21 enero 2013

Cap 19 Valkiria



CAPITULO 19

DESENLACE

ROSALIE
Victoria había regresado esta mañana, me asusté y permanecí en mi habitación. Por la noche llamó a mi puerta.
—Mi niña por favor, háblame, te necesito— dijo lastimeramente. Le abrí aún con miedo.
— ¿Si?— dije abriendo sólo un poco mi puerta. Se veía demacrada y llorosa.
—Rossi, es mi James— la dejé pasar porque estaba realmente mal.
— ¿Qué le pasa?— dije preocupada, James siempre había sido muy bueno conmigo.
—Ha muerto— dijo ella.
— ¿Qué le ha pasado? ¿Dónde está?— salí a la puerta.
—Allá en las tierras bajas.
— ¿Cómo lo sabes? ¿Ha llegado un mensajero?— pregunté.
—Lo sé. Lo he visto. Fue tu hermano, Jazzi lo mató— gimió.
— ¿Cómo que lo viste? Jasper no haría tal cosa, James es nuestro general y nuestro protector, mi hermano jamás lo mataría. Cómo puedes decir tal cosa— grité.
—Yo lo veo todo Rossi. Y tú deberías aprender a hacer lo mismo. Tu hermano ha mostrado que es fuerte a pesar de todo. Pero tú eres la que me preocupa. Encerrada en este castillo, tan hermosa. Puedes tener al mundo a tus pies si sólo lo intentaras— me alejé de ella.
—Yo sólo quiero regresar a Burgundia, a mi casa. No quiero nada más. Volveré con Jasper a nuestro castillo y expiaré mis culpas, ya he hecho demasiado mal— dije firmemente.
— ¿Expiar culpas? Te has vuelto loca. El imbécil que te despreció pronto morirá si es que no lo ha hecho ya. Eres libre y Jasper tiene ahora todo el tesoro de los nibelungos— dijo mirando mi mano. Miré la sortija que Edward me dio como ofrenda cuando mató al dragón y de inmediato me lo quité.
— ¿Edward ha muerto también?— grité llorosa. Victoria tomó el anillo que dejé y lo miraba con vehemencia.
—Pronto morirá, era el único obstáculo entre el tesoro y ustedes, ahora son los amos— parecía demente, realmente Victoria había perdido la razón.
—Yo no quiero el tesoro, ni una corona. ¡Edward no está muerto!— le grité.
—Pronto dejará de existir y serás libre para casarte con otro rey, con más tesoros, yo misma buscaré uno de entre todos, el más rico, el más poderoso…—
—Cállate, no puedes saber cuándo morirá alguien y no permitiré nunca más que gobiernes mi vida. Yo ya amo a alguien y no es un rey, no quiero más de tus brujerías ni abominaciones…— sentí un fuerte golpe en la mejilla y caí al suelo.
—Tú harás lo que yo diga, me debes respeto y obediencia— me gritó.
—Tú no eres mi madre— le grité, entonces escuché trompetas que anunciaban el regreso real, Bella o Jasper. Me asomé al balcón y vi a mi hermano en un caballo, a Emmett en otro y en una carreta estaba Edward, parecía herido.
Salí veloz hacia las escaleras dejando a Victoria sola. La culpa me carcomía, me sentía culpable de todo esto. Jamás debí escuchar a mi nana.
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EMMETT
Llevamos a Edward al castillo, nos tomó varias horas pero yo no tenía esperanzas que llegue vivo al amanecer. ¿Dónde estaba Bella o Alice?
No sabía qué hacer.
Rosalie salió a recibirnos, traía los cabellos revueltos.
— ¿Está muerto?— preguntó llorando mientras miraba a su esposo, sentí un retorcijón de celos.
—No, pero está débil debemos atenderlo de inmediato— ordenó Jasper.
Entonces de entre las sombras la pelirroja se asomó, Rose se abalanzó sobre ella.
—Bruja, maldita bruja— le gritó.
—Tú eres como yo Rossi, eres como yo…
—No. Yo no quise nunca herir a nadie…
—Pero lo hiciste, tú decidiste, iniciaste todo… ahora mi parte ya está hecha— la vieja rió.
—Vas a arder en una pira, yo misma te voy a quemar— le gritó Rosalie.
—Cálmate Rose, ven conmigo— le dijo Jasper.
—No te atreverás, no puedes mi Rossi querida, no puedes. Anda Jazzi, dile porque no puede quemarme, dile que ella no tiene el valor que tu si tuviste…
—Cállate maldita mujer, tú no eres nada nuestro— le gritó él. La pelirroja solo reía.
— ¿Recuerdas Rossi? "Vuela entre sueños, hasta las nubes, vuela entre sueños, hijo querido" — la bruja pelirroja empezó a cantar.
—Cállate bruja— le gritó Jasper.
—Jazzi, Rossi, mis pequeños— dijo la mujer.
—Átenla y llévense a esta bruja, pónganla las mazmorras—ordenó el rey.
—Jass, ¿Es cierto?
—No lo sé, no lo sé. ¿Podemos hablar de esto luego?— entraron al castillo y yo me limité a seguir al lado de Edward. Pronto uno de los curanderos Burgundios llegó y batallaron hasta la madrugada tratando de sacarle la punta de la lanza. Edward había perdido mucha sangre, me sorprendí al ver el líquido rojo oscuro, casi azulado. Era raro ver una sangre así.
Pero nuestro amigo no parecía mejorar. Horas después, Edward dejó de respirar. Solté unas lágrimas al ver su cuerpo frío y sin vida.
Jasper me envió a construir una barca funeraria.
—Debemos esperar a que vuelva Bella— pedí.
—Es mejor hacerlo pronto, sé que ella no soportará verlo así. ¿Quieres que tu reina se quite la vida?— preguntó, no entendí aunque algo suponía. Bella parecía enloquecer cuando Edward estaba cerca. Conociendo su temple, estaba seguro que cometería una locura, no soportaría verla así. Jasper tenía razón, sería mejor que cuando ella vuelva no encuentre el cuerpo de Edward.
