02 febrero 2013

Epilogo Acosador





EPÍLOGO

(Un año después)

Respiré profundamente pero mi corazón seguía bombeando con fuerza. Llevaba varios minutos de pie en el altar y Bella no aparecía.
¿Se habrá arrepentido? ¿Tan malo fui en estos meses que vivimos juntos?

Habían sido días muy hermosos. Nosotros dos solos lejos de todo el mundo. Pensé que sería más difícil pero la verdad es que me había divertido cada día a su lado. Me hacía reír, pensar y hasta darme cuenta de algunas cosas que las daba por sentadas.
Bella miraba el mundo de una manera distinta a la mía. No era una mujer como las que conocía. Ella no hablaba de ropa, zapatos o maquillaje. En nuestras conversaciones siempre tratábamos temas cotidianos que analizábamos a fondo. Habíamos sido criados de manera muy diferente y me interesaba saber sus puntos de vista.
Pero no habíamos estado totalmente solos este tiempo, Alice y Jasper nos habían visitado y Bella no se pudo salvar del día de compras con mi hermana.
Emmett también había pasado a vernos. Él y Bella siempre estaban peleando. Mi enorme amigo le jugaba bromas que Bella contestaba sin demora. Se liaban en unos comentarios divertidísimos.
Me gustó saber que Emmett salía ahora con Rosalie. Vino hace dos semanas a pedirme consejo de cómo proponerle matrimonio.
¿Yo que podía decirle? No tenía experiencia es esto de la proposición, cuando Bella y yo nos casamos estábamos ebrios. Y en esta vez fue Bella la que me lo propuso.
—Charlie aún no se cree que estoy casada, debemos darle su foto de bodas— me sorprendió un día, después del desayuno.
— ¿Casarnos otra vez?— dije con poco entusiasmo. En verdad lo que me bajaba la moral era mi querido suegrito. Había venido a Jacksonville en dos oportunidades y ninguna quiso visitarnos en nuestra casa. Había buscado a Bella en su trabajo. Ni siquiera lo vi.
—Si no quieres casarte te puedes ir— me lanzó un dardo justo en el corazón. Sí, soy muy dramático a veces. No es cierto, sólo bromeo. Yo sabía perfectamente que era una de sus reacciones hoscas. Bella solía reaccionar a la defensiva generalmente.
— ¿Me puedo ir? ¿Hablas en serio?— pregunté haciéndome el resentido.
—Sí. Pero te mataré si lo haces— sonreí, eso en su lenguaje significaba "te amo", al menos en mi forma de interpretarlo.
Cómo adoraba sus amenazas y hasta sus insultos. Creo que soy masoquista. Ella tiene una muy particular forma de ofenderme, lejos de molestarme me causan gracia. "Cabeza de chorlito", "Tontin", "Caracol" "Inutilísimo", "nopal" eran calificativos que usaba conmigo cada vez que no hacía algo bien.
Debo reconocer que soy poco útil en casa. No sé cocinar, ni limpiar, ni lavar. Bueno, no sabía, ya aprendí. Y tampoco soy diestro reparando cosas.
— ¿Cullen no sabes cambiar una bombilla? De dónde eres para devolverte— me reprendió un día.
—Bella, esto no es una bombilla normal de rosca, es un dicroico, debe necesitar una especie de herramienta— me excusé.
— ¡Edward! ¿Por qué limpiaste el parquet con cloro?— me gritó otro día.
—Dijiste que estaba sucio— me crucé de brazos.
— ¡Dios dame paciencia, porque si me das fuerza, lo mato!— se fue vociferando.
Me encantaba su manera de bajarme la autoestima cuando me admiro en el espejo. Lo reconozco, a veces soy algo vanidoso.
—Ya deja ese espejo que se puede romper—me sorprendió en el baño.
— ¿Romper? Estás medio ciega, deberías admirar el hombre con quien te casaste— le contesté ofendido. Podía decirme inútil pero ni iba a negar que me veo muy bien.
