20 enero 2013

Cap 6 Valkiria



CAPITULO 6

AÑORANZA

BELLA
Edward… mi amor tan cerca de mi corazón y de mi mente y tan lejos de mis brazos y mi cuerpo. ¿Cuánto tiempo más te habré de esperar?… ven a mí.
Edward, no necesitas probar que eres fuerte. No necesitas probarme tu valor. Sólo... ven conmigo. Pronto que mi corazón desespera.
Tus brazos son mi fortaleza, en tus manos pondré mis sueños, en tu pecho mis esperanzas. Encuentra el camino de regreso y seremos otra vez uno sólo corazón, una sola carne, un solo ser.
"Te amo Bella" en la distancia resuenan tus palabras pero el tiempo va lanzando su veneno y confunde mis pensamientos ¿Por qué demoras tanto?
Ha comenzado a llover, el cielo está llorando, su pena es más grande que la mía, incontables gotas buscan la tierra… buscan reunirse, buscan el mar. Te espero, te espero…
— ¿Bella? ¿Otra vez aquí?— Alice llegó a hacerle olvidar por un rato su ausencia.
—Sólo miraba el cielo— dije endureciendo mi semblante.
—El cielo no está en el camino. Un día lo verás llegar y volverá esa sonrisa que tenías cuando volviste de tu viaje— puso su cabeza en mi hombro. Ojalá eso digan sus visiones.
—Han pasado tres lunas, el bardo no ha vuelto, estoy preocupada, siento… algo en mi pecho— confesé por fin.
—Y yo no sirvo para nada— se entristeció. Sus visiones casi desaparecieron porque ella también sufría.
—Préstame a tus cuervos— le pedí.
— ¿Quieres verlo? Puede que no veas nada— se encogió de hombros. Tal vez sea cierto pero si sigo sin hacer nada, sólo esperando, tal vez termine volviéndome loca.
—No importa, tengo una extraña sensación— le dije para convencerla.
—Bien. Les diré que por esta noche deben obedecerte. Intenta conectarte con ellos— sugirió. Sonaba fácil pero en verdad no lo era. Una vez lo intenté, craso error. Pero hoy podía arriesgarlo todo, incluso morir de frío. Para ver lo que mira un cuervo hay pasar por una suerte de trance, sin abrigo, ni el calor del fuego.
Preparé todo lo esencial aquella noche. Apagué la chimenea, abrí las ventanas y me tumbé sobre una piel donde me daba la corriente de aire helado. Pasaron horas, creo, no veía más que árboles y montañas.
De pronto la sensación se hizo más fuerte, aquella desesperación me paralizó. Ya no sentía mi cuerpo y eso ni siquiera me importaba, tenía la seguridad que Edward se encontraba en peligro mortal.
No sabía cómo ayudarlo, pedí mentalmente a todos los cuervos que me escuchen que acudieran en su ayuda y rogaba porque Edward recordara mis consejos. El dragón, Fafnir, lo estaba persiguiendo. Podía oler el fuego podrido de su aliento. Podía sentir el hedor de su cuerpo de reptil. Sus ojos en llamas no me miraban, buscaban algo en aquella cueva.
"Clava la espada en su corazón" grité al sentir un fuerte bramido, nada podía hacer más que mirar la columna de fuego que escupía la bestia.
Las visiones desaparecieron, miré el alto techo de mi habitación, rápidamente tomé una cobija y me envolví. Estaba helada, casi era un trozo de hielo.
Pero eso no importaba, lo único en lo que yo pensaba era en que Edward esté bien. Y por primera vez rogué que hubiera algo más grande que los dioses que yo conocía, imploré a algo superior que te proteja y te devuelva a mí.
.
.
EDWARD
Salí de Burgundia lo más rápido que pude, pero un extraño sopor empezó a calentarme el cuerpo.
—Te acompañaré hasta el lugar, no te dejaré solo— decía Carlisle pero su voz se oía lejana.
La imagen de mi amada que permanecía fuerte pronto se volvió borrosa, todo parecía desvanecerse, apuré el caballo como queriendo atrapar todavía el recuerdo.
Mientras el viento me daba en la cara el rostro de Rosalie aparecía en mi memoria. Era extraño, yo no podía pensar en esa princesa yo quería a… mi valkiria… a Bella, pero no lograba fijar su imagen.
—Estoy preocupado, no he podido hallar a Mime, creo que esa bruja o alguien más le han hecho algo—me comentó mi maestro.
Llegamos a un gran valle unos días después. Carlisle se veía apesadumbrado.
—Esto es lo más difícil que harás en tu vida— dijo Carlisle
—No lo creo. Tengo las cosas claras…eso creo… ¿hoy hay luna llena? La tercera luna llena— murmuré.
— ¿Y eso?
