14 julio 2013

No digas adiós Capítulo 2



Dos



7 años y 6 meses después

La lozanía de su juventud iba menguando, la frescura de su rostro y la tersura de su piel decaían. Isabella se marchitaba lentamente. En ella moría la esperanza de ser feliz.

Siete largos años habían pasado desde aquel adiós y le pesaba en el alma. Su frágil corazón intentaba sobrevivir a aquel suceso. Se dedicó a hacer feliz a su familia, a trabajar para los suyos. No quería ser un objeto inútil dentro de la enorme residencia de su padre.

Dos años después de haberse partido su corazón, Bella recibió la propuesta de Mike Newton. Y armándose de toda la cortesía que pudo reunir, lo rechazó. Era un buen partido, había aconsejado su madrina Esme. Pero ni siquiera la mirada aprobatoria de su padre la convencieron. Ella se quedaría sola para el resto de su vida.

Mike por su parte ofreció la misma propuesta a la hermana menor de Bella, Jessica, quien aceptó antes que él terminara de hablar. Y se casaron, en una pomposa boda,  los apellidos Newton y Swan se fundieron.

El señor Charlie Swan, afamado caballero, orgulloso de su posición y sus riquezas, vio con agrado como la menor de sus hijas pasaba a formar parte del clan de los Newton, una distinguida familia de abolengo pero carente de elegancia. “Pudo ser peor” se repetía Charlie. “Su apellido se enaltece con el mío”.

Pero ahora, los excesos y derroche de su fortuna le pasaban factura a Charlie. Las continuas fiestas, bailes, viajes y demás superficialidades lo habían llevado al borde de la ruina. Y su hija mayor, Tanya, la más hermosa muchacha de Forks, seguía soltera. A punto de cumplir 30 años, no era la jovencita solicitada de otro tiempo. ¿Cuántas propuestas rechazó Charlie para Tanya? Muchísimas.

Para él su hija era digna de un príncipe o algún noble europeo. No de cualquier mediocre de Forks. Por ello seguía albergando la esperanza de casarla con alguien digno del apellido Swan y que aporte lo suficiente para sacarlo de la situación apremiante en la que se encontraban. Le había echado el ojo a un distinguido joven hacía años atrás, su sobrino Alec Volturi Swan, hijo de una prima suya casada con un conde italiano. Charlie anhelaba dejar su escasa fortuna y su apellido a un noble y qué mejor que casado con la mayor de sus hijas.

Pero aquel caballero había sido esquivo, no aceptó sus invitaciones y menos su insinuación para con la señorita Swan. Apenas llegó una tarde a visitarlos y nunca más regresó.  Sin embargo Charlie aún tenía la esperanza latente.

Tanya había sido la señora de la casa, desde que murió su madre. Se encargaba de cada baile, cena, invitación y comida que daban los Swan. Ella había heredado el mismo carácter derrochador de su padre. Llevando a su familia cerca de la ruina.

Mientras tanto la hija de en medio, Bella, era un cero a la izquierda en las decisiones que se tomaban en aquella casa. Se dedicaba a ordenar la biblioteca, mantener al día los cuadernos de gastos y los pendientes menores. Recibía la correspondencia, se encargaba de los pagos a los proveedores y hacía todas las tareas que a su hermana mayor le aburrían.

Esme Platt, madrina de Bella, vecina y mejor amiga en vida de la fallecida Renée Swan, había sido siempre la consejera más preciada que tenía Charlie. A ella recurrió la familia cuando se vio en la imperiosa necesidad de pedir consejo sobre el futuro de su casa. Los Swan tenían demasiado acreedores, Bella advertía de esto cada noche pero su padre y hermana no le habían prestado atención hasta el día que uno de los modistos más reconocidos amenazó con recurrir al banco y denunciar sus deudas.

Y Esme aconsejó llevar un estilo de vida más modesto. Asesorados por un administrador, los Swan decidieron mudarse a otro lugar, dónde no tuviesen a su cargo una casa tan grade y costosa como la que habitaban. Con menos servidumbre y eventos sociales a los que asistir. Y  tal vez alquilar la enorme residencia de Forks para poder pagar las deudas contraídas.