—Soy realista. Eres tan poco agraciado que cuando naciste el médico dijo, si vuela es murciélago— rompió a reír y salió corriendo.
— ¿Me estás llamando feo? ¡Nadie le dice feo a Edward Cullen y vive para contarlo!— salí tras ella para hacerle cosquillas hasta que se retractara. Adoraba hacerla reír.
Lo que en verdad me resultó difícil es aprender a lavar. Cuando vivía sólo simplemente llevaba mi ropa a la lavandería por la mañana y la recogía en la tarde. Asunto resuelto. Aquí las lavanderías estaban a unos kilómetros y a Bella le parecía un desperdicio de tiempo y dinero. Me obligó a lavar a mano durante un par de semanas. Me salieron ampollas en los dedos.
— ¡No Edward! La ropa blanca es primero. La remojas media hora, primero disuelves el detergente— me enseñaba.
—Bella ¿Sabes que existen lavadoras no?— me quejaba.
—Claro. En la hacienda había una—sonrió.
— ¿Y la usabas?— pregunté escéptico.
—A veces. Pero jamás para mi ropa interior. Mis calzones los lavo a mano y tu también lo harás— me condenó.
He de confesar que hice trampa algunas veces, días después compramos una lavadora automática y mis bóxer los camuflaba con mis camisetas.
Cocinar fue más fácil. Quemé guisos al principio y se me pasaba la sal. Nada que un curso de cocina por youtube no solucionó. Es increíble que ahora sea un experto en limpiar pescado fresco y un as preparando pastas.
—No. No vamos a comprar un microondas, eso no es cocinar, es calentar— me discutía.
—Soy un experto del microondas, hasta hervía agua allí— sobreviví dos años sólo con un microondas, no entendía porque ella se oponía.
—Y por eso morirás más rápido. ¿No has leído que los microondas producen cáncer?— solté una carcajada, esa era una leyenda urbana que no tenía sustento científico. Pero eso no iba a convencer a Bella.
—Te ahorrará tiempo— sugerí.
—Tiempo es lo que me sobra, me levanto a las 5 de la mañana, el dormilón eres tú— ups, eso era cierto. Punto para Bella. Debía ser más astuto para convencerla.
—Lo podemos usar para calentar y no ensuciar platos— dije ya resignado a no tener mí preciado microondas.
—Ah bueno, eso sí me parece bien. Porque a ti hay que decirte que laves lo que ensucias y además lo haces mal— sí, punto para Edward.
Cuando quise matricularme en el gimnasio Bella se opuso. Le parecía desperdiciar el dinero. En realidad Bella siempre pensaba que desperdiciábamos muchas cosas.
—No vamos a gastar 300 dólares al mes para que te ejercites— se quejó.
—Bella ¿Cómo voy a conservar mi físico sin ejercicio?— defendí mi postura. — Estos brazos necesitan pesas, mis piernas, la bicicleta estacionaria y… hay ejercicios para mantener bien duras mis nalgas— trataba de convencerla mostrándole lo bueno que estaba.
—Pues te levantas más temprano y sacas tu trasero a correr como yo— fue su última palabra. Y me convertí en un deportista madrugador. Corríamos todos los días por la orilla de la playa. Hicimos muchos amigos, comprábamos pescado fresco y nos dábamos un delicioso baño matutino.
Fue buena idea, con el tiempo mi cuerpo se veía como el de los guardavidas. Musculoso y bronceado. Hace tiempo me hubiera pavoneado entre las chicas pero ahora estaba más concentrado en mirar feo a los idiotas que volteaban a mirar a mi esposa.
Una de las cosas en las que estuvimos en desacuerdo por varias semanas es la luna miel. Discutíamos sobre el precio y los lugares. A mí me gustaría llevarla a una isla desierta y tenerla sólo para mí. Pero vamos ¿Dónde encuentro una isla para nosotros solos? Y Bella no quería que gastáramos mucho. Le ofrecí pasar un par de semanas en Las Vegas.