—Debemos hacer un señuelo, no recuerdo bien pero sé que debo alcanzar su corazón o la panza del dragón, allí es débil— trataba de recordar cómo enfrentarlo pero se me estaba olvidando.
— ¿Edward? ¿Tienes miedo?— preguntó.
—No. Sólo que tenía un plan y se me ha olvidado. El dragón… tengo que hacer un señuelo…
— ¿Estás hablando en serio?— dijo él.
—Los ojos… el dragón no ve bien— murmuré tratando de recordar mas pero mientras más me esforzaba, más recordaba Burgundia y con ello a la princesa.
—Claro. Esa es una idea estupenda ¿También consejo de tu Bella errante?— preguntó, sonreí al escuchar su nombre porque me había olvidado de ella.
—Yo debo… arrastrarme hasta sus costados y atacarlo…desde abajo…su panza es débil…— murmuré.
—Si, eso he leído pero no estaba seguro, es difícil comprobar todo lo que hay escrito sobre dragones. Haré dos señuelos y mucho ruido mientras te escurres dentro.
Carlisle se puso a trabajar mientras yo miraba al horizonte cada vez más lejos de mí.
—Si no te conociera diría que estás asustado, debe ser la tensión antes de la batalla. Todo listo. Cuando quieras— dijo Carlisle, me abrazó y me dio la espada. Caminé con seguridad hasta la entrada de la cueva
"Brindemos por tu hazaña, sé a dónde vas y quiero que me traigas la cabeza del dragón ¿Podrás?" recordé las palabras de Rosalie.
Tomé una de las desviaciones en la cueva y seguí escurriéndome.
Me sobrecogió un olor terrible como a podrido, fui sintiendo huesos en el suelo.
La luz de la luna se escurría por algunas grietas.
De pronto a lo lejos se oyó un retumbar y me agazapé. Esperé unos minutos para poder seguir. Llegué al centro de la cueva y el pude ver la espantosa figura del dragón mientras mi corazón parecía adormecido, no podía sentir emoción alguna.
Fui avanzando a paso seguro y sin hacer ruido hasta alcanzar uno de sus flancos. Casi me aplasta, parecía muy enfadado y despedía fuego por la boca mirando a la gran salida de la cueva.
Cerca había un arroyo pequeño y caminé por allí para que no me notara. Otra vez quedé muy cerca de él y sin pensarlo mucho me abalancé a clavarle la espada pero no recordaba exactamente dónde, salí despedido junto con un puñado de gruesas escamas.
Me levanté cuando él se giró a verme, sus ojos eran fuego puro, estaba preparándose para atacarme. Corrí en dirección contraria escondiéndome entre unas rocas. Esperé a que me buscara y de pronto quedé justo debajo de su panza.
"Clava la espada en su corazón"escuché una suave voz que parecía en el viento. Un cuervo graznó a lo lejos.
Sin pensarlo me ubiqué cerca y con todas mis fuerzas hundí la espada hasta su empuñadura en el corazón de Fafnir. Se tambaleó tanto que por poco me alcanza con la cola.
Cayó abatido cerca del riachuelo. Tenía que bañarme con su sangre, aproveché que ella corría y fue a dar a una hendidura juntándose con agua, me quité la ropa y me hundí en el rojo líquido, todo mi cuerpo quedó de color escarlata, esperé así un rato y luego me enjuague con agua clara y limpia pero en mi espalda encontré una hoja de fresno. Fresno... me recordaba a… una nube blanca cubrió lo que quería recordar y pensé en Rosalie.
"Tráeme una prueba de que el tesoro existe, una pequeña prenda para mí".
¡El tesoro!
Hice fuego y busqué por toda la cueva, me sorprendí al ver que el nido del dragón estaba lleno de oro. Habías tantas joyas, suficientes para llenar tres habitaciones completas, sacarlo de allí tomaría mucho esfuerzo.
Estiré mi brazo hasta ellas y algo me retuvo. Pero al girarme pude ver un hermoso anillo sobre una gran piedra. Un anillo de oro que brillaba más que una gema.
"Tráeme una prueba de que el tesoro existe, una pequeña prenda para mí". Volví a recordar. Tomé ese pequeño aro y lo miré de cerca. Era como para el dedo de una mujer, sonreí, sabía a quién dárselo. A la princesa, quien me había pedido algo del tesoro. A Rosalie cuya imagen no podía apartar de mi mente.
Al salir de la cueva me alarmé, vi a Carlisle al lado de una piedra, parecía herido. Me acerqué a socorrerlo.
—No es nada, me distraje un momento cuando vi una bandada de cuervos llegar del norte y el fuego de Fafnir casi me hace barbacoa— rió.
—Ya está hecho— dije apenas.
—Ya que lo mataste seguramente tomarás el caballo y no te detendrás hasta el puerto. Buen viaje— me deseó, yo no sabía de lo que hablaba.
