20 enero 2013

Cap 7 Valkiria



CAPITULO 7

BATALLA

JASPER
Mi reino pendía de un hilo ahora. Me sentía derrotado, en manos de un extraño. ¿Cómo había llegado a esto? Debo ser un mal rey, la suerte no me acompaña.
— ¡El tesoro no puede salir de Burgundia!— James mi general, estaba enfurecido. Yo también pero estaba con las manos atadas. No podía reclamar lo que no era mío. No soy un ladrón.
—Edward es el legítimo dueño de ese oro, lo obtuvo por sus propios medios— le grité a mi consejero, general y prácticamente la única figura paterna que conocía. Pero yo era el rey y debía respetarme a pesar de todo.
—Ese herrero debe quedar ligado a Burgundia, hay que atarlo cuanto antes— me exigió. Eso no era posible, pues no era mi vasallo.
—No es uno de mis vasallos, no puedo obligarlo a nada— lamentablemente. Mi país se desmoronaba, las cosechas habían sido escasas. No soportaríamos un invierno sin oro para comprar provisiones. Gran parte de mi pueblo moriría de hambre. Tal vez haya alguna oportunidad de llegar a un acuerdo con Edward.
—Usa a Rosalie. He visto como la mira, si ella se desposa con él nos quedamos con el tesoro— dijo James. Era un buen plan, muy bueno en realidad pero no podía forzar a mi hermana. Su felicidad era valiosa para mí, ya tenía dos propuestas de matrimonio pero yo las había rechazado. Ella aún era muy joven, era mi deber protegerla. No debía venderla.
Ella era mi única familia. Yo podía sacrificarme por Burgundia pero no la sacrificaría a ella.
—Sólo si ella lo desea, no voy a presionarla— le respondí para que le quede claro. Ni forzarla ni obligarla.
—A Rose le agrada el herrero— Victoria apareció de algún lugar, siempre me asustaba porque nunca la oía venir.
—Eso lo facilitaría todo, si Edward me pide su mano aceptaré de inmediato— les aseguré, ella sonrió, aunque trataba de ser dulce no lo lograba. Sus ojos siempre eran oscuros y tenebrosos.
James y Victoria eran una extraña pareja, cuidaron de Rose y de mí cuando nuestros padres murieron.
James se encargó del trono durante mucho tiempo, mientras mi hermana y yo crecíamos, algunos maliciosos decían que quería coronarse rey pero cuando cumplí la mayoría de edad me cedió los poderes.
Ellos nos querían, Victoria siempre estaba pendiente de nuestras enfermedades y James de nuestra seguridad. No podía reprocharles alguna mala acción.
—Con tanto oro de seguro muchas princesas le serán ofrecidas, debes presionarlo un poco. Lograr su palabra de matrimonio— James era muy previsor pero un tanto apresurado.
Si mi hermana y Edward llegaban a entenderse y se casaban sería muy beneficioso. Él debía pagar una alta dote por ella y el invierno dejaría de preocuparme. Y si compartía el tesoro con Burgundia quizás yo podría… yo podría ver otra vez a Alice. Sin las presiones de un reino en peligro.
Pero no era seguro y yo necesitaba el oro más que nunca, con mi ejército reducido a menos de la mitad y mis propias arcas casi vacías sería fácil una invasión. Muchos vasallos muertos, mi hermana y yo arrestados sirviendo a otros amos. Era un futuro peligroso.
Mi viaje a Islandia fue lo mejor que me pasó a pesar de hacerme pasar por un consejero. Dejé a un lado las galas reales y fui un simple hombre. La reina Bella no aceptó la proposición de matrimonio, me rechazó como a un bicho, era hermosa pero implacable y fría.
Y allí, en Islandia conocí a Alice y no dejo de pensar en ella. Mi Alice… pero ante todo yo era rey y debía proteger a la gente que vivía en mis tierras. No podía abandonarme a mis sentimientos, un rey debe tomar decisiones difíciles por eso quemé las cartas que ella me envió, para no estar tentado a responderlas.