—No, yo no vuelvo allí, nos gastaríamos todos nuestros ahorros— dijo muy convencida.
—Entonces podemos ir a Seattle, no gastaríamos mucho, todavía tengo mi departamento. Está en el octavo piso y tiene una muy buena vista del lago— la animé.
— ¿En el octavo piso? Disculpa Edward pero no soy un pajarito para vivir en el aire. Estoy acostumbrada a estar en tierra firme, me gusta que mis pies toquen el suelo— otra vez me salía con eso de que no le gustaban los departamentos.
— ¿Quieres ir a Europa?— Le ofrecí. Sería emocionante ir a París o a Londres.
— ¿Cuánto va costar eso?— ese era el problema, el precio. Yo trabajaba pero todavía no me llovía dinero. Tenía mis inversiones, estaba empezando a conocer como funcionaba la bolsa de Florida. No era nada parecida a la de Seattle en dónde sí sabía hacer mis buenos movimientos. Bella tenía todavía ese empleo de medio tiempo en la librería y también estudiaba. Quería entrar a la universidad en un par de meses, la colegiatura era costosa. Para eso estábamos ahorrando.
—Bella, sólo tendremos una luna de miel. Cuando le cuentes a nuestros hijos o nuestros nietos a dónde fuimos en nuestro viaje de bodas. ¿Qué les dirás? ¿No tuvimos luna de miel porque queríamos ahorrar?—Yo había ofrecido vender mi departamento o mi auto pero la berrinchuda se opuso. Y estaba renuente a una costosa lun a de miel.
—Está bien. Pero no a Europa— me sonrió. Sí, estaba a punto de aceptar un espléndido viaje. — ¿Qué te parece Africa?— dijo sonriendo.
—Muchos mosquitos— dije de forma automática. Recordaba unas vacaciones de niño, dónde me la pasé rascándome todo el viaje.
—Sí. ¡Un safari!— gritó. ¿Por qué a mí? Yo odiaba los insectos.
—Bella se supone que la luna de miel es para pasarse la mitad del día en el hotel haciendo niños—me quejé.
—Haremos turismo de aventura— seguía soñando. Como ella no era alérgica a las abejas.
—Amor, quiero encerrarme contigo en un lugar paradisíaco y sólo levantarme de la cama para comer o ir al baño— le ofrecí. Pero no me escuchaba.
—Podemos navegar por un río lleno de cocodrilos— ya no sé si sería una luna de miel o la búsqueda de las minas del rey Salomón.
—Quiero sexo, mucho sexo— seguí quejándome como un niño.
— ¡Veremos a los leones en su hábitat natural!— ahora ya estaba emocionada y nada le quitaría esa idea de la cabeza.
Para eso está la televisión de paga. En Discovery o National Geografic hay mejores tomas y sin arriesgarse. No dije nada, me senté en el sofá haciendo puchero.
Bella se acercó a mí y me alcanzó un folleto.
—Ya hice reservaciones— dijo con una sonrisa pícara.
"Islas Canarias" decía un folleto muy llamativo que mostraba lo que yo tanto quería. Arena blanca, mar azul y bungallows privados. Iba a tener una luna de miel con mucho ejercicio pero del que sí me gustaba.
La marcha nupcial sonó y me hizo volver al presente. Bella y su padre estaban de pie juntos. Lentamente caminaban hacia mí.
Parecía una ceremonia religiosa por el decorado que Alice utilizó pero sólo era por el civil. La iglesia todavía no daba su veredicto final acerca del matrimonio de Bella con Jacob. Mi berrinchuda ya había perdido la esperanza al respecto. Legalmente las ceremonias religiosas no valían. Menos aún cuando no tenían el documento que lo probaba. Nuestro abogado nos dijo que podíamos casarnos otra vez si queríamos. Y ya que mi suegro y toda la gente de la hacienda no estaban convencidos de nuestra unión le íbamos a demostrar lo mucho que nos queríamos.
