21 enero 2013

Cap 15 Valkiria



CAPITULO 15

RESCATE

BELLA

Un día escuché a Freya, la gran diosa, decir: "Los mortales experimentan la misma cantidad de felicidad y de tristeza, de odio y de amor, deben pasar por lo malo para apreciar lo bueno, si quieren llegar a la cima, deben conocer el más hondo de los abismos". 

En ese momento no le presté mucha atención pues ser mortal no estaba entre mis planes.

Ahora podía sentir cada una de sus palabras y eran ciertas. Y aunque en la dimensión de los dioses se decía que todo estaba escrito, yo guardaba mis reservas.
Y aquí me encontraba, en la proa de mi barca, sintiendo el helado viento del norte, navegaba hacia mi destino. No sabía lo que encontraría, solo una cosa me alentaba: detener la muerte.
Lo odiaba y lo amaba con todas mis fuerzas. Pero no resistiría verlo morir. Debía hacer este viaje para cambiar el futuro… aún si él no me ama.
—Pronto llegaremos a las costas y no tendremos un buen recibimiento— la cantarina voz de Alice me sacó de los recuerdos de mi antigua vida.
—Prepárate entonces— le sonreí.
— ¿Sigues queriendo matar a Edward por robarte el cinturón?— preguntó.
—Nunca he querido matarlo, tal vez sólo hacerle sentir dolor… pero una paliza no me compensaría. Se llevó el cinto que me dio Freya, es un ladrón, no sé cómo Jasper puede manipularlo así.
—Ya te dije que son un par de embusteros— dijo ella mirando al horizonte.
— ¿Saben que venimos?— le pregunté, porque no sabía que visión había tenido.
—Sí. Y va a ser difícil. ¿Quieres luchar o razonar? Nos reconocerán y ya sabes que son unos bárbaros pero temerosos de las deidades. Aunque hay algo que no entiendo…
—Dime todo lo que viste.
—Ella está encerrada, en una torre pero no es una prisionera ordinaria, puede caminar dentro de ese castillo derruido. Pero no la dejan salir, es como si le temieran y a la vez obedecen a alguien más poderoso.
—Extraño, ¿por qué le temerían a una mujer que no viene de Asgard? ¿Acaso ella es una deidad como nosotras?— pregunté.
—No, eso es lo raro. La reverencian pero la mantienen prisionera.
—Espero que pronto desentrañemos este misterio. Veo las costas, prepárate para desembarcar, no tengo intenciones de sentarme a razonar con esta gente, si la muerte anda cerca la voy a distraer un rato— puse una mano en mi espada.
Antes que la barca tocara tierra firme pude ver una lluvia de fuego. Nos disparaban. Grité con todas mis fuerzas. Los pocos hombres que traíamos salieron armados y dispuestos a morir. El bardo se apostó detrás de mí temblando como una hoja al viento. Difícil profesión la que tenía ese hombre, cantar los combates… si es que sobrevivía.
Hubiera querido traer a Emmett pero no podía abandonar mi reino, además contaba con que no dejara partir a Edward hasta mi regreso, tal vez su madre lo haría recordar… o simplemente detener su muerte.
Para cuando llegué donde estaban los vikingos, sólo la mitad de ellos estaban, los demás salieron corriendo o murieron.
Me cargué a todo el que pude, no medí fuerzas y le asesté mi espada a quien estuviera a mi alcance. Rebané tantas cabezas que perdí la cuenta. Sólo una cosa importaba, salvar a Edward… a cualquier precio.
Seguimos por un gran camino, un terrero eriazo y pedregoso, hacía mucho más frío que en Islandia. Esta gente debía tener el pellejo en lugar de piel.
Al llegar cerca de una quebrada un hombre salió a recibirnos, estaba armado pero no tenía ninguna espada en las manos.
— ¡Identifíquense!— gritó.
—Soy la reina de Islandia— le grité de vuelta.
— ¿A qué viene?— volvió a decir a voz en cuello.
