12 enero 2013

Capítulo 12




CAPITULO 12

ESPERANZA

Las clases comenzarían pronto y el verano terminaba, me apresuré a conseguir muchos frutos silvestres para hacer mermeladas y jaleas para el invierno, había aprendido todo esto de la señora Masen.
Sólo pensar en ella me recordaba lo mucho que me hacía falta Edward, era mi mejor amigo y mi compañero inseparable. Estas últimas semanas sin él y sin papá me estaban convirtiendo en autista, casi no hablaba con personas al menos. Mi madrastra, como estaba empezando a llamarla, casi no me hablaba y Jessica solo se dirigía a mí para pedirme cosas. El dinero era escaso, según decía la señora, apenas nos alcanzaría para pasar el invierno.
Así que quité muchas de mis flores favoritas del jardín para convertirlo en un pequeño huerto y no comprar las verduras. A mi vaca le daba más agua de la necesaria y pasto fresco para que produzca mas leche, pensaba vender el queso ya que Jessica y su madre decían que no les gustaba. Y pues mis gallinas estaban prohibidas de tener pollitos, les quitaba los huevos a diario porque era una de las pocas cosas que comía mi madrastra con agrado y yo quería con todas mis fuerzas ganarme aunque sea su aprecio.
—Bella, mamá quiere hablar contigo— me anunció Jessica. Me levante y me cambié los zapatos ya que toda la mañana plantando hortalizas me había dejado los pies y parte del vestido muy sucios.
— ¿Isabella ya has terminado de limpiar la casa?— preguntó tan indiferente como siempre.
—Si señora, limpié, sacudí y saqué las alfombras. Hice las camas y el almuerzo está listo— ojala eso logre que esté feliz.
—Sé que la escuela empezará en unos días pero me temo que nuestra situación no nos permitirá que ambas asistan este año. Jessica es la mayor y creo que es necesario que ella termine su educación primero, el año que viene lo harás tu, tal vez mi hija se case y ya quedará más dinero para enviarte a la escuela— quería echarme a llorar, todos estos días lo único que había pensado es en poder ir a estudiar y apartar mis pensamientos de lo que me ocurría y sobretodo estar cerca de Edward. El próximo año él tal vez ya no estaría aquí. No. No podía ser tan cruel. Quizás no lo era y de verdad nuestra situación era extrema.
—Señora tal vez podría buscar un trabajo por las tardes y los fines de semana para poder pagar mis estudios—le sugerí.
—Y quien se encargará de la casa, ya sabes que no hay dinero para contratar servicio. Deja de ser tan egoísta y piensa un poco en los demás. Los libros, la ropa y la donación a la escuela es algo que no puedo pagar para ti. No ahora. Irás el año que viene. Puedes retirarte.
Me fui al establo, no quería que me vieran llorar, mis animalitos sabrían consolarme.
Pasé esos tres últimos días muy triste, casi no hablaba y no recordaba la última vez que había sonreído.
La mañana que empezaba la escuela me di con la sorpresa de que Jessica estrenaba vestido nuevo, no dije nada ni me quejé.
—No me sorprendería que con lo que ha crecido Jessica y el color que ha tomado en el verano consiga pronto un buen pretendiente. Ella tiene su dote claro pero es algo que yo no puedo tocar, que asegurará su futuro— dijo mi madrastra viendo marcharse a su hija. Nunca me había hablado más de una frase de corrido, me preguntaba si no estaría hablando consigo misma. Pasé casi todo el día tratando de no volver a llorar, me repetía a cada instante que no debía ser egoísta. Preparé el almuerzo y lo serví a la hora que Jessica debía volver, ella se demoró un poco más de lo normal y tuve que volver a calentar la comida.
—Mamá a que no sabes quién me acompañó hasta la salida del pueblo—llegó gritando.
—Hija, una señorita tiene más recato para hablar. Cuéntamelo con calma y sin levantar la voz—le urgió su madre.
