21 enero 2013

Cap 11 Valkiria



CAPITULO 11

COMPETENCIA

BELLA
¿Cómo se esconde la verdad tras una mentira? ¿Cómo se esconden los ojos tras un engaño?
¿Qué ha pasado? ¿Descubriste acaso que no puedes amarme? ¿O fue el oro? Frío metal que endurece los corazones.
¿A quién debo preguntar… por qué me amaste entonces y ahora ya no me amas?
Porque una vez lo hiciste, fue tu primera vez… y también la mía. Un día en que volví a tener esperanza.
¿Jamás me has amado?
Sólo hay un modo de seguir adelante… yo también debería olvidar nuestro amor, aunque no vuelva a conocer de nuevo la felicidad.
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EDWARD
El primer día de las luchas no estuvo muy reñido, algunos parecían guerreros de salón, salvo por el general de Islandia y tal vez Jasper, no había más competencia.
Esa noche soñé con la reina, parecía haberse quedado en mi cabeza. Esto no estaba bien, yo estaba prometido. Traté de no pensar en ella, no era saludable.
Me distraje el segundo día de luchas, algunos guerreros tenían buenas técnicas pero el que más me impresionó era el general de de Islandia era muy fuerte y sabía luchar, rápidamente redujo al rey de Rochester pero parecía haber una rencilla anterior entre ellos porque los dos se enfrentaban con vehemencia.
Al final el general venció, todos aplaudimos, fue una llave muy buena. Él agradeció y se giró para retirarse, por un momento nuestras miradas se encontraron, le sonreí.
Entonces me di cuenta que el rey de Rochester corría espada en mano hacia el general que estaba desarmado, sin pensar tomé mi espada y se la lancé para que tuviese con que defenderse, él entendió de prisa la tomó en el aire y sin ver atacó.
La cabeza del rey Royce salió volando dejando a todos boquiabiertos. Se oyeron chillidos de las damas que presenciaban la contienda. Había olvidado que mi espada podía rebanar un árbol como mantequilla.
—Ultraje, venganza— gritaban los acompañantes del caído rey.
—Esto es inaceptable, usted es sólo un general, debe morir— gritó el más anciano.
—Te daremos muerte aquí mismo— otro de ellos desenvainó la espada. Salté al ruedo para abogar por el general.
—No hay ley que impida a alguien salvar su vida. Su rey atacó por la espalda— les grité.
—Esto no se puede quedar así— dijo el más anciano encarándome.
— ¡Basta!— escuchamos gritar a la reina que bajó de su lugar. Nos miró a todos sin expresión en su rostro aunque se detuvo en el mío un par de segundos más que en el resto.
—El rey atacó a traición cuando ya había terminado la pelea. Eso aquí y en el Valhala es una cobardía. No hay daño que reparar— dijo con frialdad.
—Debe castigar a su general, darnos una compensación— gritó otro de ellos. La reina caminó hasta él.
—Este es mi reino y no tolero que me digan como gobernar. No hay compensación para los cobardes— lo miró con odio.
—No me importan sus reglas, exijo que me entreguen a ese hombre— se adelantó uno de los más jóvenes directamente a atacar a la reina, casi corrí a protegerla pero ella se me adelantó y tomó al joven del cuello y lo levantó a medio metro del piso.
—Soy Bella de Islandia y hago en mi país lo que quiera— lo arrojó lejos, fuera del ruedo de luchas.
Todos quedaron admirados por su fuerza. Los otros seguidores del rey Royce se limitaron a levantar su cadáver y a buscar su cabeza que había rodado a cierta distancia.
Nadie dijo más, se anunció la siguiente pareja de combatientes mientras que limpiaban la sangre derramada.
Me impactó lo fuerte y fría que era la reina, como una diosa furiosa, me tenía completamente confundido, su mirada, su andar me era tan familiar. Volví a mi lugar pero no pude concentrarme en nada más que en sus ojos chocolates, duros como piedra.
