12 enero 2013

Capítulo 15





CAPÍTULO 15

PRINCESA DE CUENTOS DE HADAS

Me acerqué a la puerta y no dije nada.
—Has vuelto. Tenía la esperanza que no lo hicieras. Vete a tu habitación y arréglate los Masen no tardan en venir por ti, hasta mi sobrino preguntó si irías a tu fiesta. No quiero oírte gritar nunca más o no seré tan condescendiente— mi madrastra entró con la cabeza muy erguida seguida de su hija, que tampoco me miró. Corrí a arreglarme, me puse uno de los vestidos que todavía no había usado, traía unos guantes y un sombrerito a juego, me sentía como una de las heroínas de las novelas de Jane Austen, claro no deseaba ser Elinor Dashwood, que vivía esperando que Edward Ferrars fuera por ella.
No pasó mucho tiempo y escuché un carruaje que se detenía delante de nuestra casa. Bajé despacio porque el vestido era largo y tenía miedo de enredarme en él. Jessica también estaba lista y corrió a abrir.
—Hola venimos por ustedes— dijo la señora Elizabeth –Bella pero que bonita estás— dijo mirándome y se acercó a abrazarme –Feliz cumpleaños— me dijo poniendo en mis manos una pequeña cajita.
—Gracias pero no debió—
—Claro que sí y quiero que los uses hoy— me dijo con mucho cariño. Lo abrí con cuidado, eran un par de pendientes de color plata con pequeños cristales. Bellísimos.
—Gracias, son preciosos— le dije.
—Me los regalaron cuando cumplí tu edad, fue el mejor año de mi vida los quince años son especiales— dijo sonriendo.
—Pero yo no puedo aceptarlos— dije retrocediendo un poco. Me miró con curiosidad. —Son joyas de familia, no debería deshacerse de ellas, tal vez las quiera para su nieta— le dije tratando de sonreír.
—Eran para mi hija pero ya ves que sólo tuve a Edward. Y tú eres como mi hija, estoy segura de que no irán muy lejos de todas formas— me sonrió con una mirada algo divertida. Me sonrojé al recordar todo lo que Alice me había dicho. Dejé que me los pusiera y me miró otra vez.
—Te ves linda. Debemos irnos— dijo y me tomó de una mano.
Salimos a la calle, agradecí que mi madrastra no hubiera bajado para despedirnos. Jessica que aún estaba medio malhumorada subió al carruaje con nosotras, me sorprendió no ver a Edward allí. Y estaba pensando en él otra vez. Le demostraría a Alice que no tenía razón, de ahora en adelante iba a estar más consciente de mis palabras y no hablaría más de lo necesario de mi amigo.
— ¿Y Edward no vino con usted?— Jessica preguntó muy interesada.
—Ha preferido quedarse y terminar algunos detalles— respondió su madre.
—Su hijo es muy amable y bien educado— alabó mi hermanastra.
—Gracias, he procurado educarlo bien—
— ¿Es cierto que se irán a Chicago en unos meses?— preguntó Jessica
—Sí, espero que no sea por mucho tiempo— suspiró ella.
—Pero es una gran ciudad, hay muchas cosas que en un pueblo tan pequeño ni siquiera se pueden ver. Y hay coches— Jessica parecía más entusiasmada que Elizabeth.
—El ruido me da dolor de cabeza y no me gustan los autos— dijo la madre de Edward.
Llegamos a su casa y descendimos del coche, Edward estaba esperándonos y nos ayudó a bajar. Jessica bajó último y aprovecho para tomar su brazo y no quiso soltarse de él.
—Jessica serías tan amable…—dijo mi amigo haciéndole ver que quería soltarse de ella.
—Edward ese traje te queda muy bien, dónde lo compraste.
—Gracias, y no tengo idea donde fue comprado. Me permites— trató de zafarse pero ella no se lo permitió.
—Bella, déjame escoltarte— Mike tomó mi brazo, yo estaba algo fastidiada, así que me dejé llevar.
—Estás muy bonita, en serio— dijo el sapo, digo Mike. Apenas le sonreí.
—Quita tus manos de mi prima— Alice lo apartó de mí y me abrazó. –Feliz cumpleaños otra vez, tengo un regalo para ti—me llevó dentro y fuimos hacia un rincón de la casa donde había una caja muy grande llena de obsequios.
—Edward quiere que abras los regalos más tarde pero sé que necesitarás mi regalo en este momento— me miraba con tanta alegría que no pude evitar sonreír y rasgué el papel. Era un bolsito, algo extraño lleno de brillos y aplicaciones de varias telas.
—Lo vi en una revista francesa, ¿sabías que toda la moda está cambiando?, estos vestido son del siglo pasado, pensaba hacerte un sombrerito con plumas pero tal vez es muy atrevido para un pueblo y no estaba tan segura de que quisieras ponértelo. Me reí muy fuerte al imaginarme un sombrero con plumas de gallina.
— ¿Que es tan divertido?— Edward llegó con nosotras.