—Vengo por la dama prisionera— lo vi titubear.
—La defenderemos con nuestra vida, arriesgaremos todo por ella, aunque ustedes… usted y la otra dama, sean inmortales— nos miraba a Alice y a mí.
—Entonces morirán— corrí hacia él y lo tumbé, puse un pie bajo su garganta.
—Ahora siervo de Odín, ¿por qué defiendes a una mujer con tanto fervor?
—Si ella se marcha de nuestras tierras, nuestra raza desaparecerá... seremos malditos— hablaba con dificultad
—Ya están malditos por si no te has dado cuenta— apreté más mi pie.
—Al menos vivimos y esperamos la muerte honrosa… si la perdemos, el gran Dios hará caer su furia sobre nosotros… y… y no tendremos derecho al Valhala— casi se ahogaba, entonces lo vi sacar un cuchillo de su cinturón con rapidez. y dirigir su mano hacia mí.
—Entonces ve al Valhala— hundí mi pie y seguí adelante sin mirar atrás. Ningún vikingo o dios me iba a detener.
De camino todos los hombres parecieron surgir, iba a continuar mi masacre pero una mujer salió gritando y moviendo sus brazos. Iba sin zapatos, era muy vieja. Tanto que asustaba.
—Piedad, por favor— gritaba. Me detuve en seco al verla. Debía ser la madre o la esposa de alguien, cosas tan desconocidas para mí.
—Sólo quiero a la dama del castillo, si no me la entregan juro que mataré hasta al niño más pequeño de éste lugar— amenacé, no sería capaz de cumplirlo pero no podía mostrar debilidad.
—No podemos dársela. Si ella sale del castillo, si ella es liberada, grandes catástrofes vendrán— se arrodilló ante mí.
—Ya tienen una catástrofe aquí— levanté mi espada. –Su raza acabará hoy si no me obedecen… y no los mataré en combate, los quemaré vivos y no podrán ir a reunirse con su dios— les grité a todos, muchos se encogieron de miedo. Sabía que no temían morir, salvo de una muerte deshonrosa.
—Pero el gran Dios nos amenazó, nos la dio en custodia— siguió rogando la mujer vikinga.
— El gran dios no está aquí… yo sí. ¿Qué eligen?— grité.
—Ha matado a nuestro rey, yo digo que debemos obedecerle— dijo un joven fuerte.
— Odín nos confió a la dama, no podemos entregarla— dijo uno más mayor.
— Llevamos años obedeciendo a Aro, yo no creo que el gran dios haya hablado jamás con él— dijo otro joven, por lo que pude ver los de menor edad no creían tanto como los mayores. Eso era bueno para mí.
—Eso es cierto, jamás nos decía porque, sólo obedecíamos— otro muchacho avanzó, parecía el más fuerte. –Soy Marcus, hermano menor de Aro, el hombre que mataste en la quebrada— se presentó.
—Bella de Islandia— me presenté.
—Es un honor su majestad, puedo ver que proviene de las regiones celestiales, la luz que desprende es innegable. Es la primera vez que una verdadera deidad nos visita, hasta ahora sólo habíamos seguido las palabras de mi hermano nos decía. La dama en cuestión, la reina Elizabeth, fue traída aquí cuando yo era niño. Aro nunca nos explicó porqué. Sólo decía que Odín le pidió que la escondiéramos. Yo jamás le creí— confesó.
— ¿Tu hermano tenía hijos?— pregunté.
—No. Éramos tres hermanos pero uno murió hace mucho—
—Entonces eres el nuevo rey. Yo te reconozco como tal y haré prevalecer tu palabra. Ahora necesito tu juramento— pedí, debía obtener su lealtad antes que se echara para atrás. A pesar de todo, ellos eran hombres de palabra.
—No sé si deba— me miró con los ojos abiertos.
—Es decisión tuya. Si no lo haces, mataré a tu gente, si es así como quieres empezar tu reinado— lo miré desafiante.