Al siguiente día todavía quedaban muchos hombres que combatían, la reina estaba observándolos luchar en tres pistas simultaneas porque eran cientos los que se presentaron, de todas las razas, colores y tamaños. Incluso había guerreros de países de los que sólo había oído nombrar. Todos con la intención de probar suerte y hacerse de un reino.
Fueron anunciados también los premios en oro. Los 10 primeros recibirían oro pero sólo los hombres comunes, no había premio para los nobles. De allí que las luchas eran fieras y ya habían ocurrido seis muertes entre combatientes que no lograron separar a tiempo.
Al final se nombraron a los 10 que enfrentarían a la reina. Jasper de Burgundia, Emmett general de Islandia, Garrett un errante, Jacob de un continente al oeste, Félix de la naciente Roma, Proteo el ateniense, Benjamín del país de los faraones, Sei Tan un brahmán, Stanislav de las frías tierras de Dacia y Ulrik un vikingo.
Todos vitorearon a los finalistas que al siguiente día medirían fuerzas con la reina, la mujer más fuerte y hermosa de la tierra.
No debo pensar así de ella, aunque no puedo negar que me gustaría estar entre ese grupo de guerreros solo por el placer de enfrentarme su furia.
Sabía que lo haría pero con el yelmo puesto, quisiera poder plantarle cara y desafiarla. Pero eran solo ideas tontas, Jasper era quien debía ganar para poder casarme con Rosalie. Ahora que recordaba no la había visto en dos días. Parecía estar enferma.
Esa noche fue muy extraña, sentí que me llamaban, escuchaba una voz diciendo mi nombre. Y vi a la reina Bella en sueños, corríamos entre los árboles, en un bosque encantado. No tenía esa mirada fría, me sonreía, sus cabellos oscuros caían como cascadas, ahora su rostro estaba constantemente en mi cabeza.
Al siguiente día todo era un alboroto, mucha gente había venido a ver el combate, el país entero parecía estar reunido para ver si se hacían de un nuevo rey, escuché los cometarios de algunos de los pobladores y solo me confundió mas.
—Estoy segura que no habrá ganador, la reina puede sola con todos ellos juntos— decía una mujer sacando agua de un pozo.
—Yo creo que sí. Me gustaría que fuera el general nuestro nuevo rey, es tan bueno con todos, no me gustaría un rey extranjero.
—Si, el general sería un buen rey pero lo he visto combatir con la reina, no tiene oportunidad, ella lo tumba siempre— decía la más anciana con nostalgia.
—Tenemos suerte a pesar de todo, nuestra reina es algo extraña pero nunca nos ha faltado de comer y ningún hombre se atreve a golpearnos— soltó una carcajada –Desde aquella vez que Bree se quejó en el castillo porque su marido le pegó la reina amenazó con colgar de los testículos a cualquier hombre que abusara de una mujer— las dos rieron al unísono.
—Si, podrán decir que es una bruja pero éste es el lugar más seguro del mundo, jamás se me ha ocurrido siquiera pensar en irme, tengo hermanas cruzando el mar y allí es tierra de bárbaros. Islandia es un buen lugar para vivir— tomaron sus cantaros y se marcharon.
Me quedé pensando el lo que dijeron, este es un lugar agradable a pesar del frío, la gente se veía bien alimentada y sonreía. ¿Qué magia escondería Bella? ¿Qué extraño poder tenía?
Escuché el llamado a los combatientes. Fueron sorteados, Jasper tuvo la suerte de ser el último pero el general de este lugar iría primero. Todos lo ovacionaban, muchas mujeres le daban valor.
Entro al ruedo. Bella se presentó con una gran capa blanca como el día que la conocí, se veía espléndida, de pronto se la quitó dejando ver su perfecto cuerpo sólo tapado por cortos trozos de cueros. Escuché muchos silbidos de asombro pero cuando ella se volvió todos callaron asustados.
—Empiecen— escuché gritar al moderador de las peleas. Ella apenas se movió, Emmett se agazapó con espada en mano, ella aún no sacaba la suya.