No podía ser, ella era… una doncella, no era noble, no le traería beneficio a mi reino. Y con todo el dolor que esto me causaba, tenía que aceptarlo y seguir con mi vida.
Ser rey no es nada fácil. A veces hay que hacer grandes sacrificios. A veces hay que poner de lado el amor.
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EDWARD
Los días iban pasando y veía las carretas llegar, todas cargadas de oro y piedras preciosas. Iban guardándolas en las arcas reales en los sótanos del castillo.
Para mí no tenía mucha importancia siempre y cuando pudiera ver a Rosalie cada tarde.
Otra luna llena llegó y me sentí triste a pesar que la vida me sonreía, no podía saber que me pasaba.
Carlisle se había marchado.
Pronto nos sorprendieron noticias de una invasión. El rey Charlie de Xantia había declarado la guerra a Burgundia al enterarse del increíble tesoro. Rose se veía muy asustada.
—Edward tengo tanto miedo— se cobijó en mi pecho, acaricié sus suaves cabellos dorados.
—Tranquila, si tu hermano acepta el reto yo me uniré a él— le dije con convicción.
—No quiero que te lastimen— gimió.
—Nadie puede hacerlo, cuando maté al dragón me bañé en su sangre, ahora soy indestructible si las leyendas son ciertas— le sonreí.
—Entonces ¿No pueden herirte?— abrió los ojos sorprendida.
—Casi— dije feliz por verla tan impresionada.
— ¿Casi?— preguntó.
—Cuando me quitaba la sangre encontré una pequeña hoja de fresno en mi espalda así que supongo que tengo una pequeña falla… justo aquí— me señalé el lugar exacto donde había estado la hoja— es mi punto débil— le sonreí.
—Rogaré porque nunca nadie te dañe allí— me abrazó.
Esa noche Jasper me mandó a llamar y me explicó las cosas. No solo había recibido una declaratoria de guerra sino que ya tenía a las tropas del rey Charlie en su territorio, habían invadido dos aldeas de Burgundia y saqueado todo a su paso.
Le prometí luchar a su lado. Salí a dar un paseo nocturno y sentí que alguien me seguía.
— ¿Edward?— era la voz de Carlisle, hacía tiempo que no lo veía.
—Que gusto, al mago apareció— le sonreí.
— ¿Qué haces aquí?— preguntó
—Yo también me alegro de verte, bueno estoy aquí porque no estoy en ningún otro lugar— le dije mordaz.
—Pensé que estabas en Islandia, desapareciste dos días y pensé que te habías marchado.
— ¿Sin despedirme?— solté una carcajada. –No tengo intensiones de marcharme— le dije.
— ¿No tenías que ir a ver a Bella?— me preguntó, al oír ese nombre algo en mi se removió pero no podía recordar de quien me hablaba.
— ¿Debería?— dije tratando otra vez de recordar.
—Eso dijiste. Tenías prisa por regresar a Islandia— me miraba confuso.
—Islandia…— ese nombre me resultaba familiar, si viajé allí hace… algunas lunas.
—De todas formas que bueno que estás todavía, Charlie está cerca, ha avanzado con sus tropas si no lo detienen arrasará Burgundia…
—Es por el tesoro— sonreí.
— ¿Tesoro? ¿El tesoro esta aquí? Creí que lo dejarías en las cuevas, perdido como debía ser. Dijiste que el tesoro estaba maldito— se alarmó.
— ¿Yo dije eso?— Bueno, el tesoro me lo guarda Jasper. Lucharé con ese tal Charlie… una vez me comentaste...
—Sí. Tu hora ha llegado. Si matas a Charlie en combate podrás reclamar tu trono, tengo pruebas de que tu padre era Sigmund el antiguo rey que Charlie y los vikingos mataron—sonreí al comprender, estaba tan cerca de lograr la mano de Rosalie.
Me preparé para la batalla. Tomé una armadura que formaba parte del tesoro. Pero dejé la espada de metal de estrella. No sería justo para ningún hombre combatir contra ella. Además yo había prometido usarla bien. No podía asesinar con ella. No debía ser usada para la violencia.
Al día siguiente salimos rumbo a Xantia a encontrarnos con el otro ejército.
