21 enero 2013

Cap 14 Valkiria



CAPITULO 14

DESCUBRIMIENTOS

EMMETT
Después de presenciar la boda más extraña que haya visto en mi vida, regresé a mi trabajo. Me reuní con un bardo para que me ayudara a trazar la ruta de navegación, había mandado ya instrucciones para el arreglo de las naves, mañana debía inspeccionar los barcos antes de la partida.
Bella sólo me había indicado preparar la mejor nave y buscar la mejor ruta hacia Escandinavia pero no me había dicho quien viajaría, así que mande a alistar los tres barcos más nuevos que teníamos.
Otra vez el rostro de ángel de Rosalie me hizo suspirar. Ahora ya estaba más lejos de mí que nunca. Ya era la esposa de un rey, una reina, ella se merecía eso y más. Yo debía mantener mis sentimientos para mí. Jamás debía decir o hacer nada que me delatara, era simplemente un general. Quisiera poder encauzar mi frustración en su marido pero tampoco me era posible. El rey Edward me caía muy bien, me había ayudado en la lucha con el rey Royce donde casi pierdo la vida y también me había defendido. No, no podía odiar a mi rival porque ni siquiera lo era.
Edward de Xantia era un hombre justo y bueno.
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—Emmett ¿Tienes ya todo listo?— entró Bella al día siguiente a la pequeña choza desde dónde planeaba todo con el bardo. El hombre se inclinó tanto que creí que caería de bruces.
—Es un honor para mí verla nuevamente mi señora, cantaré sobre el magnífico torneo por el mundo entero— le dijo a Bella. Ella lo miró con tristeza.
—Te doy las gracias por tus servicios. Déjame sola con mi general— indicó. El bardo salió corriendo.
—Tengo tres de los mejores barcos listos para partir. He preparado los víveres necesarios para un viaje de ida y vuelta hasta la zona vikinga pero necesito saber la cantidad de pasajeros que viajarán para poder estimar la comida necesaria.
—Sólo víveres para un tramo, ya recargaré provisiones para el regreso— me indicó.
— ¿Viajarás con el rey Jasper?—me ofendía que no me incluyera, claro que Jasper al ser más fuerte que ella podía cuidarla pero yo era su general.
—No digas tonterías Emmett ¿Para qué quiero a ese alfeñique? Voy con Alice, será rápido. Contrata marineros de otras tierras, los más rápidos que encuentres. Quiero ir y volver en menos de dos semanas— indicó.
—Bella… es muy poco tiempo… déjame acompañarlas— pedí.
—Te necesito aquí para que contengas un motín si se arma. El rey Jasper hará pataleta así que si se pone demasiado difícil lo atas a la cama— sonrió de lado y se marchó.
Ahora sí que había perdido un tornillo, estaba peor que Alice ¿Cómo se le ocurría que iba a atar al rey?
Corrí para alcanzarla pero como siempre parecía que volaba apenas pude gritarle.
— ¿Cuándo partes?— pregunté a todo pulmón.
—Dos días— dijo sin voltear.
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EDWARD
Estaba en una de las almenas mirando el cielo nublado, no quería, ni podía dormir. Entonces mis ojos se perdieron en una suave figura que se movió. Era la reina saliendo del castillo. Caminó un buen tramo y entró a una cabaña de la que un minuto después vi salir a un bardo. Quería saber con quién se reunía. Estaba celoso otra vez. ¡Rayos!
No demoró mucho en aquella casucha, regresó al castillo.
— ¿Cuando partes?— Le gritó Emmett saliendo tras ella.
—Dos días— le dijo y sentí que me ahogaba. ¿Bella se iba? Debía saber a dónde.
Pensé rápido, el bardo, él sabría. Caminé hasta dar con él en el pueblo.
—Buen día— lo saludé.
—Su majestad, Edward de Renania ahora rey de Xantia, asesino de Fafnir y del rey Charlie. Es un honor— me dijo inclinándose.
—Quiero saber a dónde parte la reina— le dije sin rodeos. –Te recompensaré— ofrecí.
