20 enero 2013

Cap 5 Valkiria



CAPITULO 5

ENGAÑO

ROSALIE
—No te atrevas a salir esta noche— me amenazó mi hermano.
No podía negarme esto... ¡era Beltane!, una festividad para celebrar. Sé que había mucha gente de duelo aún pero ahora todos volvían a tener esperanza.
Me escabullí por mi ventana después de haberle pedido a Charlotte que me consiguiera vestidos de aldeana. Quería ver la fiesta desde dentro, me había pasado dos semanas preparando mi máscara.
Apenas llegué me tomaron de un brazo y me arrastraron al ruedo, todo mundo bailaba y sonreía. Bailé hasta que me dolieron los pies y me quedé sin aliento. Estaba muy acalorada por el fuego, desde niña había visto estos bailes desde mi ventana. Las fogatas eran inmensas y la música muy alegre.
Fui por un poco de agua, sabía que no tenía mucho tiempo, si Jasper se enteraba que salí me azotaría. Sonreí, jamás había hecho eso pero no quería darle motivos.
Me senté al lado de un joven apuesto y que no traía máscara. Se notaba esquivo, me preguntaba cómo reaccionaría si me quitara la máscara. ¿Lo dejaría sin aliento como a todos los demás?
Aquel tipo se fue pronto y no me dejó probar.
Regresé inmediatamente a mi habitación antes que se dieran cuenta que me había escapado. "Una princesa no puede mezclarse con la plebe" diría Victoria, mi nana. Ella tenía tanta fe en mí, desde pequeña siempre me decía que algún día me casaría con un rey, que lo había visto en mis estrellas.
.
Tres días después volví a ver a aquel joven apuesto en el palacio, estaba espiando cuando Victoria me sorprendió.
— ¡Rosalie!— gritó molesta.
—Lo siento Victoria— le dije asustada, me miró y entreabrió la puerta por donde espiaba. Apenas la vi enfocar la vista en los recién llegados se puso pálida.
—Es el discípulo del mago...— murmuró.
— ¿Lo conoces? ¿No es guapo?— solté una risita.
—Es un aprendiz de mago tonta, aléjate de él—me reprendió.
—Es muy joven para ser un mago, debe tener mi edad— volví a mirarlo — ¿Qué te parece? ¿No es el chico más guapo del reino?— le pregunté.
—Es sólo un chiquillo… —entonces ella volvió a mirarlo. —Aunque creo que... podría ser él…— murmuró.
— ¿Él quién?— pregunté, ella era tan pero tan misteriosa cuando quería.
—El hijo de Elizabeth, tiene sus ojos y la edad coincide. Sabía que no en vano Carlisle dejó tanto tiempo sola Esme…— no entendía nada de nada.
— ¿Quién?— pregunté.
—Ponte el vestido más hermoso que tengas. Rápido— me urgió.
Cepilló mis cabellos y me roció una colonia de fiesta que ella misma me preparaba.
—Vi, ¿porque me pones eso?— pregunté.
—Dale esto a Jasper— me entregó un papel.
—Pero está ocupado— me quejé.
—De inmediato. ¡Ahora!— me gritó, salí a regañadientes, a mi hermano no le gustaba que lo molestaran.
Cuando llegué Jasper probaba una preciosa espada por todo el salón.
—Es magnífica— sonreía mi hermano. –Saldré apenas tenga noticias de mi ejército— dijo animado.
—Buen día hermano— lo saludé.
—Rose— se acercó a mí.
—Te envían esto— le tendí el papel.
—Gracias. Ella es mi hermana Rosalie, él es un magnífico herrero de Renania— nos presentó y se giró a leer el papel. Le sonreí ampliamente al ¿herrero?
—Hola extraño, puedo verte— le dije para recordarle que ya nos conocíamos. Sonrió un poco, casi nada.
—Soy Edward, creo que ya no somos extraños— dijo muy formalmente.
—Una moneda por tus pensamientos— quería verlo sonreír.
—Pienso el algo maravilloso— dijo apenas. Estaba segura que se refería a mí, a lo mejor era muy tímido.
— ¿Algo o alguien?— necesitaba saber si era libre.
—Alguien… la mujer más hermosa de la tierra— dijo mirando por la ventana hacia las montañas. ¿Pero si yo era la más hermosa? Seguramente no se atrevía a decírmelo de frente.
— ¿Una dama de baja o alta alcurnia?— le seguí el juego.
—De mucha alcurnia…la más alta— suspiró suavemente, luego me miró como si de pronto reparara que todavía estaba allí. — ¿Y usted princesa está casada?— preguntó, eso terminó de enfadarme, no estaba hablando de mí.
—No y sólo me casaré por amor— dije y me fui con la cabeza muy en alto.
— ¿Te vio?— dijo Victoria que me esperaba.
—Sí. Apenas— dije molesta.
—Él matará al dragón— dijo ella y abrí los ojos como platos. Entonces si él mataba al dragón y las leyendas eran ciertas era el rey perdido de Xantia. Quería saltar de alegría, por fin el rey que necesitaba. Pero a él parecía no gustarle.