Eran el doble de nosotros y las conversaciones duraron tres días, Jasper estaba cansado pero quería agotar todos los recursos para que no sea una batalla inminente, su ejército ya había sido diezmado tratando de matar al dragón, no quería más bajas.
No llegaron a ningún acuerdo así que todo se definiría en el campo de batalla. Muchos de sus guerreros estaban dudosos.
Con el sol en el cenit ambos ejércitos estaban frente a frente, yo iba al lado del rey. Como era costumbre ambos reyes intercambiaron palabras antes de empezar la contienda.
—No quiero una matanza Jasper ¿Porqué no dejamos que el mejor de tus guerreros combata contra el mío?— sugirió Charlie. Era un hombre alto y fuerte, de anchos hombros, bigote y barba espesa.
—Está bien, me parece razonable— Jasper miro a ambos lados.
—Déjame ir a mí— le sugerí. —Por favor— pedí.
—Elijo a Sam, mi guerrero mas fuerte— dijo Charlie, detrás de él apareció un hombre moreno muy curtido, era enorme y musculoso, con mirada fiera. –Sam sin ayuda ha podido derrotar a los 10 inmortales del ejército de Persia— se mofaba Charlie. — ¿Y tú Jasper… a quién tienes?
—Elijo a Edward de Renania, herrero…
— ¿Renania no está fuera de tus dominios? ¿Un herrero? Cuídate Sam puede golpearte con su yunque— todo el ejército enemigo rió.
—Edward mató a Fafnir hace dos lunas— sonrió Jasper, todos en el ejercito contrario dejaron de reír.
—Acepto el reto, tu asesino de dragón contra el jefe de mi manada— sonrió Charlie.
Empezamos el duelo, Sam se quitó la cota de malla y tiró el escudo.
Se acercó con una sonrisa de triunfo. También tiré mi escudo, no lo necesitaba.
Empezamos la lucha, yo esquivaba la mayor parte de sus golpes y él los míos pero era muy hábil y diestro, estuve a punto de caer una vez y aprovechó para hacerme un corte en el brazo pero no me dolió y el lugar donde debía haber una gran herida estaba intacto, él pareció contrariado pero siguió combatiendo.
Le hice varios cortes en ambos brazos y una pierna, ya no era cauteloso su espada no podía hacerme daño, logré tumbarlo y quitarle su espada.
Lo acorralé contra el suelo con mi espada en su cuello.
— ¿Es suficiente?— le preguntó Jasper a Charlie.
Dejé ir a Sam pero cuando llegaba a sus filas, Charlie montó en cólera y de un solo tajo le cortó el cuello a Sam.
—Idiota. Vamos a ver cómo te va conmigo— dijo avanzando decidido a volarme la cabeza a mi también. Lo esquivé.
— ¿Así que herrero?— dijo mirándome bien. — ¿Tus ojos? ¿Dónde los he visto antes?— dijo en voz alta.
—Tal vez en la mujer cuyo marido mataste hace 17 años— le respondí.
—He matado miles de hombres— se mofó.
— ¿Y a cuantos reyes?— le reclamé y se quedó paralizado, me miró de arriba abajo.
—Los dioses son benévolos— alzó sus manos al aire. –Podré concluir mi misión. Por fin el bastardo que escapó aquella noche— gritó.
Se giró a ver su ejército. – ¡Este es el hijo de Elizabeth, su antigua reina, cuando me vean matarlo espero que acaben esas tontas leyendas del rey perdido!— me miró con furia.
— ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué te hizo mi padre para que lo mataras?— pregunté.
— ¿Tu padre? Nada— soltó una carcajada. –Fue la ramera de tu madre— y cuando apenas procesaba lo que acababa de decirme descargó su furia en mí, salté hacia atrás pero no lo suficiente, la espada me llegó de lleno en una pierna, hizo un ruido extraño como si chocara contra una piedra.
Charlie abrió los ojos desmesuradamente. Casi sin pensar dirigí mi espada a su pecho y lo atravesé.
Lo vi caer de rodillas todavía con mi espada atravesándole el cuerpo.
— ¿Qué hizo mi madre?— pregunté triste y abatido.