—Me han pedido que guarde silencio y eso pretendo, ni su oro podría salvarme de la ira de la reina. Quiero vivir muchos años y seguir cantando las hazañas de los héroes como usted y Bella de Islandia— me alegró que uniera nuestros nombres.
— ¿Si te diera cierta información que nadie más sabe, me dirías al menos el destino?
—Deberá prometerme usted que jamás me involucrará en nada— dijo con ojos brillosos, yo sabía que si había algo que un bardo atesoraba más que el oro era información secreta.
—Tienes mi palabra.
—Acepto. Vamos a aquella taberna me alojo allí— lo seguí. Cuando estuvimos solos me ofreció asiento en una silla de su habitación.
—Mi madre era Elizabeth de Xantia, hermana de Esme la dama del lago de Avalon.
—Eso ya lo sospechaba aunque no tenía la certeza. Gracias, cantaré eso también. Pero no es tan impactante como para intercambiar información. Necesito algo nuevo, algo… íntimo. ¿Qué tal la noche de bodas de la reina?— preguntó. Sabía que quería, hombre interesado, así que le daría algo bueno.
—Anoche la reina colgó a su marido en una de las vigas de su cama matrimonial. Yo mismo tuve que bajarlo esta mañana— el hombrecito empezó a reír.
—Lo sabía, esa mujer es indomable, dichoso el hombre al que entregue su corazón, ella es digna de un dios. Cantaré esto lo más lejos de Burgundia para que el rey Jasper no me mate, el mundo sabrá que… bueno, es una excelente información. Tampoco revelaré mi fuente.
—Eso espero, no quiero la venganza de mi cuñado— no me sentí tan mal al decirle aquello al bardo.
—Ahora es mi turno. Me contrataron para trazar la ruta más rápida hacia Escandinavia—me sobresalté. Era territorio vikingo ¿Qué haría ella allá?
— ¿Sabes para qué es todo eso?
—Sólo sé lo que me han dicho, no sé el motivo ni los pasajeros.
—La reina viajará— le dije, los ojos que aquel hombre se agrandaron.
—Ahora yo estoy en deuda rey Edward, haré lo que sea para que me lleve con ella. Creo… no, estoy seguro pero oí algo… creo que es un rescate— me quedé frío. ¿A quién iba a rescatar Bella? La única persona que yo conocía allá era… mi madre y también planeaba rescatarla cuando regresara a mi reino. Bella debía tener a alguien a quien rescatar también.
Alguien tan importante como para hacerla ir tan pronto de forma precipitada.
Tal vez un amor.
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JASPER
Bella parecía haberse esfumado del castillo al igual que Alice. Comí con mi hermana y Edward. Ellos tampoco hablaban, no sé, parecían tristes.
—Edward necesito hablar contigo, es importante— pedí al terminar, él me siguió hasta mi recámara.
—Dime— parecía fastidiado.
—Quiero que le quites el cinturón a la reina— le dije sin rodeos
— ¿Su cinturón? ¡Estás loco!— me reprendió.
—Es la clave de su fuerza, ella me lo ha confesado. Si le quito el cinturón, la tendré a mi merced.
— ¡No!— gritó con fuerza, no entendía lo que le pasaba. –Ya te usurpé una vez y me arrepiento de ello. No voy a enfrentarme a ella una vez más.
—Edward sabes que ella no puede vencerte. Gracias por dejarla ganar ayer en la boda, pero esto es importante. ¿Acaso no te puedo pedir esto después de haberte dado a mi hermana?— Traté de presionarlo.
—No te voy a ayudar a doblegarla— me miraba muy enfadado.
—Edward, es importante, quiero un heredero— casi le supliqué, por su expresión pude darme cuenta que algo no andaba bien, parecía ¿celoso? —Esta noche, la esperarás en su habitación, en la otra torre ¿entendido?— seguí presionándolo. No me respondió, simplemente se fue.
Por la noche me preparé, Bella entró en la habitación y ni siquiera me habló.