—Entonces el tesoro… será… nuestro— seguía trazando sus planes mi nana, siempre tan misterios, si no estuviera segura que me quería mucho le tendría miedo.
—No le gusto, creo que está enamorado de otra…— dijo poniéndome seria. Tenía que aceptarlo para una relación se necesitan dos y Edward parecía no estar afectado por mi belleza.
—Ese no es problema, estamos en luna menguante— sonrió Victoria, cuando miraba así me daba miedo. –Le gustarás… pronto— dijo y salió.
Esa tarde tuve mi periodo y me fui a dormir temprano pero los cólicos me atormentaban, busqué a Victoria pero no pude hallarla. Traté de recordar la planta que me daba en infusiones y tampoco había y si enviaba por ellas a alguna doncella lo más probable es que me trajeran otras, ella plantaba a la entrada del bosque todo tipo de plantas medicinales.
Me envolví en una capa delgada y salí a hurtadillas.
Cuando llegué me sorprendió verla a mi nana allí. Me senté entre los arbustos para poder ver que hacía al lado de un caldero, echando algo blanco por todos lados.
Luna menguante, has que su corazón vague sin rumbo…
Su dulce recuerdo empequeñezca, su corazón se enfríe.
Bebiendo mi poción, del amor pasado no hay recuerdos y nada prevalece.
El nuevo amor se endulza y se hace más fuerte,
Abriéndose paso a través del pasado,
Más fuerte que la plata, el diamante y el oro…
Bebiendo mi poción el amor nuevo brota,
Sobre mi poción nada es más fuerte...
Estaba aterrada, Victoria era una bruja, una de verdad, me fijé en el suelo había un círculo y una estrella de 5 puntas dibujada en la tierra. No esperé a que terminara sus brujerías, salí de allí antes que pudiera verme.
La escuché entrar en mi habitación cuando me creía dormida, me acomodó las cobijas y me dio un beso en la frente como cada noche.
A la mañana siguiente quise enfrentarla pero había listones negros en muchas casas. El segundo grupo de guerreros había fracasado, entonces mi hermano partiría pronto. Se me encogió el corazón.
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EDWARD
Empecé a forjar mi espada el día que el rey salió con su ejército.
Carlisle me dejó sólo, según él, ya estaba listo para esta misión. Yo no tenía dudas dentro de mí. El amor que Bella había despertado en mi interior era toda la fuerza que necesitaba.
Como buen discípulo había visto muy de cerca la forja. Era mucho más que darle forma al metal.
Cuentan las antiguas leyendas que un hombre se forja a sí mismo con su trabajo. Para mí, los sueños se hacen realidad aquí en mi fragua.
Una espada para proteger y no para asesinar.
Una espada para sacar al guerrero interior.
Usar sólo la energía constructora, sin sentimientos de violencia o venganza.
Tenía todos los elementos. El metal simbolizaba la tierra, el agua es necesaria para templarla, el aire proviene del fuelle y el fuego está en la fragua. Mi mente le da forma y mi corazón le da vida.
Thor, señor de la fragua, guía mi martillo,
Que mi espada sea luz en la oscuridad,
Fuerza para los débiles,
Esperanza para los oprimidos.
Señor, hazme digno de esta espada
No me di cuenta del paso del tiempo, me tomó algunos días terminarla. Cuando estuvo lista la probé en el yunque que sirvió para forjarla. El débil metal terrestre no resistió y se partió en dos. Y la espada seguía intacta.
Debía llevar un nombre, cada espada al igual que las personas necesita un nombre. "Balmung" que significa única. Porque no hay otra como ésta.
Terminado mi trabajo Carlisle regresó conmigo. Como buen maestro revisó la empuñadura, la hoja y estuvo conforme.
—Digna de ti. Realmente es tu opus magnus Edward. Recuerda siempre aquel dicho— me recordó.
"No me saques sin razón. No me guardes sin honor"— le recité aquel canto que escuchamos entre los antiguos pueblos guerreros de la niebla. –Esta espada tiene una misión, no voy a emplearla para mi orgullo personal— le aseguré. Sólo debía ser utilizada para matar a Fafnir, el dragón.
— ¿Cuándo partimos?— preguntó Carlisle.
—Esta misma noche, ya he perdido demasiado tiempo—
—Prepararé todo. Voy por los caballos, tengo parte de las provisiones. Te espero en la quebrada, cerca del río.