—Pudiste deshacerte de la garrapata, ahora te dejo con Bella, voy por los bocaditos—Alice se alejó de nosotros. Hubo un silencio algo incómodo, me repetía mentalmente que era culpa de mi prima por hacer que piense cosas que no son.
— ¿Puedo darte un abrazo de cumpleaños?— dijo y me sonrió.
—Claro, el de la mañana no cuenta. Gracias por todo—le sonreí y me lancé a sus brazos, alejaría todo los pensamientos extraños de mi mente, éramos los mejores amigos del mundo, nada cambiaría eso.
—Par de tórtolos, sírvanse un canapé, Edward trae algunos juegos para divertirnos— dijo mi prima.
—Está bien. Bella ven conmigo— tomó mi mano y subimos las escaleras corriendo, cómo siempre hacíamos. Pero en lugar de dirigirnos al estudio bajamos por las escaleras que daban a los cuartos de servicio, pasamos por ellos y seguimos caminando hasta llegar a la parte trasera de su casa donde tenían algunos animales. Allí en un corralito con mucha paja estaba mi cordero. Edward abrió la puerta y lo llamó. Vino directamente a sus brazos y lo levantó del suelo.
—Si te ensucias, Alice me matará, puedes acariciarlo— me acerqué y toqué su cabecita, no estaba asustado, parecía tener sueño y también que había comido mucho.
—Gracias Edward, en serio, pensé que lo perdería— me puse triste al recordar todo lo que pasó.
—No iba a dejarlo por allí, también lleva mi apellido, ¿recuerdas? Ahora vamos por los juegos y después tendrás que abrir tus regalos— me sonreía. Cuando dejó a Argos sobre la paja, se volvió a mirarme se veía tan apuesto y radiante, el traje negro que traía era el mismo de su cumpleaños me causaba gracia que Jessica no lo haya notado. Me acerqué y le di un beso en la mejilla y lo abracé.
—Gracias, gracias, gracias. Te quiero mucho, eres más que un amigo… eres como un hermano— sentí que se puso rígido y deshizo mi abrazo.
— ¿Un hermano? Gracias…— no quiso mirarme y me hizo señas para ir por los juegos. Llevamos varios al salón, nos reunimos en grupos y por varias horas nos entretuvimos, éramos un buen grupo. Emmett, los Hale, Alice, Mike, Jessica y algunos amigos más de la escuela. Cuando me di cuenta ya había oscurecido, entonces Elizabeth apareció en el salón con un bonito pastel color rosa y muchas velitas encendidas de las que salían chispas. Entonaron la canción de cumpleaños y apagué las velas. Debía pedir un deseo. Y rápidamente el rostro de mi papá llegó, deseé de todo corazón que estuviera bien, donde sea que esté.
—Hora de los regalos— dijo Alice, acercándome la gran caja.
Los abrí uno por uno, Mike me regaló una muñeca de porcelana muy hermosa, yo tenía sólo dos muy viejas y casi se le habían borrado la cara. Ésta tenía un vestido de gala lleno de lentejuelas, me la quedé mirando un rato, era preciosa.
—Gracias Mike, es muy bonita— le dije y él vino a abrazarme.
Rosalie y Jasper me regalaron un vestido nuevo, algo moderno llano y a cuadros. Era moderno pero tal vez lo usaría para salir los domingos, si es que alguna vez me dejaban salir. Emmett me regaló unas botas. Jessica un par de guantes que parecían usados. También habían unas cintas para el cabello, mas guantes, una peineta de nácar y al fondo quedaban más de 5 regalos. Abrí uno rectangular. Rasgué el papel con cuidado, era un libro de cuentos, las letras eran doradas y todo lo demás de cuero. Levanté la vista pues sabía exactamente quién era el único que podría regalarme algo así.
Edward estaba sentado mirándome pero sus ojos estaban algo perdidos, como si estuviera pensando en muchas cosas, me acerquen a él.
—Es precioso, te lo agradezco— le sonreí.
—Lo que sea para mi pequeña… hermanita— dijo con una sonrisa forzada. Yo quería que sea el mismo otra vez, parecía triste, tal vez se acordó que pronto partiría. Había también un frasco de colonia, un chal tejido en hilo muy fino y por último un par de zapatos preciosos, delicados y con piedrecillas. Parecía el de una princesa. Me di cuenta que no tenía nada con que ponerme esos zapatos.
—Ese regalo es mío— dijo Elizabeth entrando al salón.
—Gracias, son como…
—Para una princesa de cuentos de hadas— dijo Alice acercándose a verlo seguida de Jessica.
El juez Masen entró en la casa en ese instante y todos se pusieron de pie para saludarlo.
—Buenas noches con todos. ¿Dónde está la cumpleañera?— preguntó, di unos pasos para que me viera.
—Felicidades Bella, ya eres oficialmente una señorita— me dio un abrazo y se marchó a su despacho.
—Creo que ya es hora de irnos— le dije a Jessica que seguía entretenida jugando dominó.
