13 febrero 2013

Cap 1 Mi dios griego


CAPÍTULO 1

APARECIÓ UN DIOS


BELLA 

¿Me vería tan nerviosa como mi reflejo? 

Hoy quizá sería un día que quedaría marcado para siempre en mi calendario personal.

Era el último fin de semana antes de entrar al instituto, mi último año. Y hoy había una fiesta de fin del verano. 

Casi todas mis amigas ya habían tenido su primera experiencia, y aunque yo había insinuado que no era una niña inocente, la verdad seguía tan pura como cuando nací. 

Quizá no tan pura después de todo, digamos que un poquito manoseada. No era que no quisiera, pero Jake mi novio, era tan ardiente. Por eso siempre evité tener situaciones peligrosas, porque temo que no pueda detenerse. Y yo quería que todo sea perfecto.

Hoy era un día especial, había luna llena, estaba decidida a dar ese gran paso y cuando se lo insinué a Jake, casi bailó de alegría. Él debía estar preparando todo, porque esta noche yo no volvería a mi casa.

—Bella, las chicas están aquí— gritó mamá desde la sala, me sorprendió que llegaran tan puntual, ya que generalmente soy yo la que se pasa horas esperándolas. Pero cómo jefas de las porristas y las chicas más populares de la escuela debíamos llegar antes que todo mundo a la fiesta, seríamos algo así como las anfitrionas.

La casa de Jake era como mi casa después de todo. 

Salí a mirar por mi balcón, el mar era precioso a esa hora, el sol a punto de ocultarse, el cielo rojo. 

Los atardeceres en Huntington eran de lo mejor. Y la vista desde mi casa lo máximo. No vivíamos a orillas del mar pero teníamos la mejor vista de todas.

— ¿Quiénes son los mejores?— escuché chillar a Alice.

— ¡Preparatoria Edison!— grité feliz.

—Y nosotras somos…

— ¡Alice! 

— ¡Bella!

— ¡Rose!

Era siempre nuestro saludo, entre nosotras y en la escuela. Éramos inseparables prácticamente desde que nacimos. 

Rosalie Hale una rubia alta y de escultural figura, Alice Brandon de cabellos oscuros, pequeña pero la más flexible de todas, era la que hacía las acrobacias más difíciles y yo Bella Swan, la más carismática o eso había oído.

— ¿Lista para dar el gran paso?— Alice me inspeccionó para aprobar mi atuendo.

—Creo que sí.

— ¿Como que crees?—Rose me miró molesta.

—Claro que estoy lista pero igual me siento nerviosa— confesé.

—Bueno, es algo difícil a mi me dolió y no lo disfruté mucho— dijo mi rubia amiga.

—Pues al igual que Bella yo sigo siendo una santa— Alice se hacía la importante.

—Ah sí, una santa que no hace milagros, yo no me creo eso de que sólo estudias con mi hermano amiguita— Rose la retó, Alice salía con Jasper el gemelo de Rose desde hacía dos años y aunque no eran muy apasionados a veces se perdían un fin de semana.

—Solo protejo nuestra amistad baby o… ¿Acaso quieres que te de detalles de tu hermanito?

— ¡No por favor!— gritó la rubia.

—Lo ves, si no quieres que te hable gloriosa de la anatomía de tu guapísimo hermano, mejor piensa que yo soy santa Alice patrona de los saltos triples y las volteretas.

—Mejor démonos prisa amigas, tenemos que llevar algunas bolsas de papas fritas— las apuré sino acá correría sangre. 

Llegamos con tiempo, yo tenía llave de casa de Jake, así que simplemente entramos. 

Algunas personas terminaban la decoración pero no vi a mi novio por ningún lado.

—Alice ven a ayudarnos— le grité.

—Estoy fuera, miraré una película no tengo deseos de fiestas.

—Que pesada, sólo porque mi hermano está de viaje no es motivo para que se porte como una ermitaña y no nos ayude con la fiesta, con razón no se puso sus mejores trapos— se quejó Rosalie.

—Nada más tenemos que colocar los bocaditos y programar la música— le sonreí

—Ojalá no venga el animal de Félix— dijo ella molesta.

—Pensé que ustedes terminarían juntos, hacían bonita pareja— traté de buscar su mirada pero ella parecía triste.

—Es un enfermo sexual ¿No te dije que no disfruté mucho mi primera vez? Fue porque él sólo piensa en satisfacerse a sí mismo, no quiero volver con él. Bueno tampoco me ha buscado mucho en el verano.