Parecía que toda la hacienda estaba aquí. Es más, toda la gente de Forks. Hasta las Denali vinieron. No sé para qué. Yo no las invité, seguro Carlisle quiso quedar bien con sus vecinos.
Bella traía un vestido blanco hermoso, hacía resaltar su delgada y esbelta figura. Le quedaba perfecto. Alice la torturó todo un mes con las pruebas. Su cabello recogido le quedaba hermoso. No sé si podía amarla más de lo que ya la amaba. Cada día sentía que era más valiosa, más importante en mi vida.
Llegaron hasta mí. Charlie puso la mano de su hija sobre la mía.
—Cierra la boca Cullen— me sonrió mi berrinchuda. Tomé conciencia que la estaba mirando como un tonto. Le sonreí.
—Cuídala Edward. ¿Recuerdas que fui policía verdad?— me amenazó su padre. Volteé a mirarlo.
—Si señor— dije algo perturbado. Ese hombre daba miedo.
—Sé usar varios tipos de armas y soy luchador profesional. Tenlo presente cuando alguna idea estúpida pase por tu cabeza— sonrió y se hizo a un lado.
Eso no era una advertencia, era una amenaza. Podía comprenderlo, si tuviera una hija no la dejaría casarse con un tipo como yo. A menos que la quisiera tanto como yo a Bella.
Edward, deja de tontear y concéntrate, ya habrá tiempo para hacer las paces con el suegro. De todas formas no molestaba.
Casi no presté atención a lo que el juez decía. Cada pocos segundos giraba mi cabeza para ver a mi Bella. Ella juguetonamente me sacaba la lengua. Me hacía muecas graciosas y yo tenía que contener las carcajadas.
Firmamos un gran libro, seguido de nuestros testigos, nuestros padres, Esme, Carlisle, Charlie y la abuela de Bella, mi nana May. También firmaron Alice y Jasper que estaban comprometidos hace poco y lo anunciarían durante nuestra fiesta.
Después de las fotos de rigor, quisimos hacer una sesión nosotros dos solos. No queríamos tener en nuestra casa fotos rígidas de la boda. De esas comunes. Corrimos sin zapatos a la orilla de la playa y echamos a perder nuestros costosos trajes. Por una vez a Bella no le pareció desperdicio. Obtuvimos tomas realmente buenas. Algún día, dentro de muchos años volvería a ver estas mismas fotos, quizás cuando tengamos varios nietos. Y recordaría lo bien que la pasamos.
La fiesta fue realmente divertida. Todos los que vinieron debían dedicarnos algunas palabras. No podía quitarle los ojos de encima a Bella, adoraba ver sus reacciones cada vez que alguien hablaba.
—Bueno… este… yo soy el papá, quiero decir el padre de… de la novia, de mi hija Bella— se presentó Charlie.
— ¿Ya viste de quien heredé la elocuencia verdad?— escuché a decir a Bella en mi oído. Tuve que morderme la lengua para no soltar una carcajada y dejar en ridículo a mi nervioso suegro.
—Sólo quería desearles… desearles que sean felices. Sé que Edward va a ser un buen esposo. Lo sé porque fui policía y… este, sé cómo manejar un arma—escuché varias carcajadas.
— ¿Puedo usar el video de nuestra boda como evidencia por si algo me pasa?— le pregunté a mi esposa.
—Si haces alguna perrada este video va a desaparecer. Pero no es de Charlie de quien debes tener miedo— me dijo mostrándome su puño. Lo besé tiernamente. Bella no me asustaba.
Les tocó el turno a mis padres, ambos como siempre se presentaron juntos. Si hasta daba la impresión que eran gemelos. Uno terminaba las frases del otro, constantemente coincidían al decir algo.
—Edward fue siempre un buen chico… amable, caniñoso…— empezó mi madre.
—Y muy costoso—le corrigió papá. Bella soltó una risita traviesa.
—Son lindos tus padres— suspiró mi berrinchuda. Pero a quién miraba era a Esme. Sabía que a Bella siempre le hizo falta una madre, pos eso le pedí a mamá que viniera unos días antes y que fuera quien la vistiera para la boda.
