo un puchero inocente.
—Mejor no me digas… me voy— le sonreí para despedirme.
—Bella. Si no encuentras la entrada, llama a Edward— aconsejó.
—Ok, lo tendré en cuenta— rebusqué el pequeño móvil en mi bolso. Aún estaba allí.
Manejé casi 20 minutos siguiendo las indicaciones de Alice, continué casi un kilómetro más allá de la roca enorme que demarcaba el fin del bosque de pinos, sin ver ninguna entrada.
La hierba crece tan rápido aquí que es difícil poder marcar un sendero. Regresé dos veces no pude hallar pista de la casa de Edward. Encendí el celular y marqué.
— ¿Bella? ¿Estás bien amor?—la suave voz de Edward hizo que me olvidara dónde estaba.
—Si estoy bien… sólo que…
— ¿Me extrañas?
—Claro que si…pero…
—Yo también te extraño preciosa, ahora mismo estaba pensando en ti, trataba de componer una melodía— estaba segura que traía una gran sonrisa. ¿Cómo podía ser así de romántico?
— ¿Estás en tu casa?— pregunté.
—Si
— ¿Y tus padres?
—Mamá salió de compras y papá anda por aquí. ¿Por qué?
—Quería hablar con tu padre.
— ¿Con Carlisle? ¿Tienes alguna dolencia?
—No, es personal.
— ¿Tiene que ver con nosotros?
—No.
—Si quieres preguntarle sobre el pasado tal vez pierdas tu tiempo, yo he tratado y no quiso decirme nada.
—Necesito respuestas Edward. Llevo media hora tratando de encontrar tu casa ¿Podrías salir a la carretera?— me quejé.
— ¿Estás cerca? ¿Vienes sola?
—Sí y si— respondí.
—Espérame allí salgo en seguida— apenas se tardó tres minutos, el auto plateado que llegó a la carretera y dio la vuelta de regreso mostrándome el camino. Conducimos cinco minutos lentamente, llegamos a una preciosa casa. Era muy amplia con ventanales enormes, parecía que ocupaban la pared entera. Me estacioné delante y de pronto la puerta de mi auto se abrió.
—Bienvenida señorita—me dijo con una sonrisa, ofreciéndome su mano para bajar del auto.
Apenas puse un pie en el suelo sentí sus manos en mi cintura, rápidamente me besó.
—Edward— apenas me pude quejar ya que otro beso acalló mis reclamos.
—Estoy tan feliz de que estés aquí.
—Tu papá…—tenía miedo de que tal vez nos estuviera mirando.
—Su despacho mira hacia el río—dijo él volviendo a besarme. —Ven, te mostraré mi casa— dijo sonriendo cuando al fin pude despegar sus labios de los míos.
Caminé con un poco de temor, conocía a su padre desde hacía muchos años pero nunca había hablado con él. No sabía cómo reaccionaría.
—Esta es la sala y ese es mi piano—dijo señalando un precioso piano de cola negro. —Aquí está el comedor, el despacho de mamá y el de papá está al fondo, sígueme— caminamos por el pasillo hacia donde había señalado.
Me estaba llevando con su padre, instintivamente solté su mano por si su padre salía al oír nuestras voces.
—No hagas eso—me dijo sonriendo.
—No es preciso contarle nada sobre nosotros— dije en tono muy bajo, sentía latir mi corazón con fuerza.
—No le voy a mentir, ya se lo he ocultado mucho tiempo—dijo tomando mi mano nuevamente.
Llegamos frente a una puerta marrón con detalles tallados en ella. Dos serpientes enlazadas en un báculo.
Edward tomó aire y llamó a la puerta. Escuchamos unos pasos acercándose.
La puerta se abrió, pude ver a un bien parecido hombre algo entrado en años pero muy atractivo, su cabello rubio casi platino y ojos azules destacaban.
Nos miró con curiosidad, su vista bajó hasta nuestras manos. Su expresión cambió, una ligera sonrisa apareció en su bien conservado rostro.
—Papá, quería presentarte a mi novia—dijo Edward con seguridad.
— ¿Tu novia? ¿Y porque no sabía nada? Aja, seguro Esme ya lo sabe verdad, Tú nunca tienes secretos con ella—le reprochó. —Hola, soy Carlisle— me dijo acercándose y dándome un beso. Olía muy bien, aunque ligeramente se percibía el aroma a medicinas.
—Soy Isabella… Isabella Swan—dije con temor.
Sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta, su rostro cambió ¿Estaba asustado?
—Pasen—dijo secamente dejándonos entrar.
Nos invitó a sentarnos juntos en un sofá amplio de color madera.
— ¿Son consientes de lo que hacen?—dijo mirándonos.
—Papá, nos queremos…—comenzó a decir mi novio.