Guardé todo. No necesitaría más esta forja, bien podría dejarla aquí. Después de matar a Fafnir no volvería. Partiría por otro camino, el más corto hasta Islandia, dónde ella me esperaba.
—Necesitamos cuchillos— entraron dos hombres jadeantes. Parecían recién llegados, sus ropas hechas girones y su desesperación me alarmaron.
— ¿Qué ha pasado?— pregunté, buscando las hojas mas afiladas.
—Sólo hemos vuelto nosotros, el general y el rey. La bruja va a curar al rey, quiere un cuchillo al rojo vivo—
— ¿Y el resto del ejército?— pregunté.
—Todos cayeron. Nosotros permanecimos lejos cuidando la carreta aún así el retumbar de la tierra era insoportable.
— ¿El rey está herido?
—De gravedad. Pero la bruja lo va a curar, ella no lo dejará morir— tomaron el arma que les di y salieron veloces.
Era hora de partir y de inmediato. Caminé en la noche pero las puertas del pueblo estaban cerradas. Al pedirle al guardia que las abriera fui llevado cerca del castillo.
No quería enfrentarme a ellos con la nueva espada, podría atravesarlos como mantequilla.
— ¿Quién osa abandonar el pueblo cuando su rey agoniza?— era el general el ejército, un hombre desagradablemente tirano.
—Soy Edward de Renania, un herrero. No soy vasallo de este reino—
—Estás aquí y aquí te quedas. Necesitamos armas, no te marcharás— amenazó.
—Soy un hombre libre. Nada puedes hacer para impedirlo.
Desenvainó su espada para atacarme, pero yo no podía hacer lo mismo.
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ROSALIE
Jasper regresó herido y sangrante, tenía parte del cabello chamuscado.
Victoria y James estaban alarmados. Nuestra nana esparcía ungüentos y cantaba sortilegios alrededor de mi hermano. La gente afuera lloraba y oraba a los dioses para que su rey no muera de pronto oí un murmullo. Victoria me alcanzó y me llevó a un lado.
—Él partirá hoy, las estrellas son propicias, hay luna creciente. Debes darle a beber esto— me entregó una pequeña botella. No quise recibirla.
—No… si él me ama que sea por voluntad— me rehusaba usar las artes oscuras para mi beneficio. No era justo.
—Jamás te amará por voluntad, hay que actuar. Sólo un sorbo hoy para que en su travesía su antiguo amor se debilite. Cuando regrese deberás darle a beber cada noche hasta que su amor por ti se haga fuerte… tres gotas en su bebida es todo lo que necesitas ¿No quieres ser reina?— preguntó.
— ¿Cómo seré reina? Él es sólo un herrero— murmuré.
—No es sólo un herrero, él es un príncipe, sabes bien la leyenda, cuando mate a ese dragón tendrá un tesoro y un reino que recuperar. Y tú a su lado serás la reina más hermosa y poderosa de la tierra, como te prometí. Vamos mi pequeña Rose ¿No confías en tu Victoria?— me sonrió tiernamente. Recibí la botellita con miedo.
Me fui a mi habitación y preparé una copa, vacié vino y le agregué las tres gotas, las manos me temblaban.
Cuando bajé escuché una pelea, salí a mirar y pude fijarme que Edward peleaba con James. Al verme ambos se detuvieron.
— ¿Por qué pelean cuando mi hermano se debate entre la vida y la muerte? –les grité.
—Lo siento princesa— dijo James. –Este herrero se marcha y trato de impedirlo, necesitamos que forje mas espadas para el próximo ejército— Se excusó.
—Edward por favor sígueme— entré a palacio, ya dentro simule servir las copas aunque una ya estaba llena.
—Princesa debo partir hoy mismo— trató de excusarse él.
—Lo sé. Brindemos por tu hazaña, sé a dónde vas y quiero que me traigas la cabeza del dragón ¿Podrás?— pedí alcanzándole la copa.
—Yo no volveré, debo seguir mi camino— dijo mirando la copa, las tripas se me revolvieron pero me recompuso él no sabía que le estaba dando.
—El tesoro… ¿Qué harás con él?— pregunté él dio el primer sorbo a su bebida.
—Ese tesoro está maldito, no debemos tocarlo— dijo dudando de mí, dio otro sorbo y de pronto se vio aturdido.
—Pero ese tesoro será tuyo y debes reclamarlo. Tráeme una prueba de que el tesoro existe, una pequeña prenda para mí— pedí haciendo un pequeño puchero, él me miró asintiendo y se tomó el resto de la bebida. Otra vez lo vi turbado.
—Como mande su alteza— dijo mirándome confuso.
Cuando salió mandé llamar a James para ordenarle que lo dejara partir.

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