Mis padres nos dieron muchos buenos consejos, entre risas, contaron algunas de sus más divertidas anécdotas de sus más de 25 años de matrimonio.
—Recuerdo que una vez nos olvidamos de Alice en un centro comercial— confesó papá.
—Tú la olvidaste— sonrió mamá.
—Bueno, de todas formas Alice nunca se enteró porque seguía probándose ropa. Apenas tenía 8 años— miré de reojo a mi hermana que estaba muerta de risa.
— ¿Algún día estaremos así?— me preguntó Bella.
— ¿Así cómo? ¿Viejos? ¿O contando cómo olvidamos a alguno de nuestros hijos?— le respondí. Bella sonrió.
—Así, juntos, después de 25 años— me miró seria.
—Imagino que sí. A menos claro que me eches antes—bromeé pero Bello no se rió.
—No te echaré… lo prometo— se recostó en mi pecho. Mi preciosa berrinchuda, yo sabía que también me amaba.
Uno a uno nuestos amigos fueron dedicándonos palabras, algunos de aliento, otros bromeaban, hasta que le tocó el turno a Jacob Black.
—Hola, soy Jacob… el... el ex de Bella como muchos saben— se presentó titubeando. Miré de reojo a Alice que echaba chispas.
—Esto se pone bueno—Bella se acomodó en su silla.
— ¿Eso crees?— le pregunté.
—Claro. No te preocupes, es un perro que sólo ladra, no muerde. Es buen chico— parecía despreocupada, así que confié en ella y también me relajé.
—Yo sólo quería decirle a Bella que le deseo lo mejor. Que sea muy feliz. No le guardo ningún resentimiento, al contrario, todo quedó muy bien entre nosotros. Ah… y a Edward… que la cuide mucho, Bella puede ser algo ruda pero es linda a su modo. Gracias— dejó rápidamente el micrófono.
—Tenías razón, no muerde— le susurré.
—Ay no, a esta tipa quien la invito— dijo mi hermosa esposa visiblemente ofuscada. Miré hacia el lugar dónde se encontraba el pequeño podium. Tanya Denali traía una amplia sonrisa y se disponía a hablar.
Repasé mentalmente. Yo nunca había estado con ella, a pesar de sus "muestras de interés" por mi. Esa mujer si que era una acosadora. Varias veces se había colado en mi habitación pero yo no quise estar con ella porque eso hubiera causado problemas con los Denali. Y mi madre me mataría.
—Hola. La verdad no podía creerlo cuando mi papá me contó que "Edward rompe corazones Cullen" se casaba. Y nada menos que con mi vecina y amiga de la infancia Bella Swan— inició su discurso Tanya. Ojalá terminara pronto.
—Tranquila—le susurré a Bella. Me estaba clavando las uñas en el dorso de mi mano.
—Así que pensé ¿Qué les puedo llevar de obsequio? Y claro, si conozco a ambos desde siempre, no se me ocurrió nada mejor que algunas fotos del recuerdo. ¿Pueden ponerlas por favor?— miró hacia dónde estaban los del equipo de sonido. ¿Fotos del recuerdo?
—Maldición, voy a matar a esa perra— escuché maldecir a mi esposa. Detrás de Tanya había un ecran gigante dónde estaba la foto de Bella de aproximadamente 8 años. Era una niña linda, llevaba gafas redondas pero la ropa muy sucia. Se veía triste y al parecer había llorado.
—Estas son fotos del colegio, yo estudié con Bella. Ella era muy aplicada— más fotos fueron pasando, en ninguna Bella sonreía, parecía tomadas en contra de su voluntad.
—Y ahora viene la recopilación de Edward— temblé al escuchar eso. Recuerdo que Tanya siempre llevaba una ridícula cámara a todas partes cuando era niña, creo que no se le quitó esa manía hasta adolescente.
Abri los ojos desmesuradamente cuando empezaron a pasar una a una, fotos mías durmiendo, desperezandome, lavandome los dientes.