—Edward ¿No te advertí que fueras cauteloso? Te dije que no te metieras en problemas. No quiero que te pase algo malo. Tienes que irte de Forks—dijo mirando a su hijo.
—No me iré de aquí. No sin Bella—dijo Edward.
—Vayamos por partes. ¿Cómo se conocieron?—preguntó.
—En la fiesta de San Valentín—dije yo.
— ¿En dónde fue eso?—preguntó el doctor.
—En casa de los Swan—confesó Edward.
— ¿Fuiste a casa de Charlie Swan? Edward…—el doctor se veía preocupado.
—No nos descubrieron si eso te preocupa. Y al principio no supimos ni siquiera nuestros nombres, no fue premeditado papá.
—Por eso quisiste venir a Forks con tanta insistencia—afirmó su padre.
—Sí. No quería estar lejos de ella. Cuando entré al colegio supe que era hija de Charlie Swan—dijo mi novio, hablaba con seguridad, no se estaba disculpando ni trataba de parecer arrepentido de nada.
—Y eso no te importo…— su padre empezaba a perder la paciencia
—En absoluto, la amaría igual con cualquier nombre o apellido.
—Pero eres consciente de lo que pasaría si su padre se entera ¿Verdad?—le reprochó.
—Si—dijo firmemente mi novio.
—Y tu Isabella—dijo mirándome, mi corazón se contrajo. – ¿Eres consciente que Charlie mataría a mi hijo si se entera de su relación?— no sabía si era una pregunta o un reproche.
Claro que era consciente de ese problema. Si mi padre se enteraba reaccionaría con violencia y más aún si alguna vez encontraba a Edward en mi habitación.
Pero lo amaba y quería estar con él. ¿Eso era tan malo?
Quizás no vi con claridad y egoístamente ponía a Edward al filo del abismo cada noche.
—Yo… no quisiera poner en peligro a Edward—dije en voz baja.
—Eso es algo, pero lamentablemente no está en tus manos Bella—dijo él.
—Papá no hemos venido a que apruebes o no nuestra relación, eso no está en discusión, Bella quiere hacerte preguntas—dijo mi novio tomando mi mano con más fuerza.
—Hijo ¿Es que no te das cuenta a todo lo que te expones? Es descabellado, ustedes dos no pueden… no deben estar juntos— por fin lo oía de él, era momento de saber la verdad.
—A eso he venido doctor Cullen, a que me diga la verdad, a saber porque Edward y yo no debemos amarnos. Ya estoy cansada de vernos a escondidas todo el tiempo. ¿Por qué?— él pareció darse cuenta que estaba acorralado, se levantó y se sirvió un vaso de agua.
— ¿Tu padre de ha contado algo?—preguntó con la mirada perdida.
—No, absolutamente nada. Nunca habla de ello—le confirmé.
—Yo no debería. Es algo muy doloroso, difícil de entender y no creo que debas enterarte por mí—dijo al fin.
—Yo creo que es momento que sepan la verdad—la suave y dulce voz de Esme hizo que el semblante del padre de Edward cambiara.
Sus ojos se volvieron tan cálidos. Era una expresión tan llena de amor.
—Hola Bella— dijo Esme estirando sus brazos hacia mí. Me levanté y le correspondí el abrazo.
—Hola Esme—la saludé.
—Renée ha estado preguntando por ti, no le has escrito ni llamado. Ven uno de estos días a visitarme para que conversen un rato— me sonrió.
—Iré en un par de días, es algo complicado—le contesté.
—Así que ya se conocían y supongo que también sabías lo de este romance ¿Verdad?— preguntó el doctor queriendo parecer molesto pero sonrió en cuanto ella lo miró.
—Claro que sí amor, tu sabes que una madre siempre lo sabe todo— dijo abrazándolo.
Tomaron asiento, Esme le sonrió a Edward con ternura.
— ¿Entonces podrías decirnos?—dijo mi novio expectante.
Yo también estaba nerviosa ¿Sería algo demasiado complicado? ¿Algo turbio y oscuro?
—Está bien— suspiró Carlisle. —Pasó hace mucho tiempo. Tu abuela Marie Swan y mi padre Anthony Cullen se amaban desde que eran pequeños, vivían aquí en Forks. Pero el padre de Marie tenía otros planes para ella. La obligó a casarse en con tal James Swan un hombre celoso y violento. Mi padre se fue de Forks un tiempo y se casó también. Pero mi madre murió cuando yo nací. Volvimos a Forks para que mi abuela cuidara de mí. Marie y Anthony volvieron a verse. Seguían amándose. Tu abuela ya tenía a Charlie. Ellos empezaron a verse a escondidas pero este es un pueblo pequeño. Fue un gran escándalo, tu abuelo quiso matarlos y en su desesperación Marie y Anthony huyeron, pero James era un gran rastreador los acorraló cerca de La Push y cuando estaba a punto de matarlos, los amantes se arrojaron por un acantilado.