El general avanzó decidido pero al ver que ella no sacaba su espada titubeó.
—Defiéndete Bella— le dijo con reverencia.
—Ataca— respondió ella algo aburrida. Él soltó su espada y atacó de frente con todas sus fuerzas, pensé que el choque la desestabilizaría pero fue él quien salió volando por los aires. Se levantó rápidamente y trató de hacerle una llave que había visto anteriormente, ella lo esquivó y lo tomó el pecho, lo levantó sobre su cabeza.
—Vénceme pero no me humilles— escuché decir a él. Ella sonrió. Por primera vez vi una sonrisa en su rostro hermoso. Era adorable y tan familiar, como las visiones en mis sueños.
—Espadas— gritó ella bajándolo, él tomó su espada y ella sacó la suya, pude observar una pelea limpia y muy reñida, ella siempre llevaba la ventaja, era obvio y hasta parecía dejarle avanzar algunas veces, al final lo tumbó y le puso la espada al cuello.
—La reina ha vencido— escuché gritar.
—Bien hecho Em— le ayudó a levantarse y el general salió cabizbajo.
—El siguiente combatiente es Félix de Roma—anunciaron.
Sentí una mano en mi espalda.
—Edward ven por favor— era Jasper, le había dado mi palabra sino me retractaría. Si él quería tanto a la reina debía obtenerla por sí mismo.
Avanzamos hasta uno de los cuartos donde esperaban los demás combatientes.
—Tengo otra armadura igual a esta, póntela— me pidió. —Saldré primero y me enfrentaré a ella, luego entraré por mi lanza y tu tomarás mi lugar— tenía todo planeado.
—Bien—dije apenas.
—Si puedes con ella y ganas vendrás hasta aquí y yo entraré otra vez a quitarme el yelmo delante de todo mundo. Recuerda no debes sacare el yelmo ni acercarte mucho a ella o sabrá que no soy yo— me advirtió.
Me asomé por una ventana a ver las luchas, ya había derrotado a cinco de ellos, se veía tan perfecta luchando.
—Es tan sensual, no quiero su reino ni sus tesoros, ella sola es el premio más grande— decía cerca de mí uno de los guerreros, era Jacob el que veía de un país que nunca había oído mencionar. Era de piel cobriza y cabellos oscuros tenía una musculatura impresionante.
— ¿Y qué harás si le ganas?— dije para retarlo, todos querían su reino no a ella.
—Llevármela a mi pueblo. Que me importa este lugar frio como el hielo, yo solo quiero una esposa, la mujer más fuerte del mundo, que me dé hijos fuertes y sanos. Además es tan hermosa— dijo mirándola, por un momento sentí deseos de golpearlo. Era extraño.
—Suerte— le dije sin ningún buen deseo, me sonrió y salió porque ya era su turno. Otra vez me inmovilicé mirando pelear a Bella.
—Jacob Black, rey de la tribu Quilete de las tierras del Oeste— fue anunciado, el guerrero sonreía como si tuviera la certeza de ganar. Avanzó con seguridad hacia ella y trató de tumbarla, ella lo bloqueó y lo pateó, pensé que saldría volando como los demás hombres pero apenas fue expulsado hacia atrás unos pasos, eso no le quitó la sonrisa del rostro, estaba empezando a sentir un tonto odio por ese muchacho.
Él se agazapó saltó sobre ella que con el codo se lo quitó de encima y dio un gran salto por encima de él. Jacob parecía tan fascinado como yo.
—Grandiosa— le dijo sonriendo. Ella pareció turbarse por el comentario. –Eres la mujer más fascinante del mundo, con gusto caería a tus pies sin necesidad de golpearme pero si tengo que vencerte para que seas mía haré mi mejor intento— volvió a abalanzarse sobre ella parecía un animal peleano pero ella adivinaba sus ataques y saltaba y lo golpeaba sin que pareciera hacerle mucho daño. Así estuvieron combatiendo por un buen rato, me pareció que ella esbozaba una leve sonrisa y me desesperé. ¿Acaso se dejaría ganar? No, ella no podía hacer eso, yo todavía no me probaba con ella. Rayos, aunque yo simplemente usurparía el lugar de Jasper no podría verla cara a cara.