—Que pena Rose, la verdad me gustaría que conocieras a alguien especial.

—Es difícil con esta cara y este cuerpo. No me quejo, sólo que la mayoría se acerca por mi apariencia.

—Pues a mí nadie se me acerca para ninguna de las dos cosas— bromeé.

—Con un novio como el tuyo nadie se atrevería, mide casi 1.90 mts parece un luchador y además es el capitán del equipo de básquet. Creo que nadie se te acerca porque no cree que pueda superar al gran Jacob. Aunque Mike te invitó un par de veces el año pasado.

—Mike no cuenta, yo hablaba de un hombre de verdad, uno guapisimo y de pelo en pecho.

— ¿Quien habla de mi?— Jake entró muy feliz y con esa sonrisa tan sexy que tiene.

— ¿De ti? Estábamos hablando de Gerard Butler—le sonrió Rose.

—Sólo quieren disminuir mi autoestima pero no lo lograrán. Bella estás muy linda te tengo una sorpresa para hoy, hay luna llena y pues me gustaría que fuéramos a la terraza, del último piso. La separé sólo para nosotros— susurró dándome un beso en el cuello.

—No coman pan delante del pobre. Mejor me voy— Rose tomó su bebida y se marchó.

—No debiste molestarte Jake ya sabes que las sorpresas me asustan.

—Nada te asustará hoy. Estaremos un rato en la fiesta y luego quiero que vengas conmigo ¿sí?— quien podría resistirse a esa mirada y a esa sonrisa. Destilaba fuego por dónde se le viera.

—Claro Jake. Mira el equipo ya está aquí— más de 10 chicos entraron, Jake fue a saludarlos, yo me quedé allí tomando una soda.

Una parte de mi quería dar ese paso con él. Pero otra me decía que aún no llegaba el momento, era como una corazonada, como si muy en el fondo supiera que Jake no había llegado a lo profundo de mi corazón. Era genial, sexy, alegre y muy atractivo. Y tenía siempre ese bronceado perfecto, sus vellos eran dorados y su cabello negro azabache lo hacía irresistible. 

A casi todo el colegio se le caía la baba por él y estoy segura que más de una quisiera estar en mi lugar. Sobre todo las Denali, esas zorras del equipo de voleyball eran las que más lo deseaban. 

Decidí olvidarme de todo y no pensarlo tanto. Ya había tomado una decisión y seguiría adelante. Hoy sería mi gran noche.

.

Las horas pasaban y yo seguía conversando con Rosalie. 

Alice se marchó, ella sola se había comido tres bolsas de nueces y dos litros de soda y se dolía la tripa. 

Vi que Jake estaba muy entretenido conversando con el equipo, disponiendo todo para cuando comenzaran los entrenamientos. Pero extrañamente hoy tomaba más que de costumbre, tal vez porque estaba nervioso. No lo había dicho pero adivinaba que sería su primera vez también.

—Acompáñame a la terraza Bella. A esta terraza de aquí, no a la de arriba—Rose sonrió. Mis mejillas me traicionaron.

—Ah sí claro.

—Sé que estás nerviosa y es lógico y como eres prácticamente mi hermana quería decirte algunas cosas. 

— ¿Cosas?

—Consejos. No te preocupes por cuidarte, no permitas que él use preservativo, al menos no la primera vez sino será más doloroso.

—Pero si…

—No hay problema mañana paso por tu casa y te llevo una pastilla del día siguiente. Luego tendremos que ir a un ginecólogo para que programes un método más seguro. Otro consejo, relájate, no te haría mal si bebieras un par de copas. Creo que Jake también lo está haciendo. Sólo déjate llevar Bella, te deseo lo mejor, que tu experiencia sea mejor que la mía. ¡Ánimo amiga!

—Gracias— dije algo asustada.

—Creo que es hora de irme, en una hora más todos los chicos estarán ebrios y no quiero que me salten encima. Suerte— me dio un abrazo y la acompañé a su auto. 

Yo no había traído el mío porque amanecería aquí. Mi madre estaba al tanto y hasta me dio también un par de consejos y claro se lo ocultaría a papá. Cuando el auto de mi amiga se perdió en la oscuridad entré de nuevo a la fiesta.

La hora había llegado.

Busqué a Jake con la mirada, sus amigos estaban allí pero él había desaparecido, sonreí pensando que quizá habría subido a terminar de arreglar algo, esperé en la terraza del segundo piso. 