— ¿Qué?— no pude evitar decir aquello. Estaba asustada.
—Fue terrible— suspiró el padre de mi novio. — Charlie y yo presenciamos todo. Después de eso mi abuela se hizo cargo de mí, yo quedé prácticamente sólo, pero Charlie tenía a su padre que poco a poco fue envenenando su corazón. Nunca pudimos ser amigos, peleábamos en cualquier lugar, crecimos odiándonos, nos enfrascamos en líos territoriales hasta que me fui a estudiar a Seattle y me casé. No quería que viviéramos en un ambiente hostil, cuando volvimos a Forks pasamos unos años casi en armonía, yo había vendido todas mis tierras que limitaban con las de tu padre y pensé que podríamos tolerarnos si no estábamos cerca. Hasta el lío en su escuela. Deben recordarlo todavía, fue la peor cosa que pudimos hacer. Decidí marcharme de Forks otra vez. No he vuelto a ver a Charlie desde entonces, no cara a cara— dijo el doctor con una sonrisa triste en su rostro.
— ¿Qué piensas amor?—dijo Esme mirando a su esposo.
—Marie Swan y Anthony Cullen. Isabella Marie Swan y Edward Anthony Cullen. El destino es irónico a veces— lo escuché decir.
Apenas podía pensar en todo lo que acababa de oír. ¿Esa era la razón del inmenso odio de mi padre?
Su madre y el padre de Carlisle... y se arrojaron de un acantilado… se suicidaron.
No podía permitir que eso volviera a pasar, era un amor condenado al sufrimiento y a la muerte.
No tenía futuro, ni presente. Nuestro amor estaba condenado al sufrimiento.
Una terrible sensación de miedo y pánico se apoderó de mí. Tal vez era cobardía, tal vez sólo instinto de supervivencia pero no iba a dejar que eso pasara de nuevo.
No dejaría que Edward muriera, no lo volvería a poner en peligro.
—Debo irme—dije poniéndome de pie y soltando la mano de… no, ya no más, mi padre tenía razón, era el enemigo, era la única forma de verlo sin desear tenerlo conmigo.
— ¿Bella cariño te encuentras bien?—preguntó Esme preocupada.
— ¡Sí!—dije tratando de no llorar, mi pecho era un torbellino de emociones, a mi lado Edward también se había quedado callado mirando a la alfombra.
Ojala él tuviera los mismos pensamientos y la misma resolución que yo.
Ojalá él también pudiera dejarme ir.
La verdad era demasiado dolorosa, era cierto lo que me decía Charlie, quizás no estaba preparada para lo que oí pero esto me afectaba más debido a mis sentimientos.
Salí como pude del despacho, me tambaleé por el pasillo y llegué a la puerta principal.
—No me dejes— una suave voz inundó mi oído, sus brazos cálidos envolvieron mi cintura.
—Nosotros no debemos—dije apenas en un susurro.
—No me importaría morir si sé que me amas y estás conmigo. Pero si me dejas mi vida será un infierno, no volveré a ser feliz.
—No Edward, prefiero que estés vivo y a salvo. No quiero que vuelvas a mi casa nunca más. Somos jóvenes, ya se te pasará, nadie muere de amor. Sobrevivirás— el corazón me dolió al decir esto.
—Sin ti seré como un muerto en vida. No Bella, no hagas esto. ¿Quieres repetir acaso los mismos errores?— su voz se quebraba.
—Estar juntos sería repetirlos. No hay futuro para nosotros, nuestros caminos se cruzan pero van en direcciones diferentes. No insistas por favor— sentía que en cualquier momento estallaría en llanto, mis ojos no podrían contenerse mucho tiempo más. Pero traté de parecer lo más firme que pude.
—Yo te amo Bella y sé que tu a mi también. ¿Por qué haces esto?— preguntó. "Para que nada malo te pase" pensé.
—No quiero verte más Edward Cullen, aléjate de mí. Olvida. Que sea como si nunca nos hubiéramos conocido— su agarre fue cediendo, sus manos perdieron fuerza.
—Bella… te amo— susurró.
—Yo… te odio—le dije.
Salí de allí lo más rápido que pude. No sabía a dónde ir, ni que hacer.
Manejé sin rumbo hasta que sentí en mi bolso una melodía. Me orillé para a arrojar el teléfono por la ventana cuando vi en la pantalla el nombre de Alice. Contesté.
— ¡Bella! Ven a mi casa cuanto antes— dijo alarmada.
—Voy para allá—le dije sin preguntar y apagué el celular.
Al menos ya tenía rumbo, ojala supiera a donde llevar también mi vida.
Ahora que sabía la verdad quería volver el tiempo atrás. No saber nada de odios, muertes…
Conocer es sufrir, bendita la ignorancia que nos hace felices, algunas veces.

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