—Edward Masen mamá, él estaba muy interesando preguntándome como pasé el verano. No paraba de hacerme preguntas. Creo que he empezado el colegio con suerte— la oía hablar y algo en mi empezó a dolerme. No era que estuviera molesta por haber faltado, eso era tristeza, este nuevo dolor era extraño, no era para nada melancólico sino algo que me llenaba de ira. Me di cuenta de que me había lastimado con la cuchara que tenía en la mano, la había apretado con mucha fuerza y se me había marcado. Sabía que si yo hubiera estado Edward ni siquiera la habría mirado, ella no le simpatizaba. O tal vez cambió y la había visto de forma diferente. No podía ser, yo era su mejor amiga, a mi me dedicaba más tiempo que a otra persona, era conmigo con quien quería estar tanto como yo añoraba su compañía. Pero porque la había acompañado y llenado de preguntas, sería que quería saber de mi o era que estaba interesado en mi hermanastra.
—Pues ese vestido sí que te sienta hija— espera a ver lo que te pondrás mañana— decía su madre. ¿Mañana? Acaso tenía más vestidos nuevos y bonitos.
Por primera vez en mi vida quise un vestido bonito para mi, arreglarme un poco y estar presentable, miré mi vestido viejo y sucio y mi gran delantal amarillento, mis zapatos estaban desgastados, mi cabello recogido, mis manos empezaban a tener cayos y mis uñas estaban muy maltratadas. Era como la heroína del último cuento que me regalo Edward. Pero no había para mí un príncipe que me rescate, me quedaría un año entre la cocina, el establo y todos los quehaceres.
¿Papá dónde estás? Pensaba con mucha tristeza. Dónde se encontraría mi padre yo sabía que no me había abandonado, ¿Entonces le habría pasado algo malo? Ojala yo hubiera ido con él así nos habríamos perdido los dos.
—Bella tengo hambre— la voz burlona de Jessica me sacó de mis pensamientos.
—La comida está lista, ahora sirvo— le dije entrando a la cocina.
—Sabes que ha llegado algunos nuevos estudiantes a la escuela. Hay dos gemelos rubios y de muy buena familia. Pero no se quedarán mucho tiempo, me dijo Edward que son amigos de su familia. Ah y un nuevo ayudante del Juez, un muchacho un año mayor que yo, viene de otra ciudad, es huérfano, está estudiando con nosotros. No tiene fortuna así que aparte de ser muy bien parecido no tiene más encanto. Es enorme como un oso pero pobre, eso no lo ayudará mucho.
—Pues no creo que sea tan malo ser pobre, nosotras tampoco tenemos mucho—le dije algo cautelosa porque su madre me miraba.
—Yo sigo siendo la heredera de mi padre, no me considero pobre en absoluto y no luzco como tal. Por cierto Edward me dijo que vendría con su madre por la tarde. Tal vez quiera hacerme una visita— me dijo levantándose de la mesa para ir a su habitación.
—Entonces arréglate bien hija, debes causar una buena impresión. Isabella, vuelve a limpiar la sala para las visitas y si no tienes nada mejor que ponerte mejor te quedas en tu habitación— me dijo muy seria.
Dejé todo limpio y subí a cambiarme. Mis vestidos estaban todos muy maltratados, ya de por si casi no tenía vestidos nuevos antes pero había crecido un poco en el verano y apenas tenía tres que me quedaban bien, dos de diario y uno un poco más presentable. Pero mis zapatos si estaban para llorar. Me cepillé el cabello que ahora ya no olía tan bien como antes. No podía hacer más.
Faltando una hora para la puesta del sol llamaron a la puerta. Jessica salió corriendo y ni me molesté en bajar, de todas maneras estaba tan deslucida, no quería que Edward o su madre me vieran así.
Mi curiosidad pudo más, me acerqué a la escalera para oír sólo un poco.
—No puedo permitir eso Amanda, Bella es como una hija para mí. La conozco desde pequeña y he cuidado de ella muchas veces— la madre de Edward hablaba firme pero suavemente.
—Pues ahora está a mi cargo y me niego a enviarla. El dinero es escaso.
—Charlie nunca fue un despilfarrador y ganaba bien. Sé que su dinero alcanzaría para educar a su hija—le recriminó ella.
—Pues su escaso dinero apenas nos alcanzará para el invierno. No puedo hacer nada.