Mandé a preparar una barca fúnebre con los mejores adornos, dignos de un Rey. Edward había salvado mi vida una vez, no podría intentar nunca nada con Rosalie por mi deuda. Ella se marcharía de aquí pronto y yo seguiría siendo el general de Islandia.
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EDWARD
Concentrado en la lucha, uno tras otro hacía caer con mucha tristeza a los soldados de Burgundia, mis amigos. Sus generales tenían las órdenes de acabar con nosotros, no sabía quién los comandaba.
De pronto sentí el metal atravesar mi carne, el frio penetró mis huesos. Mi espalda, mi punto débil. Sólo Rosalie sabía, sólo a ella le dije alguna vez.
Caí en un torbellino. Los recuerdos volvieron con más fuerza, volví a revivir cada segundo de mi vida con rapidez.
Yo no quería morir aún, no sin verla antes. Sus ojos, su voz. Bella, Bella, ven a mí.
La muerte era fría, no hay calor cruzando el umbral. Escuché el canto de la muerte cerca pero no llegó por mí, hasta la muerte me había abandonado.
Podía escuchar a mí alrededor el llanto de mucha gente. Jasper, Emmett, Rosalie. ¿Dónde estaba Bella?
Muchas manos me tocaron, mis ojos no se abrían. Fui depositado en algo blando. A través de mis parpados podía sentir la luz y el aroma de flores, debía estar amaneciendo. Pero yo no estaba respirando, mis sentidos estaban desconectados ¿Cómo podía percibir el aroma de flores entonces?
Pronto un calor me llegó, quise que fuera más intenso para poder moverme y salir de este trance. El piso se movía, un suave vaivén me mecía. Las voces y los llantos eran cada vez más lejanos.
Me decían adiós.
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BELLA
No sentía mis manos. Cuando el bote tocó tierra, apenas amanecía. Subí la colina y divisé el castillo.
"Edward… no puedes irte, no sin mí".
Seguí corriendo casi sin aliento, no había gente en el castillo, apenas me asomé al gran salón. Vi dos mujeres caminando con flores en las manos y las alcancé.
— ¿Dónde está Edward?— pregunte.
— ¿Majestad? ¿Es usted?— preguntaron.
— ¿Donde está Edward?— tire de una de ellas.
—El rey de Xantia ha muerto y vamos hacia su funeral— respondió, el aire escapó de mis pulmones.
Corrí hacia el lago, apenas veía, las lágrimas empañaban mi vista.
En el embarcadero había una barca fúnebre, cubierta de hermosas flores, joyas y demás adornos. En el centro estaba él. Pálido como la muerte, hermoso como un dios. Avancé lentamente.
Un lacayo empujó la barca y ésta empezó a alejarse, no podía irse sin mí.
Escuché el silbido de una flecha que limpiamente aterrizó en un montículo de paja dentro de la barca.
"Edward, no me abandones"
Sentí unos brazos fuertes cerrarse en torno a mí. Me liberé al instante.
—Bella, Bella escucha, el ha muerto…— era Emmett quien me hablaba pero yo no quería oírlo. Volvió a intentar detenerme pero yo no podía quedarme aquí. No podía verlo partir.
—Escúchame, no hay nada que puedas hacer…— me liberé de sus brazos y mi general salió despedido por los aíres.
Si podía hacer algo… irme con él.
Caminé por el embarcadero y empecé a correr, me impulsé en el último madero y caí en la barca… al lado de mi amado. El fuego empezaba a incendiarlo todo, no me importaba.
Me acerqué a él. Era perfecto, siempre lo sería.
No pude evitarlo, llevé mis labios a los suyos, quería sentirlo por última vez.
Sus ojos se movieron y volvieron a mirarme, lloré de alegría.
—Bella— murmuró. –Ahora te recuerdo, recuerdo la promesa que rompí ¿podrás perdonarme?
— Quítame con un beso la vida mortal que no ansío nada más que yacer a tu lado por toda la eternidad— le respondí.
— ¿Me has perdonado?
—Nada hay que perdonar, nada amor mío. Ya estamos juntos para siempre.
—Sálvate Bella, no me sigas, yo ya no puedo volver, vive por mi— su voz se apagaba.
—No podría vivir en un mundo donde no existas…— me eché a su lado y tomé su mano.
— ¿A dónde iremos entonces?—preguntó casi no tenía aliento, sus fuerzas lo abandonaban.
—No importa, mientras estemos juntos— le susurré, vi una sonrisa que adornó su rostro.
Entonces la vi. El hada de la muerte llegó sobre nosotros, tomé con más fuerza la mano de mi amado preparándome para que nos llevara a los dos, ya sentía el ardor del fuego en mi piel.
Una nube nos cubrió por completo y me dejé llevar, con Edward a mi lado no había nada que temer.
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ALICE
Bella se perdió en el horizonte, tenía mucho miedo de no volver a verla, sabía que ella no dejaría partir a Edward sólo. Mi amiga, mi hermana. ¿Qué sería de mí sin ella?
Entonces un brillo me distrajo, Elizabeth tenía un cuchillo en sus manos y se lo incrustó a un lado del estómago. Corrí hacia ella para detener su caída.
—Está bien, no la detendremos pero podemos distraerla— me dijo sonriendo
Toda la noche la asistí mientras ella cantaba…