La música estaba empezando a cambiar y a ponerse frenética, nunca me había quedado hasta este punto en una fiesta. 

Había luna llena, faltaba poco para que estuviera directamente sobre nosotros. La playa de noche era tan romántica, muchas veces había fantaseado que mi primera vez podría ser allí. Pero sería dónde Jake me llevara. 

A lo lejos vi a alguien caminando en la orilla, era una figura masculina. Debía ser un hombre que recordaba a su amada. Alguien que no estaba con él y a quien extrañaba.

Creo que debo hacerle caso a Alice y estudiar Literatura, puedo imaginarme una historia en cada persona que conozco o que veo.

Sentí una mano en mi cintura y aunque no estaba tan caliente como era costumbre gire para besarlo. Pero me detuve molesta.

—Hola Bella ¿Por qué tan sola?— era Demetri Volturi, hermano de Félix, el ex novio de Rose.

—No estoy sola, no me toques.

—Pero si Jake no está aquí. Es más creo que lo vi hace rato liándose en la cocina con Tanya.

—Eso no es cierto. ¡Quítate!— salí de allí muy molesta. Fui directamente donde los jugadores del equipo.

—Quil ¿Dónde está Jake?— pregunté.

—Pensé que estaba contigo, hace rato se despidió. Debe estar en el baño, creo que se pasó de copas…

Lo dejé allí con la palabra en la boca y me fui a la habitación de Jake. 

No estaba. 

Quizás esté arriba. Me dijo que había preparado la azotea para nosotros. A lo mejor le encargó a uno de sus amigos que me avisara y como todos están ebrios ni lo recuerdan. 

Sí, eso debe ser. 

Seguro que me está esperando y se quedó dormido. 

Sonreí, busqué la escalera que daba al piso superior. Llegue a un punto sin salida, no había escalera. 

Busque por todos lados hasta que vi una trampilla, la escalera estaba guardada, necesitaría algo para poder jalarla y subirme.

Me costó trabajo y me manche el vestido pero pude bajar la condenada escalera. 

Subí lentamente. Me encontré con una decoración preciosa, habían pequeñas velas encendidas, pétalos de flores. Olía bastante bien pero apenas en penumbras. 

El viento movía las cortinas transparentes, fui avanzando paso a paso, disfrutando del momento. 

La música suave… nuestra canción. 

Jake había pensado en todo era un… un maldito y asqueroso bastardo. 

En medio de esa decoración perfecta se hallaba un diván rojo con filos dorados. Y sobre él Jacob y Tanya dormían abrazados. Él no traía camisa y ella... estaba en ropa interior. 

Retrocedí con cuidado, no quería despertarlos. Sería peor verlo a la cara. No soportaría que me dijera que la había preferido a ella. 

Mi pierna chocó con una mesita donde habían frutas: fresas, uvas y albaricoques al lado de una botella de champán a medio abrir.

Me agaché, coloqué la pulsera que Jake me había dado el mes anterior, la cadena con el dije de medio corazón que me obsequió en nuestro primer mes de novios. Y también el sujetador de cabello que me regaló para navidad, quedé con los cabellos sueltos y el corazón destrozado. 

Tomé la botella de champán y la terminé de abrir y mientras abandonaba ese lugar fui bebiéndome poco a poco todo su contenido. 

Nunca un licor me había sabido tan amargo, era champán mezclado con lágrimas. 

Busque la salida de servicio para poder irme sin que nadie me viera.

— ¿Bella ya te vas?— alguien me detuvo en el camino, no estaba segura si fue Quil o Embry, yo sólo seguí caminando.

— ¡Bella!— llamó nuevamente.

Empecé a correr. Nadie me siguió, no sabía a dónde ir. 

Mi casa no estaba muy lejos, a unos 4 kilómetros, no me tomaría más de media hora llegar. 

Pero al salir de aquella casa, el aroma del mar me envolvió.

Quise correr por la orilla, sentir el agua tibia en mis pies. No quería encontrarme con nadie, así que en lugar de correr hacia la playa más cercana preferí ir hacia el lado contrario, hacia el arrecife, un lugar donde no me buscarían, donde nadie me encontraría. 

Corrí con todas mis fuerzas, queriendo alejarme de todo, trepé, subí y bajé por varias rocas, la luz de la luna me alumbraba.

Pronto llegué a otra playa, nunca había estado en esa parte de la ciudad, era una muy tranquila, las arenas blancas brillaban, parecía que todo resplandecía o tal vez yo estaba muy borracha. 