—Tu madre… ofendió a mi señor Odín… los vikingos… venían con la misma misión… yo solo… solo… aproveché la oportunidad para quedarme con el reino de Sigmund…
—Ahora recuperaré mi trono— él sonrió antes de caer.
—No es tu trono… tú no eres… no eres…— y su rostro se quedó tieso, su mirada se volvió perdida y comprendí que había dejado este mundo y a mí con la mayor incógnita de todas.
¿Yo no era qué? No alcanzó a decírmelo.
A lo lejos escuché vítores y muchos se me acercaron. Los del ejército contrario me tomaron en brazos, los más ancianos vinieron a verme.
— ¡Si, es el hijo de la reina Elizabeth! ¡Es el nuevo rey!— gritaban.
El ejercito de Burgundia encabezados por Jasper también se acercaron a mí.
—Felicitaciones Edward, ahora somos vecinos— sonreía Jasper aunque sus oficiales estaban algo reticentes.
—Mis respetos pequeño Edward— se acercó un anciano barbado. –Soy Giraldus un súbdito de su madre, yo vine desde Glastonbury con ella— hizo una gran reverencia. –Has crecido saludablemente hasta convertirte en un hombre de bien. Te echamos de menos.
—Gracias, aunque yo no te recuerdo…— le dije y me sonrió.
—Apenas eras un niño cuando ocurrió aquello, no puedes recordar. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Dónde está mi niña?— preguntó con mucha nostalgia en sus ojos, bajé la mirada al piso.
–Entiendo, han pasado mucho tiempo. ¿Cómo falleció?— preguntó.
—No sé si ha muerto, hace muchos años los vikingos se la llevaron, no sé dónde está, si la han dañado, la han ultrajado o está muerta— dije con rabia.
El anciano abrió los ojos desmesuradamente.
—Si ellos la tienen debe estar viva, nadie se atrevería a tocarla… nadie podría, menos esos bárbaros— murmuró con seguridad.
—Iré a buscarla, apenas tenga un ejército conmigo iré por ella—a mi mente llegó un recuerdo fugaz y lejano, una voz de mujer, apenas un susurro pero se me fue como el silbar del viento.
—Somos tu ejercito— reclamó uno de los guerreros más fuertes.
–Apenas seas coronado podremos marchar a arrasar con esa casta del mal. Te seguiremos hasta el fin del mundo— me dijo otro de ellos avanzando. –Soy Seth— le estreché la mano. Con la vista busqué a Carlisle, tenía que explicarme muchas cosas.
Esa noche acampamos allí, no como enemigos sino como aliados. Jasper estaba feliz, hasta James, su consejero y general sonreía.
—Carlisle no entiendo, ¿podrás ahora explicarme quien era mi madre?— pregunté, no aceptaría sus evasivas.
—Estás a punto de ser rey, has obtenido el trono de tu padre y ahora recién puedo revelarte algunas cosas— decía mirando el fuego. –Mi esposa, Esme y tu madre son hermanas— empezó.
— ¿Entonces sí eres casado?— apenas sonreí.
—Sí. Yo estaba destinado a ella y nos desposamos muy jóvenes, allá en Avalón. Esme es la dama del lago un título que sólo ostenta la de mayor alcurnia y linaje. Tu madre era su hermana menor y fue dada en matrimonio al rey Sigmund cuando apenas era una niña— me enfureció aquello. –Esme siempre decía que su hermana no sería feliz con un rey ordinario pero fue decisión de su abuela, no se podía hacer nada. Pero tu madre era especial, apenas la conocí aunque he oído muchas cosas sobre ella. Podía hablar con los animales y escuchaba voces en el viento, según sé. Cuando ocurrió la invasión Esme me envió a buscarlos, los encontré en unas cuevas, tu madre estaba muy asustada, fue difícil que me dejara acercarme. Cuando pude hablar con ella apenas me dijo algo. Estaba como… arrepentida, se culpaba de todo. Me aseguré de llevarlos hasta Renania y establecerlos bien. Cada año iba a verlos, Esme se lamentaba por no poder conocerte, ella en su calidad de sacerdotisa no puede abandonar su puesto tantos días. Hasta que un día Esme vio que se llevaban a tu madre y me envió con prisa, sólo te encontré a ti, era demasiado tarde. Entonces decidí quedarme contigo.