—Pues yo sí. Bella no puede perder un año de escuela por esas cosas. Yo correré con los gastos de su educación y su vestuario por este año, ya te he dicho que la quiero como a una hija— mis ojos se llenaron de lágrimas. Me quería como a una hija, ella es la única imagen de madre que conocía, yo también la quería mucho.
—No puedo aceptar eso…—mi madrastra estaba rehusando que me ayudaran.
—Claro que puedes, por favor debes aceptarlo, no quiero proceder legalmente— la amenazó.
— ¿Legalmente? Yo soy la tutora legal, soy a esposa de su padre—
—No voy a amenazarte Amanda pero si sigues tratando a Bella como la sirvienta de la casa no me quedará otra salida que demandarte— eso era más de lo que yo esperaba. ¿Iniciarían una pelea legal por mí?
—Entonces debo aceptar tu ayuda, no lo hago por mi sino por Isabella— dijo mi madrastra con un tono que yo conocía bien. Estaba molesta pero se contenía.
—Esto es para Bella. ¿Puede Edward dárselo?— preguntó ella. Mi corazón brincaba de alegría, lo vería nuevamente.
—Claro Elizabeth, puede llevárselo, Isabella está arriba, no se siente bien. Jessica acompaña a nuestro invitado.
Escuché pasos y de inmediato fui a mi habitación, me senté en mi cama y esperé en silencio.
—Hola Bella—oí decir a Edward, apenas me sonrió, seguro que pensaba en lo terriblemente fea que estaba.
—Hola Edward, puedes pasar— le dije apenas, se me hacía un nudo en el estómago, quería correr y abrazarlo.
—Esto es para ti— me dijo tendiéndome una caja muy grande.
—Gracias— dije tomándola entre mis brazos, él vio mis manos fijamente y las escondí de vergüenza.
—Bella ha estado indispuesta, tal vez porque se esfuerza demasiado, nunca la obligamos a hacer nada pero ella es muy servicial— decía Jessica.
— ¿Puedes dejarnos solos un momento?— le preguntó mi amigo.
—Claro que no, no sería correcto— se excusó Jessica.
—Solo unos minutos, por favor— rogó él. –Te daré un paseo a caballo este fin de semana si me complaces— le sonrió. Los ojos de Jessica se agrandaron y sonrió.
— ¿Lo prometes?— le preguntó.
—Te doy mi palabra— dijo él.
Jessica se fue si decir más, apenas salió Edward cerró la puerta por dentro y se acercó a mí, yo no quería sostener su mirada.
— ¿Por qué no me dijiste nada? Prometiste avisarme si algo malo te pasaba. ¿Acaso te has olvidado de mi?— sentí sus brazos rodearme, instintivamente me aferré a él, unas lágrimas corrieron por mi rostro.
—Princesa, no quiero que estés así, mírate, tu eres como el sol, no te apagues por favor, papá está haciendo lo posible por seguir buscando a Charlie— me miraba, acariciaba mi mejilla, era el cielo para mí. Como podía decirle que me hacía tan feliz. Me entristeció un poco saber que aún no encontraban a papá pero en este momento mi corazón latía como loco.
—Gracias— es todo lo que le pude decir.
—Quisiera llevarte, sacarte de aquí. Al menos mañana irás a la escuela, no sabes lo que me preocupé hoy y cuando Jessica me dijo que no estudiarías este año casi enloquecí, no puedes, no ahora que yo…— lo miré fijamente, tenía algo que decirme. Algo que me pareció le causaba dolor.
— ¿Me ocultas algo?— le reproché.
—Te lo diré después, ahora no tenemos mucho tiempo. Escogí los vestidos con mi madre, es la primera vez que entro a un establecimiento de ese tipo. También hay zapatos, libros y algunos cuentos que te traje de casa, para que te entretengas. No se te ocurra faltar mañana— me dijo con una sonrisa.
—No pienso hacerlo Sir Edward— sonreí por primera vez en mucho tiempo.
La puerta se abrió de pronto, Jessica tenía llave lo había olvidado.
—Edward tu madre ya se va, nos vemos mañana y no te olvides lo que me prometiste— le dijo sonriéndole.
—Está bien. Nos vemos princesa— me susurró y me guiñó un ojo— me sonrojé un poco y me despedí con la mano. Estaba tan feliz, apenas ellos salieron corrí a la cocina a preparar la cena y a dejar todo listo para el día siguiente. Había vuelto a sonreír y sabía que había esperanza, no la perdería nuevamente.

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