Con mi habitual torpeza tropecé con algo y caí. Traté de levantarme pero algo se movió en el suelo y me tomó de una mano. 

Entonces lo vi. Estaba a punto de quitar mi mano asustada cuando él se levantó.

Era un dios. Uno muy hermoso. Y salió de la arena.

Igual al de esas leyendas griegas, de rostro perfecto y ojos hechiceros. Un dios griego de verdad frente a mí. 

Me miraba intensamente, sentí que traspasaba mi alma. 

Di un paso hacia él pero retrocedió aunque no me soltaba todavía. 

Seguía mirándome con sus facciones perfectas, no había emociones en su mirada, ni reproche. 

¿Quién era? 

Busqué en mi mente y en todas aparecían estatuas griegas con poca ropa pero con el mismo rostro perfecto. 

Recordé entonces una leyenda que leí en secundaria. 

La leyenda de Ariadna. 

No la que todos conocen sobre Teseo y el Minotauro. 

No. Sino que venía después, la que pocos conocen. 

Ariadna fue cruelmente abandonada por Teseo en una playa desierta. Después que ella le ayudó a matar al Minotauro, Teseo no cumplió su promesa y la dejó. 

Ariadna destrozada lloraba corriendo a la orilla del mar, viendo a lo lejos que su amado partía en su barco sin ella. Sola en esa isla desierta clamó a los dioses su pena.

Pero no tuvo que lamentarse mucho por la partida del malvado hombre que la abandonó, ya que un dios que pasaba por allí se fijó en ella. Y el dios quedó fascinado por la belleza de Ariadna y le ofreció su corazón, se casó con ella y la llevó al Olimpo.

— ¿Quién eres?— oí la suave y deliciosa voz de aquel dios que seguía mirándome. ¿Me creería si le decía que me llamaba Ariadna?

— ¿Estás bien?— oh el dios se preocupaba por mí.

— ¿Te puedo ayudar?— si llévame al Olimpo contigo….

—Soy Edward ¿estás perdida?— el dios Edward. Bueno es mejor este nombre el otro dios se llamaba Baco y era el dios del vino, aunque yo estaba borracha así que ¡viva el licor!

— ¿Puedes hablar?— hablar, cantar, correr, volar si quieres. Rayos ¿Por qué no podía hablar delante de este ser sobrenatural?

Me acerqué lentamente a él. Olía divino, bueno era un dios. Toqué su mejilla, estaba fría como un trozo de mármol. Toqué sus brazos, sus músculos eran duros y bien formados. 

Lentamente me recosté en su pecho, me concentré en escuchar. 

Las olas, su respiración, el latido de su corazón. 

Lo abracé, si esta era una alucinación era la mejor que había tenido en mi corta vida.

Volvía a mirarlo, seguía tan perfecto aunque su mirada había cambiado. Se veía más humano, como si quisiera decirme algo. 

Suavemente me acerqué a él, quería un beso de este ser inmortal. 

Solo un beso. 

Pero el dios retrocedió. Quise llorar, no era posible, rechazada otra vez.

— ¿También tu me vas a rechazar?— una lágrima bajó por mi mejilla, el dios parecía perturbado, con uno de sus dedos limpio esa lágrima y me acercó a él. 

Me beso como nunca antes había sentido. No era que tuviera mucha experiencia al respecto pero besar un dios era otra cosa. 

Flotaba en el aire, el sonido del mar me envolvía, me llevaba de un lado al otro. Intenté tentar a la suerte y profundizar el beso, el dios no opuso resistencia. 

Poco a poco fui dejándome llevar por ese beso, lentamente fuimos acercándonos más, todo daba vueltas en mi cabeza. Él y yo suspendidos en una porción de eternidad. En un suave murmullo de agua salada.

No sé en qué momento pasó, sentí al dios sobre mí. Mi espalda en la arena y la luna sobre nosotros, mirándonos. Ni en mis sueños más raros había imaginado cómo esto.

—Edward— su nombre se escapó de mis labios. 

Era un nombre mágico, me sentía segura a su lado, el tiempo no pasaba, el momento era perfecto. 

Lentamente fui desabrochando los botones de su camisa el dios no me rechazaba.

Toqué su piel tibia, me abracé a su espalda y me perdí en ese paraíso donde me encontraba.

No sabía si estaba soñando o alucinando, yo sólo quería quedarme con el dios para siempre.

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