—Debes ayudarme a cortar la cabeza y llevarla a Burgundia— murmuré.
—Creí que no querías la gloria— se mofó.
Se levantó y me acompañó. Batallamos un poco para llevar la enorme cabeza hasta una carreta que seguramente habían dejado los guerreros que vinieron antes que nosotros. Dormimos un poco y al amanecer salimos rumbo a Burgundia.
—Te noto callado— me dijo Carlisle.
—No lo sé… es como si… olvídalo, son ideas mías— todo el camino no hablamos mucho, yo estaba aún un poco confundido pero sabía que si veía el dulce rostro de Rosalie mis dudas acabarían.
Llegamos a Burgundia tres días después ya que el camino con semejante cosa era muy difícil, además estaba comenzando a oler mal.
Nos recibieron con algarabía, todos gritaban a nuestro lado, toda la población salió a vernos pasar. Al llegar al palacio el rey en persona salió convaleciente a recibirnos, su hermosa hermana estaba a su lado y me sonreía mucho.
—Lo has logrado. Edward, mereces un reino— dijo Jasper cerca de mí.
—Le traigo la cabeza del dragón como le prometí a su hermana— dije con cortesía, el se giró a ver a Rosalie que llegó a nosotros.
—Le pedí su cabeza cuando estabas malherido hermano— dijo ella con temor.
—Así que tres ejércitos no pudieron con ese bicho y tú enviaste al herrero. Rose, eres terrible— le revolvió el cabello, ella volvió a sonreír.
Cuando vi que los guerreros se llevaban la cabeza del dragón instintivamente saque mi cuchillo y quité un diente, uno pequeño y me lo guardé, no sabía porque, le até una cuerda y me lo puse al cuello.
Fui llevado a uno de los aposentos reales, Carlisle se notaba esquivo y prefirió quedarse en nuestro antiguo alojamiento. Me bañé y cambié mis ropas por prendas finas.
El rey me esperaba en su despacho. Cuando llegué me encontré con sus generales que habían sobrevivido y sus consejeros, para mi sorpresa Rose estaba con él.
—Queremos hacerte un homenaje Edward. Tú no eres mi súbdito con lo cual el tesoro en pleno te pertenece pero gustoso podría guardártelo hasta que lo necesites— miró a su hermana. Ella me tendió un vaso de vino y todos brindarnos.
—Por Edward, asesino de dragones— levantó su copa el rey. Todos lo imitaron.
—Le estoy agradecido rey Jasper y sería un honor para mí compartir el tesoro con su reino y que sea guardado en su bóveda hasta que me haga falta— todos aplaudieron y me sirvieron más vino.
Escuché palabras insulsas de su demás subordinado pero yo no podía apartar la vista del hermoso rostro de Rosalie. Era perfecta.
Cuando casi todos se hubieron marchado ella se acercó a mí.
— ¿Me trajiste una prenda?— pidió con ojos arrobadores.
—Si— dije y saque de mi bolsillo aquel anillo. Quedó boquiabierta al verlo.
—Edward, es… no tengo palabras— dijo mirándolo con dulzura.
— ¿Qué tenemos aquí? Me voy a poner celoso ¿Te está dando un anillo?— dijo Jasper mirando el anillo con codicia.
—Le prometí también una muestra del tesoro y le traje lo que tenía más a la mano. Espero que eso no le desagrade rey— le dije respetuosamente.
—Nada de rey, soy Jasper de ahora en adelante y si es un trofeo no puedo oponerme a que se lo des a mi hermanita. Ella lo llevará con gusto ¿verdad Rose?— le dijo sonriente.
Ella asintió, recibió el anillo y se lo puso en un dedo. Se veía espléndida la joya en su nívea mano.
Los tres días siguientes no vi a Carlisle porque no le apetecía el palacio pero yo todo el tiempo estuve cerca de Rosalie, hablar con ella era una delicia, verla hablar quiero decir porque sus pequeños comentarios eran algo superfluos.
—Rosalie… no sé que me sucede, no puedo apartarte de mis pensamientos— le confesé la tercera noche después de haber cenado a la mesa real.
—Edward, eso es… muy halagador pero yo soy una mujer muy romántica. Necesito que me cortejes antes. Luego podrás hablar con mi hermano— me sonrió.
Estaba feliz, me había permitido al menos cortejarla, eso me daba esperanzas, cuando ella esté lista hablaré con Jasper. Pero yo era un simple herrero, Carlisle me había dicho una vez que podía reclamar un reino, tal vez si yo fuera rey, Jasper no tendría reparos en dármela en matrimonio.

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