Así, el señor Charlie Swan decidió marcharse a Port Ángeles con Tanya su hija mayor y la dama de compañía de ésta, una viuda de apellido Rossi; mientras su situación mejoraba.

Pero nadie reparó en la Isabella, quien no tenía voz ni voto en las decisiones importante. Esme se ofreció a llevársela con ella un par de meses a España dónde debía vender una propiedad, pero Jessica, reclamó a su hermana para hacerle compañía.

Los marines que volvían de servicio, buscaban lujosos lugares para vivir., Después de años en el mar haciendo dinero producto del comercio, eran la nueva aristocracia. Gozaban de grandes fortunas que buscaban invertir.

Después de entrevistar a los posibles arrendatarios, el administrador a cargo alquiló la residencia Swan al  almirante Whitlock, un rico marino que acaba de llegar de Europa.

—Debe agradecer a la providencia que mi mansión eleve su estatus social— repetía el señor Swan a todo el que quiera oír sus pensamientos a cerca de su arrendatario. —Los marinos son una raza de hombres echados a perder. El aire de mar y el sol los avejenta, echa a perder su rostro. Me iré antes de poder ver mi preciado hogar habitado por ese despojo de gente.


De este modo que Bella acabó en casa de los Newton a sólo un par de kilómetros de su casa en Forks, sirviendo de niñera de sus dos pequeños y traviesos sobrinos que jamás hacían caso a sus padres.

—Bella, que bueno llegaste, muero de dolor de cabeza— la recibió Jessica. —Mike ha salido con sus amigos, mis hijos están en la casa grande con mi suegra, que siempre los malcría. Me dejan todo el día sola, nadie toma en serio mi enfermedad.

—Hermana, si tan mal te sientes deberíamos acudir al médico, no deberías dejar avanzar tu enfermedad— sugirió Bella.

—No… déjalo. Ya iré más adelante. Por ahora solo quiero recostarme o salir dar un paseo corto. Odio quedarme sola.

Caminaron rumbo a la casa grande, donde vivían los suegros de Jessica con sus dos cuñadas. Era una hermosa residencia, rodeada de jardines y decoración extraña, pues las dos hermanas  menores de Mike tenían gustos muy diferentes acerca de lo estético y su padre las dejaba experimentar.

Irina y Kate eran dos jóvenes rubias de 19 y 18 años respectivamente, educadas en escuelas importantes pero que no habían logrado hacerse de ninguna profesión, en parte porque soñaban con casarse bien y no tener que volver a las aulas nunca más.

Bella fue bien recibida por ellas y por los padres de Mike, quienes miraban con nostalgia a quien pudo ser su nuera. La madre de Mike detestaba a Jessica, porque siempre se fingía enferma para no hacer sus deberes. Debía enviarle constantemente a alguna cocinera, o doncella para aliviar los trabajos de la casa de su hijo.

El tiempo transcurría agradablemente, empezaba la primavera el día que se anunció que la residencia de los Swan había sido ocupada por los nuevos inquilinos, los Whitlock.

Fue una mañana cuando desayunando en la casa grande se habló de los nuevos vecinos.

—Dicen que es muy hermosa mamá, la señora Whitlock es joven,  no tiene más de 25 años— sonrió Irina.

— ¿En serio? ¿Y su marido qué edad tiene?— preguntó la curiosa señora Newton.

— ¡Casi 40! ¿Es mucha diferencia no mamá?— preguntó Kate escandalizada.

— ¡Por Dios!— dijo admirada la señora de la casa

—Quizás están muy enamorados— susurró Bella intentando apaciguarlos. Irina y Kate la miraron y soltaron carcajadas maliciosas.

—Pues la verdad, si parecen amarse mucho— les confirmó Mike. –Ayer pasé a saludarlos padre y los invité a visitarnos.

—Haces bien hijo, debemos ser buenos vecinos.

—Yo conozco a la señora Whitlock padre, vivió aquí hace años, antes se apellidaba Cullen— confirmó Mike dando una mirada fugaz a Bella.

¿Cullen? ¿Alice Cullen? El corazón de Bella latía como el de un ave que acaba de ser atrapada.

— ¿Cullen? ¿No será de los Cullen que trabajaban en la maderera del viejo Jonas verdad?

