Catorce
Sintió que no podía mantenerse en pie,
cada palabra escrita en ese trozo de papel era demasiada felicidad.
Quizás un par de horas en soledad la
hubieran serenado pero escuchó a su hermana, Mike y la señora Newton entraron.
—He olvidado mi chal, los alcanzaré en
la tienda de cristales— entró apurada la señora Newton.
— ¿Te sientes bien Bella?— Mike notó su
turbación antes que las dos mujeres.
—Estás pálida— dijo Jessica tocándole
la frente.
—Bella querida ¿Podemos ayudarte?—
ofreció la madre de Mike.
—No, no me pasa nada, es sólo que no me
siento bien. Debo irme a casa.
—Te traigo el coche ¿Quieres que te
lleve?— ofreció su cuñado.
—Pide un coche de alquiler Mike, el
nuestro no está disponible, en media hora partimos a casa— Jessica nunca sería
amable con su hermana eso era obvio.
—No, no por favor no se molesten. Deseo
caminar.
—Pero ve rápido a casa, papá te está
esperando ¿Le dijiste al capitán Cullen que no es bienvenido en la noche?— si
pudiera gritarle a Jessica lo haría sin dudar.
No tenía fuerzas para quedarse a
esperar que Edward regrese, debía irse ahora mismo, su corazón se lo decía.
“Necesito un poco de soledad, debo pensar, debo pensar” se repetía Bella.
Mike y su madre la acompañaron a la
calle. Al parecer los Whitlock habían guiado a los Weber en su compra. Bella no
preguntó, no tenía ánimos de saber nada más.
—Por favor señora Newton, hágame el enorme
servicio de decirle al capitán Weber y al capitán Cullen que los esperamos esta
noche en casa.
—Yo se los diré Bella, pierda cuidado.
—Es importante, no me gustaría que
algún malentendido los desanime a
asistir. Usted entiende— susurró la joven.
—La entiendo querida— dijo la señora
Newton tomando las manos de la muchacha y acercándose para hablarle en secreto.
—Lo que jamás comprenderé es porque no aceptaste a mi Mike. ¡Cómo hubiera
disfrutado teniéndote por hija!
Bella sonrió tristemente, le agradeció
el cumplido y se despidió con la intensión de caminar rumbo a su casa. Pero Mike no se lo puso fácil, insistió hasta
que logró escoltarla.
Era una compañía que Bella no deseaba a
pesar del carácter amable que Mike mostraba. Apenas podía responder sus
preguntas y llevar el hilo de la conversación.
No habían caminado más de 3 calles
cuando Bella escuchó unos pasos que se unían a los suyos y su corazón dio un
vuelco. No estaba equivocada, era Edward.
—Capitán Cullen, que casualidad— dio la
bienvenida el rubio. Pero Bella no podía hablar ni siquiera pudo sostener su
mirada.
—Una feliz casualidad.
Caminaron una calle más, Mike intentaba
conversar con ambos pero las respuestas que obtenía eran sólo monosílabas.
—Capitán Cullen ¿Hacia dónde se dirige?—
preguntó Mike algo más interesado en saber.
—No lo sé— respondió Edward
visiblemente confundido.
— ¿Me haría un enorme servicio?—
preguntó el rubio. —Debo acompañar a la señorita Swan a su casa pero acabo de
recordar que tengo un pendiente, es algo tan importante que requiere mi presencia
inmediata y si usted me hiciera el servicio de escoltar a Bella me liberaría de
un gran peso. Ella no se siente bien y no la podría dejar marchar sola— sonrió
al ver la turbación de Edward y las mejillas coloradas de su cuñada.
—Sí, desde luego, yo lo relevo con
mucho gusto.
Mike le hizo un gesto travieso a Bella
y se alejó feliz de poder ayudar a su amiga. Él se había dado cuenta desde hace
mucho tiempo que aquel amor interrumpido era innegable. Lo supo el día que le
pidió matrimonio a Bella. Supo que ella no podría amarlo aunque lo intentara
con todas sus fuerzas. Hay cosas que no pueden imponerse y una de ellas es el
amor. Porque el amor debe fluir libre como el agua de un arroyo, debe ser espontáneo como una sonrisa… la misma que
asomó en los labios de Bella al mirar al capitán.
— ¿Piensa marcharse hoy capitán Cullen?— se atrevió a preguntar la
muchacha.
—No lo sé…
—Tal vez… yo podría hacer algo para que se quede aquí…
Frente a frente aquellos ocho años se desvanecieron, antes de aclarar sus
diferencias y poder confesar lo que sus corazones guardaban, Edward sintió la
intensa necesidad de volver a sentir aquellos labios que tanto tiempo había
anhelado. Volver a perderse en esa mirada infinita, aspirar el aroma que aún
sobrevivía en su memoria.
A pesar que quisieron hablar de sus sentimientos y las razones que los
obligaron a mantenerse alejados por tanto tiempo, la emoción de la cercanía tan
ansiada pudo más, cada uno podía mirar el amor a través de los ojos del otro.
Con nostalgia tuvieron que despedirse una vez más, con la promesa de
volver a verse esa misma noche. Antes pasaron por casa de los Whitlock, para
encontrar una justificación a su demora y también para hacer partícipe de su
dicha a la hermana menor del capitán.
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