— ¿Vienes a darme las buenas noches, amada esposa?— le dije sarcásticamente. Me miró como si tuviese lepra.
—Te comunico que mañana haré un pequeño viaje, no tardaré más de dos semanas. Quiero que me esperes… también que esperen… tu hermana y su marido.
—No puedes marcharte así, acabamos de casarnos— le reclamé.
— ¿Y? No hacemos nada extraordinario ¿no? ¿Me vas a extrañar?— se rió. Esta mujer estaba acabando con mi paciencia pero tampoco podía revelarme porque me podía partir en dos.
—Ante todo el mundo soy el rey, ¿Cómo vas a irte sola… sin mí? Lo que sea que vayas a hacer puedo acompañarte— le dije calmadamente, quería dialogar en lugar de terminar colgado otra vez.
—No me sirves para nada en este viaje. Tendría que tratar de mantenerte vivo y eso no me ayudaría en mi misión. Además voy con Alice… y ella no te querría en el mismo barco— me aseguró.
— ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?— casi grité.
— ¿Te atreviste a mentirle y ahora crees que ella querría tenerte cerca? Eres... sólo un hombre, nada especial— me dijo con desprecio.
— ¿Y ella? Es sólo una mucama… tu doncella. Yo soy un rey... no podía…no debía…— confesé muy molesto, ella me empujó contra la cama, casi se rompió uno de los postes del badalquino.
—Tú no sabes nada insípido rey… ni tú, ni todas tú casta se comparan con nosotras. Eres sólo un mortal que cree que es mejor que los demás porque tiene una corona— tomó mi corona entre sus manos y la hizo una amasijo deforme. — ¿Qué sabes tú de Alice?— preguntó.
—Es una bruja, una adivina, tiene visiones…— mascullé.
—Ella es mucho más que una mujer, ella es… no entenderías— me dijo caminado a punto de irse.
—Si entendería, claro que entendería, cualquier cosa que ella sea… yo… podría— grité.
—Eres muy poca cosa para ella de todas formas. Alice no fue humana siempre… no hay comparación posible con una mujer, tu supuesto linaje no es nada. Ella es divina… ¿Y tú? Sólo un humano más— salió y cerró la puerta.
Seguí tirado allí un buen rato. Dormí unas horas y fui a buscar a Edward, lo encontré ebrio, otra vez para variar, en el mismo lugar que el día anterior.
— ¿Otra mala noche?— me dijo.
— ¿Qué haces aquí?— pregunté.
—Lo mismo que tú. Pensando— sonrió.
—Estás borracho— le reclamé.
— Y es maravilloso. Así me olvido de todo… de ti, de tu hermana, de la reina… de mamá… váyanse al infierno todo. — se rió fuerte.
— ¿Hiciste lo que te pedí?— entonces me miró como si me odiara, levantó su brazo y pude ver el cinturón de Bella, lo ondeó como si de una bandera se tratara. Luego me lo arrojó a la cara.
— ¿Cómo lo conseguiste?— pregunté
—No preguntes— me cortó.
— ¿Pelearon?
—No quieres saber… idiota— nunca había visto a mi cuñado así.
—Edward, quiero hacerte una pregunta— era a la única persona que podía consultarle, así que pasé por alto su insulto ya que estaba ebrio, según sabía había sido aprendiz de un mago, algún conocimiento debía tener. – ¿Las deidades del Valhala pueden descender a la tierra?— debía estar demente para pensar eso.
—Vienen a recoger guerreros muertos para llevarlos a esa prisión que Odín les tiene… — se quedó pensando mirando al infinito.
—No hablo de valkirias, ¿Hay alguna deidad que… pueda ver el futuro?— me sentí tonto, estaba loco por preguntar semejante cosa. ¿Cómo iba Edward a saber algo así?
—Hay nornas, volvas… si Odín las echa de allá seguro que caerán en la tierra, si este es el lugar perfecto para pagar culpas…— se bebió un vaso de un solo tiro.
Me levanté y salí a caminar. No sabía que pensar, ahora estaba todo hecho un lío.