—Está bien— dijo decidido. Saqué uno de los anillos de mi dedo, tomé mi daga e hice un pequeño corte en mi mano derecha. Las rojas gotas de sangre bañaron el anillo. Usualmente se hacía con un buey consagrado pero mi sangre era en parte divina, así que servía. Había visto cientos de veces hacer esto a los vikingos, sé que honrarían su palabra.
—Ante la sangre de Asgard, ¿Juras oh hijo de Thor, descendiente directo de Tyr que obedecerás mis requerimientos?— pregunté alzando el anillo del que caían gotas de mi sangre.
—Juro que te obedeceré— él se arrodilló, recibió el anillo y lo colocó en el más delgado de sus dedos.
—Yo te reconozco cómo rey de este pueblo, seremos, aliados y amigos. El pacto está sellado— Marcus se levantó y me ofreció hospitalidad.
Nos guiaron hacia el castillo dónde Elizabeth estaba recluida. Pedí a mis hombres, o a los que quedaban que alistaran los barcos para salir de inmediato. El viaje de vuelta demoraría cuatro o cinco días, los mismos que nos tomó venir, esperaba que el viento fuera a favor.
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JASPER
Al amanecer Bella se había marchado, no sabía si su cinturón era el que contenía su fuerza, lo dudaba, ¿Cómo pudo iniciar un viaje sin él? Me sentí tan desorientado.
Cuando llamaron a mi puerta, debía ser más de medio día.
—Jazz, buenas noticias, Victoria ha vuelto— James entró y me miraba con vehemencia, esa mirada sólo la tenía cuando combatía. Muy extraño.
—Que bueno— dije sin ánimos.
—Tengo el ejército a punto de cruzar el mar, esperamos tus órdenes— se inclinó
— ¿Qué? ¿Por qué? –casi grite.
— ¿No lo sabías? Esa maldita mujer te lo ocultó, nos invadirán, hay un ejército que acaba de llegar a Islandia, muchos de los hombres el fallecido rey Royce se agruparon al mando de su hermano y piensan atacar, tu reina lo sabía pero no hizo nada— se quejó James.
— ¿Entonces? ¿Qué debemos hacer? Llamaré al general Emmett— dije presuroso, poniéndome mi cinturón.
—No. Él le es fiel a su reina, no a ti. Haremos que el ejército de Islandia combata primero, sin Bella pronto caerán— James se veía excitado.
—Pero este es también mi reino— grité.
—No hasta que todos te sean fieles. Nuestro ejército llegará a ocupar el reino, cuando los hombres de Royce III acaben con el ejército de Islandia— sonrió.
—No voy a sacrificar a Emmett ni a este ejército, yo mismo saldrá a luchar, Edward también combatirá, seguro que les ganamos pronto— dije buscando mis armas.
—Si el rey Edward cae en combate… el tesoro de los nibelungos será todo tuyo Jazzi— escuché la voz fría de Victoria, no podía creer lo que oía.
—Es mi cuñado, esposo de mi hermana— casi grite.
—Aún no. Él no la ha tocado, puede pedir la anulación de ese matrimonio y si es así, perderemos la alianza con Xantia— James miraba a Victoria pero no decía nada.
—Aún así, Edward es mi amigo, no puedo dejar que combata sólo— grité.
—Tranquilo Jasper, tranquilo, no nos van a invadir hoy. Vicky, dale un té para que se calme, tal vez nos excedimos, tienes razón Edward es un aliado, le avisaremos, y lucharás con él y con el general de Islandia— James se tranquilizó, Victoria me alcanzó una bebida.
La tomé de un sorbo para poder ir a las habitaciones de Edward, aunque no sabía dónde encontrarlo, si no dormía con mi hermana debía buscarlo por todo el castillo. Y debía avisar a Emmett.
Caminé unos pasos y no pude llegar a la puerta...
Desperté atontado y todo estaba oscuro. Grité y maldije pero nadie vino a liberarme. James y Victoria eran unos traidores, ahora lo comprendía pero… como pudieron, si ellos siempre nos habían cuidado a Rosalie y a mí.
No entendía nada de nada.
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ROSALIE