Dulce agonía, sangre mía,
castillo de dolor.
Ven por mí.
Busca mi alma,
extingue mi vida,
enmudece mis labios,
tapa mis oídos,
ángel negro te espero
a ti hada de la muerte...

El mar se calmó, empezamos a navegar más rápido.
Llegamos cuando ya aclaraba, bajé de un salto. Elizabeth estaba herida y no podía caminar. La bajamos en unas mantas.
—Pequeña, no tengo mucho tiempo. Necesito pedirte algo.
—Lo que quiera.
—Algo que te va a doler pero debes confiar— me dijo, algo me decía que en verdad no me iba a gustar lo que pediría.
—Lo que quiera.
—Necesito tres cuervos.
—De inmediato—mire al cielo para llamar a mis amiguitos.
—Pero no te los devolveré— volví mirarla.
¡Ella los quería sacrificar!
Mis aves, mis amigos... eran mis ojos en el mundo, si los entregaba, no volverían a confiar en mí.
— ¿Es necesario?— dije lloriqueando.
—Si— dijo ella muy segura.
Los llamé y acudieron, mientras caminábamos hacia el castillo, las aves volaban sobre nosotras. Elizabeth iba en una camilla improvisada.
Divisé mucha gente a lo lejos, en el embarcadero del lago. Y a unos metros en una barca que se consumía en fuego, Edward y Bella. Ya era demasiado tarde. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Bella no aceptaría abandonar la tumba de Edward. Caí de rodillas mirando lo que sucedía, ella era mi hermana, mi amiga, no podía irse.
—Pídeles que bajen aquí— pidió Elizabeth mirando hacia arriba. Ordené a mis aves que descendieran al regazo de Elizabeth. Ella tomó a las aves por el pescuezo y las estranguló, mientras miraba al cielo.

"Thor, Vingthor, Vingner, Hlorride, Dueño de los rayos, señor de la tormenta. Mira mis lágrimas oh guerrero amado. Imploro tu ayuda, tu protección y tu amor… una vez más"

Escuché retumbar un rayo a lo lejos a pesar del cielo despejado.

"¿Dónde estás cuando te necesito? ¿Dónde está el amor que me un día me brindaste? Te pido, te imploro tu protección en esta hora de muerte"

Una nube brillante se formó en lo alto, Elizabeth sonreía y yo no me podía creer lo que veía. Thor acudía a su llamado, el hijo de Odín en verdad la amaba.

"Mi señor, muchos años han pasado, muchas penas he tenido que guardar. Tu hijo, nuestro hijo yace en aquella barca a punto de morir. Apiádate el él, no permitas que se pierda en la noche negra"

La nube que cubría a Elizabeth se movió con rapidez hasta posarse sobre la barca, la cubrió en su nebulosa forma y desapareció.

Todos nos quedamos absortos mirando la nada.

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