Alice, Alice… ¿una divinidad?, creo que lo había sabido siempre. Ella no podía ser una mujer común.
Que estúpido fui. Bella tenía razón solo soy un hombre que se cree mejor que el resto porque ostento una corona que ni siquiera me costó. La heredé, desde muy pequeño ya era un rey y siempre me creí merecedor de lo mejor. Las mejores ropas, los mejores alimentos, la mejor habitación… la mejor mujer, la más rica y hermosa.
Y por ello hice a un lado mi amor, para conseguir lo que "merecía" que idiota. Alice era mucho más de lo que imaginaba y mucho más de lo que realmente merecía y la hice a un lado, la dejé ir.
Me senté en una piedra y por primera vez en mi vida derramé unas lágrimas, de arrepentimiento por mis acciones y la vida que había elegido.
Poder, riqueza, gloria. Es lo único que había buscado… a cualquier precio. Ser infeliz por el resto de mis días era un alto precio a pagar por aquello que siempre quise tener.
La corona ya no me importaba, ni todo el tesoro de los nibelungos, que se pudrieran en las mazmorras del castillo de Burgundia.
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BELLA
Entré a mi habitación furiosa, ahora cada día que pasaba era un sin fin de amarguras. Cruzarme con Edward parecía un castigo que debía pagar. Su indiferencia me dolía más que el viento helado.
—Buenas noches alteza—Era Edward. ¿Qué rayos hacía aquí, en mi habitación? –El rey Jasper me envía por su… cinturón— confesó avergonzado.
—Ya sabía que el cobarde no era capaz de nada. ¡Lárgate!—grité.
—Tengo una misión y debo cumplirla— seguía con la cabeza gacha.
—Ya cumpliste tu misión Edward… ya eres rey, no sé qué haces aquí, humillándome con tu presencia— me miró como si no comprendiera.
—No sé a qué te refieres…yo…
—No me ofendas más. Vete de una vez de Islandia…
— ¿Me das tu cinturón?— preguntó, parecía que ahora ya se habían derrumbado las formalidades entre nosotros y nos tratábamos de tú.
—Vas a tener que arrancármelo— lo desafié.
Se acercó a mí y me tomó de ambos brazos hasta juntar mis manos detrás de mi espalda. Una sensación de estremecimiento me recorrió entera, casi había olvidado lo que se sentía su fuerza. Forcejeamos un poco pero no cedió su agarre. Demasiado fácil llegó a mi cinturón y cuando trataba de quitármelo la única mano con la que me tenía sujeta vaciló. Lo suficiente para lograr zafarme. Le empuje entonces hasta la pared que tenía en frente. Escuché un golpe sordo, avancé un par de pasos porque creí que la fuerza ejercida había sido demasiada y podría causarle algún daño. Pero él se levantó aparentemente intacto y volvió a avanzar, casi corrió los dos últimos pasos que nos separaban y me tomó, mientras yo trataba de volver a empujarlo.
Mis brazos quedaron prisioneros, nuestras respiraciones se mezclaron, mi cuerpo temblaba. Sus ojos seguían sin reconocerme pero me miraban como buscando algo, totalmente confundido, no era así como quería que regresara a mí. Él no me recordaba, yo conocía bien sus ojos llenos de amor, como antes me miraron.
Este que tenía delante no era el Edward que me amó un día, era alguien distinto. Tan ensimismada estaba en sus ojos que no me di cuenta que sus labios tocaron los míos, hasta que él dejó de mirarme. Su boca era apremiante y dulce. Me olvidé de todo lo demás y llevé mis brazos a sus cabellos suaves.
Sentí que sus manos vagaban por mi cintura, desató mi cinturón. Pronto volví a la realidad, él se había aprovechado, me había engañado... otra vez. Corté el beso y le di una bofetada.
—Lo siento— se excusó.
—Ya tienes lo que querías. Márchate y no vuelvas— le di la espalda. Quería matarlo, pero eso sólo me causarías más daño. Escuché que cerró la puerta y me derrumbé. Me sentía avergonzada, un mortal haciendo llorar a una Valkiria.

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