Unos minutos después el joven Quilete parecía muy cansado y ella ni siquiera estaba fatigada. De pronto él la tomó por la cintura y la levantó por los aires, creí por un momento que podría con ella pero la reina hundió un codo sobre la espalda del joven que cayó de bruces al suelo.
— ¿Tienes suficiente?— preguntó ella que se había puesto de pie como una gata.
—Jamás tendré suficiente de ti— volvió a tratar de levantarse él. Y antes que estuviese recuperado ella le pateó en el pecho y él salió volando fuera del ruedo, la hermosa reina saltó sobre él y puso sus blancos dedos sobre el cuello de su oponente.
—Yo si tuve suficiente de ti. Ríndete— le exigió.
—Está bien, creo que miré demasiado alto pero no me arrepiento. ¡Vencido!— gritó él.
Ella le ayudó a levantarse y cruzaron palabras que no alcancé a oír pero me molestó mucho verlos así.
Hicieron un receso antes de los últimos tres combatientes. Un rato después volvieron a llamar a los combatientes.
—Benjamín de la tierra de los faraones— fue anunciado.
—Edward— volvió a llamarme Jasper, si no fuera mi amigo le hubiera partido la cara no dejarme de ver la batalla.
—Creo que esto es una locura, no tenemos muchas opciones de ganar y si te descubrieran no sé lo que te haría la reina, ya viste que es muy… explosiva— me dijo excusándose.
—Haremos lo que teníamos planeado, si te derrota antes que pueda suplirte al menos lo habrás intentado— le dije, no quería perder la oportunidad de medirme con ella.
"Jasper Rey de Burgundia" escuché llamar desde fuera, él me miró asustado y salió cerrando su yelmo, mucha de las personas rieron al ver avanzar y temblar a Jasper totalmente envuelto en metal.
—Espadas— gritó Jasper y la reina tomó dos espadas, se le fue encima como si odiara a mi futuro cuñado y él casi cae pero la evadió, segundos más tarde la espada del rey salió volando partida por la mitad. Él se plantó frente a ella.
—Lanza— gritó, ella lo miraba como si él fuera un insecto.
Jasper entró donde yo estaba, hicimos el cambio rapidamente.
Entré feliz, eufórico. Estaba ansiando este momento.
La reina atacó y la evadí con facilidad, cruzamos las lanzas, ella parecia furiosa, la bloqueé y la hice retroceder.
Corrió hacia mí, puso su lanza delante de mis pies y con un salto acrobático pasó encima de mi cabeza. Me giré al instante pues sabía que quería impresionarme para bajar la guardia.
En cuando aterrizó aproveché para meter uno de mis pies entre sus piernas y barrerla, cayó de espaldas. Le puse la lanza en el cuello, en señal de victoria pero al tocarla, una extraña sensación me recorrió.
Me miró sorprendida, me incorporé y caminé hasta el lugar en que se encontraba Jasper. Nuevamente hicimos el cambio y él salió a reclamar su premio. La gente todavía seguía silente, tan sorprendidos que nadie se atrevió a aplaudir.
No pude más, me quité el yelmo y parte de la armadura. Corrí hacia el bosque sin mirar atrás.
Corrí porque sentía que ardía por dentro... pensar que ella sería para mi amigo debido a una mentira.
— ¡No!— grité espantando a algunas aves.
No.
Yo la había vencido…
Era yo con quien ella…
Era a mí a quien tendría que…
Seguí corriendo hasta que no pude más y me apoyé en un tronco, allí estuve hasta que empezó a hacerse de noche.
Regresé cuando ya estaba oscuro, todo el reino parecía de fiesta, la gente bailaba y cocinaba en todo el pueblo.
Llegué a mi habitación, estaba vacía.

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