—Por favor, dime que no te acostaste con ella— me reprendió Bella.
—No, de eso estoy seguro— le respondí. Pero antes de que pudiera terminar de hablar aparecieron tres fotografías mías en la cama medio desnudo. Esas no las había tomado Tanya. Y debían ser de un par de años atrás, en una de mis noches locas. Ay Dios, estaba en problemas.
—Que lindas fotos del recuerdo. Espero que Edward y Bella sean muy felices— se bajó del escenario como si nada. Todos los invitados quedaron con cara de poquer. Alice se levantó y tomó el micrófono.
—Gracias a todos por sus palabras para los recien casados. ¡Es hora del baile!— los invitados comenzaron a ponerse de pie. Bella seguía sentaba a mi lado con cara de pocos amigos.
—Amor. Te puedo jurar que jamás estuve…—pero Bella no me dejó terminar.
— ¿Cómo pudo? Esas eran fotos que me tomaba a la fuerza cuando recién llegué al colegio. Apenas hablaba en esa época, extrañana mucho a mi mamá— Bella tenía los ojos brillantes. —Debe seguir enfadada por la paliza que le di en secundaria— Bella seguía reflexionando.
— ¿Le pegaste a Tanya?— pregunté.
—Si. Una vez se burló de mi ropa. Pero va a ver— se levantó como si nada y se colgó a mi cuello. —Quiero bailar hasta que me duelan los pies— la besé.
—Claro amor, cuenta conmigo— una melodía suave empezó a sonar y caminamos hacia el centro de baile. Tomé a mi esposa y juntos iniciamos una danza lenta y romántica.
Después de bailar con casi todo el mundo, obviamente Tanya no se me había acercado, la mayoría de invitados se nos acercaba para saludarnos y desearnos lo mejor personalmente.
Cuando le tocó el turno a las Denali, Bella sonrió ampliamente.
—Kate, Irina, Tanya, cuanto gusto— las saludó.
—Gracias por invitarnos Bella— le respondió Kate algo abochornada.
—Los presentaría, pero ya todas conocen a mi Edward ¿Verdad?— se colgó de mi brazo como una gatita. Me causó gracia, Bella nunca había hecho eso.
—Tuyo hasta que me muera— le dije con mi mejor sonrisa sexy.
— ¿Y a dónde se irán de luna de miel?— preguntó Tanya.
—A una isla desierta. Y tendremos tanto sexo que romperemos la cama— Bella jaló mi brazo y me llevó lejos de allí, dejando a las Denali escandalizadas.
— ¿Qué fue eso?— le pregunté. Bella apenas podía contener la risa.
—Sólo un desquite. Vamos a bailar— la seguí sin oponer resistencia.
Fuimos otra vez a la pista de baile, estaba feliz al lado de la mujer más maravillosa que haya conocido.
Sé que la nuestra, no es una relación que destile ternura, no nos decimos "te amo" cada pocos minutos, no vivimos acariciándonos ni dándonos besitos melosos. Las frases empalagosas no son lo nuestro. Y no por eso somos menos felices.
Cada uno encuentra su lugar justo en la tierra, a veces, después de haber andado mucho. Por mi parte puedo decirles con toda certeza que mi lugar estaba al lado de Bella, para amarla, ayudarla, protegerla y soportarla. Cada uno tine sus días difíciles.
Debo terminar ahora esta narración porque me espera una luna de miel. Lo siento pero planeo que sea sólo para Bella y para mí. Ya saben que soy un acosador respetuoso de la intimidad, sobre todo la mía.
No desesperes, hay un acosador para cada niña linda como tu.

FIN


Gracias por leer amiguitas

PATITO

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la verdad muy bueno !

Anónimo dijo...

me hace recordar tanto a lo que soy : berrinchuda, testaruda
pero ha un sigo sudando
gracias!!!!

Unknown dijo...

por dios
me encanto!!!!!!!!
tengo esperanzas jejeje

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