— ¿Por qué no me llevaste a Avalon con mi tía Esme?— pregunté.
—Hay cosas que son difíciles de explicar ¿recuerdas que te hablé de los linajes reales? En Avalon el gobierno es femenino, no toleran hombres comunes, mientras no seas rey no puedes pisar las tierras sagradas— me sorprendió eso.
— ¿Y tú puedes entrar allí porque eres un mago?— pregunté
—Si. Aunque en Avalon solo soy un hombre. Te llevaré en cuanto te ciñas la corona. Esme muere por conocerte. Fui a verla cuando partiste a Islandia, apenas fueron dos días después de tantos años— suspiró.
—Gracias— dije apenas.
— ¿Y eso?— me miró divertido.
—Te has pasado conmigo más de 12 años, lejos de la mujer que amas y de tu casa para ver por mí. Has sido más que un amigo y maestro. Eres mi padre— él sonrió apenas.
—Gracias por eso pero creo que yo fui el afortunado, Esme nunca pudo tener hijos y creo que a veces te malcrié más de lo permitido. Eres el hijo que siempre quise tener y te has convertido en un hombre bueno y valiente. Estoy satisfecho, he cumplido— nos abrazamos con mucha emoción. Y yo tenía que ir a ver a mi tía.
La coronación fue una semana después me alegré mucho porque Rosalie vino desde Burgundia. No sé porque su lejanía me era extraña, cuando la veía volvía a recordar lo mucho que me gustaba pero cuando estaba lejos a veces se me olvidaba por momentos su rostro y escuchaba una voz en el viento. Debe ser la herencia de mi madre.
— ¿Deseas que el tesoro sea conducido a las tus arcas?— me preguntó Jasper esa noche.
—Aún no. Partiré a ver a mi tía y demoraré un par de lunas, creo que está más seguro en Burgundia— le sonreí.
— ¿Y mi hermana?— preguntó. Yo quería pedirle su mano para casarme con ella cuando regrese de mi viaje, no antes.
— ¿Crees que ella me espere?— pregunté algo nervioso.
—Con seguridad, sólo dime si tus intenciones son serias, acabo de recibir una oferta matrimonial del rey Royce II de Germania— sonrió.
— ¡No!—casi grité. –Claro que mis intensiones son serias Jasper, no tardaré— le aseguré.
—Está bien, confiamos en ti. Te llevarás a mi querida hermana y el tesoro, me dejarás devastado— se puso serio.
—Cuando me despose con Rose la mitad del tesoro quedará en Burgundia como dote— pareció gustarle la propuesta y estrechamos las manos.
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Me costó trabajo separarme de Rosalie pero Carlisle y yo emprendimos el viaje. Era necesario.
—No sabía que te gustaba la hermana del rey Jasper— me dijo Carlisle algo molesto.
—Así es ¿Nunca lo mencioné?— pregunté.
—Pensé que tus decisiones en ese aspecto de tu vida eran firmes, parece me equivoqué y no tienes las cosas claras— dijo suavemente.
—Todo está claro, me desposaré con Rosalie cuando vuelva— le dije como si fuera la verdad más importante.
— ¿Y qué hay de la dama de Islandia?— me tomó por sorpresa, no recordaba ninguna otra mujer.
—Debió ser algo sin importancia— dije todavía devanándome los sesos para recordar, a lo mejor estuve ebrio y deshonré a una doncella.
—Parecía ser lo más importante cuando volviste. Incluso me dijiste que… bueno no con claridad pero me diste a entender que pasaron la noche juntos— no podía ser verdad, yo recordaría eso, me quedé pensando en aquello el resto del viaje.
No recordaba mucho de Islandia, apenas la estrella que cayó, mis recuerdos eran confusos.
Me terminé casi todo el odre de hidromiel que Rose me preparó para el viaje. Pronto llegaríamos a las tierras donde nació mi madre, estaba ansioso de conocer ese extraño lugar.

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