—Vete si quieres, yo todavía no quiero irme— me dijo y fui en busca de Alice.
—Alice ya debo marcharme, es de noche.
—Claro, deja que te prepare la mitad del pastel para llevártelo.
—No es necesario.
—Claro que sí. Con lo poco que debes comer, además la bruja querrá probarlo— dijo sonriendo y cortando el pastel para servirlo en pequeños platos y dárselo a todos los invitados.
— ¿Sabes porque Edward está tan callado?— le pregunté.
—No sé, ha estado muy feliz todo el día. ¿No le has dicho algo para que se ponga así?
—No. Estaba muy contento hasta que…— recordé nuestra última conversación.
—Hasta que…— me animó.
—Bueno le dije que era como un hermano—
—Bella, Bella. ¿En serio lo quieres sólo como a un hermano?
—Claro, es decir, lo quiero muchísimo, me encanta estar con él, jugar, leer, montar a caballo y es muy guapo eso es obvio pero…—
—Pero, vamos escúpelo de una buena vez.
—Se va a ir Alice y tal vez se case con Rosalie.
—Eso no va a pasar si tú no quieres— me dijo muy segura.
—Claro que sí y sé que voy a sufrir mucho pero si trato de verlo como a un hermano tal vez me duela menos.
—Entonces sí has pensado en él de otra forma— aseguró.
—No he dicho eso, tú me confundes.
—Bueno, a ver si puede pensar en él como tu hermano con esa lagarta allí— me giré a verlo, Jessica estaba a su lado con una sonrisa muy coqueta en su rostro, él parecía no oírla. Me acerqué con cautela, si había algo que de verdad me enfurecía era que ella lo trate así, como si fuera de su propiedad.
—Aún me debes un paseo a caballo. Quiero que me lleves a casa ahora, hay luna llena— ella se acercaba más a él.
—Es mejor si van en carruaje, hace frío— le respondió él.
—Pero sé que contigo estaré bien abrigada. ¿Me llevas?— condenada ofrecida, pero que se había creído.
—Edward quiero despedirme de tu mamá ¿me acompañas?— le dije tendiéndole una mano. Me miró y asintió, tomo mi mano y se levantó. Vi que Jessica me miraba enfurecida.
—Gracias, no sabía cómo quitármela de encima— dijo algo lejano todavía.
—Pues yo no vi que hicieras nada por alejarla— le reproché.
—Es que tiene razón, le debo una cabalgata.
—Pero es de noche, no pensarás llevarla ¿verdad?
—Hoy no, tal vez mañana pase por tu casa a buscarla—
—Pues que te aproveche el paseo— le dije y me alejé buscando a Elizabeth para despedirme.
No tardamos en subir al carruaje yo llevaba más de la mitad del pastel conmigo. Apenas me despedí de mi amigo. Todo se estaba echando a perder, no sabía porque, tenía una sensación de malestar y de fastidio. Yo quería que todo fuera como antes cuando podíamos correr de la mano o escondernos en un armario y pasar horas leyendo. Llegué a casa y me cambié, me metí a la cama aún triste por todo lo ocurrido, antes de dormir quise leer un poco y tomé el libro de cuentos que me había regalado Edward. Lo abrí para buscar un buen cuento pero de entre sus páginas cayó un papel. Lo abrí con cuidado, era su letra.
"Princesa salida de un cuento, quiero ser tantas cosas para ti.
Rescatarte de los dragones y de las brujas hechiceras.
Trepar una alta torre o desafiar al mal.
Estar contigo en todas tus aventuras de cuentos de hadas y también en el mundo real.
Las palabras que no he dicho o las frases que no escribo son sueños reprimidos,
letras sin sonido, tan lejanas, tan extrañas.
Sólo quédate conmigo, sonríe para mí, tómame como tu príncipe o tu vasallo,
cómo el mago o el sapo encantado pero sigue siendo mi princesa de cuentos de hadas,
no quiero estar lejos de tu vida. Sólo tú me haces soñar despierto,
sólo tú me haces volar sin alas, sólo tu… me haces escribir estas palabras"
Mi corazón se detuvo un instante. No podía pensar con claridad. Miré otra vez el papel, sin firma, ni destinatario. Pero era su letra, yo la conocía bien. ¿Lo había escrito para mí? ¿Lo había dejado a propósito para que lo encontrara? ¿Y qué quería decir con las palabras que no he dicho o las frases que no escribo? Todo mi mundo se puso de cabeza.
—Bella puedes apagar esa luz, mañana Edward vendrá a buscarme para ir de paseo y no quiero tener ojeras— refunfuñó Jessica, di gracias porque estuviera de espaldas ya que yo creía que dormía desde hace mucho rato.
— Si Jess, lo siento— Guardé el libro en mi mesita pero aquel papel lo guardé con cuidado entre mis cosas personales, junto a las joyas de mamá. No sabía si alguna vez le mencionaría esto pero estaba convencida de que a partir de ahora ya no vería a Edward de la misma forma y eso me causaba miedo.

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