—Esos mismos. Está muy cambiada, ya no es la chica que corría descalza. Ahora viste muy bien— dijo Mike dando un bocado a su pan.

Bella la recordaba con frecuencia. ¡Era Alice! Su amiga Alice. Apenas unos años menor que ella, tenía 17 años en esa época y Bella 19. Se hicieron amigas apenas se conocieron y a pesar de las diferencias de fortuna no pudieron evitar quererse. Ella era la hermana que Bella siempre quiso tener. Una que la comprendía, que podía entender sus pensamientos. Con ella compartió tantas historias porque también le apasionaba la lectura.

— ¿Y qué fue de sus hermanos?— preguntó la señora Newton. —Esos muchachos eran muy laboriosos, una vez vinieron a cambiarme las puertas laterales con el viejo Jonas. Hicieron un espléndido trabajo

—Pues el mayor se casó— dijo Mike. El corazón de Bella se detuvo un instante. Alice era la menor ¿A cuál de ellos se refería Mike? ¿Cuál de los dos mayores? A Bella le hubiera gustado tomar a Mike de las solapas de su camisa, estrellarlo contra la pared y exigir respuestas.

—Con alguna jovencita guapa supongo,  eran muy bien parecidos— acotó la señora.

—No le pregunté eso, mamá. Pero uno de sus hermanos vendrá a vivir una temporada con ella.

Bella no pudo soportar más y preguntó.

— ¿Cuál de ellos se casó Mike?

El rubio la miró con una sonrisa benévola entendiendo su preocupación. Él supo hace años del romance de Bella y Edward.

—Emmett, fue Emmett quien se casó hace años en Rochester. Ya tiene tres hijos. Pero él no va a venir. Es Edward, ahora el capitán Edward Cullen de la marina— le guió un ojo a Bella.

— ¿Capitán de la marina?— gritó Irina.

— ¿Y es guapo?— preguntó Kate solando una risita tonta.

—A mí no me pregunten eso, yo como voy a saber su Cullen es guapo— dijo Mike hincando su comida.

Las dos se volvieron a Bella que parecía conocerlo pero la joven enrojeció tanto que apenas pudo resistir sus miradas.

—Sí, es bastante guapo— por fin habló Jessica quien no se perdió ni una palabra de lo que decían.

— ¿En serio? ¿Cabello? ¿Ojos?— empezaron a acribillarla de preguntas las jóvenes Newton.

Así que Edward estaba por llegar y se alojaría en su antigua vivienda. Edward paseando en sus jardines, tocando su piano, quizás hasta duerma  en su habitación. Este último pensamiento hizo que Bella se atragantase con su tostada.

Jessica que no perdía ningún detalle, a pesar del terrible dolor de cabeza que demostraba. Ella en secreto se había encaprichado con Edward Cullen hacía años, fue su amor de adolescencia. ¡Ella debió casarse con él!  

“Pero Cullen era tan pobre en esa época” se reprochó. Y se  tuvo que conformar con el despojos de Bella… otra vez Bella  ¿Qué tenía su hermana que a ella le faltaba?

“Bella es escuálida, patosa… tonta. Yo por el contrario soy divertida, bailo muy bien, soy ingeniosa. Y en apariencia somos opuestas. Mi cabellera es hermosa, de un rubio cenizo como no hay otra. Mi piel es tan tersa. Bella tiene ese cabello oscuro sin vida que se ata en moños horribles. Su piel pálida le da una tonalidad cadavérica y sus ojeras se han asentado con el tiempo” pensaba la hermana menor mientras terminaba su plato. Se levantó y trastabilló fingiendo un mareo. Era necesario para que doña suegra no le cargue con deberes para el almuerzo.

La tarde llegó pronto, los Whitlock vendrían a visitar a los Newton. Bella estaba nerviosa, hacía tanto que no veía a la pequeña Alice. Caminó innecesariamente de un lado hacia el otro acomodando las cosas en la sala de su hermana.  Pero Jessica advirtió su turbación y se propuso no permitir ese encuentro.


Fingió un oportuno desmayo antes que Mike y los niños salieran rumbo a la casa grande. Bella se quedó voluntariamente a cuidarla. Y así se perdió la primera oportunidad de ver a Alice Cullen ahora como la señora Whitlock. Para otra vez sería.

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