Apenas me había levantado cuando vi a Victoria entrar en mi habitación, le sonreí, me había hecho mucha falta, ella era lo más cercano a una madre que tenía, a pesar de sus fallos era muy buena conmigo.
—Hola mi princesita, tenemos que hablar— sus rizos rojos estaban sueltos, parecía que había estado al aire libre porque tenía hojas en los cabellos.
— ¡Vi! —Grité y fui a abrazarla. –Has vuelto, pero ¿Cómo?, ¿Cuándo?— pregunté.
—Hoy en la madrugada, decidí hacerle frente a todos para estar contigo. Quiero saber cómo te va en tu vida de casada— sonrió.
—Lo siento Vi, ya no le doy la poción a Edward…
— ¿Qué?, no es posible— me sacudió. Estaba anonadada, ella jamás había usado la fuerza conmigo.
—No quiero un títere, quiero un esposo que me ame— me excusé.
— ¿Ya te ha desvirgado?— abrí la boca del susto, esas palabras eran de mujerzuelas, yo jamás diría algo así. –Contesta ¿Te ha hecho su mujer?— gritó.
—No— dije con miedo.
—Era lo único que debías hacer, te lo puse muy fácil pero no pudiste ni con mi pócima, eres tan tonta— gritó.
—Victoria, no me hables así— grité, debía hacerle ver cuál era su lugar.
—No hay remedio, Edward está sobrando en esta historia— dijo con demencia. Salió de mi habitación y cerró la puerta con llave. Me quedé helada sin saber qué hacer.
Horas después escuché ruidos fuera y vi desde mi ventana que Emmett reunía al ejército y pasaba revisión a los soldados. Edward se le unía.
Me trajeron los alimentos pero no me dejaron salir de mi habitación. Al caer la tarde James vino a verme.
—Rose, pequeña— me lancé a llorar a sus brazos, él siempre fue muy bueno conmigo.
—James, Vicky se ha vuelto loca, me tiene encerrada— me quejé.
—Sí, lo sé, apenas me enteré vine a liberarte, la tengo confinada, parece que está trastornada, espero que no te haya asustado— me abrazó.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué veo guerreros?— pregunté.
—Pronto nos invadirán, tranquila princesita, no llegarán aquí, tu hermano y Edward organizan el ejército, parece que ese Royce dejó muchos seguidores que quieren la cabeza del general y también el reino. Y la reina ha desaparecido— confesó
— ¿Qué? No puede ser. ¿Entonces habrá una guerra?— odiaba las guerras, las odiaba, así fue como perdí a mi padre, bueno a mi madre jamás la conocí, pero podía recordar a mi papá, salió a combatir y un día no regresó.
—Por favor James, cuida de Jasper y de Edward— también recordé a Emmett pero no podía decirlo en voz alta.
—Tranquila, no salgas el castillo, quédate aquí, estarás segura, moriría si algo te pasara— yo confiaba en James.
—Tengo, algo que decirte…— no sabía si revelarle o no el secreto que Edward una vez me confió.
— ¿Si pequeña?— preguntó.
—Cuida… cuida las espaldas de Edward, por favor— rogué
— ¿Por qué?
—Es que…
— ¿Acaso no confías en tu James?— me miró y me sentí mal porque sabía que James jamás me había mentido.
—Edward… a Edward no deben herirlo en la espalda, aquí debajo de este hueso— le toqué a James su propia espalda para señalarle correctamente el lugar.
— ¿Qué tiene ese lugar Rossi?— preguntó intrigado.
—Es que… cuando se bañó en la sangre de dragón una hoja se le pegó allí, él cree que es vulnerable en esa parte, por favor cuida que nadie lo hiera en ese lugar, promételo— rogué.
—Está bien, lo prometo no dejaré que nadie lo lastime allí, estaré pegado a su espalda todo el tiempo, si eso te tranquiliza— me sonrió.
—Gracias— dije confiando en que él lo cuidaría.
Ahora sólo podía rezar para que a Emmett tampoco le pase nada, Temía tanto por él, incluso más que por mi vida.

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