22 enero 2013

Cap 5 Acosador




CAPÍTULO 5

SOY UN ACOSADOR

Me levanté muy contento, encendí la terma y entré a la ducha. Estaba tan distraído que ni me tomé la molestia de verificar el agua, simplemente abrí la llave y tuve que ahogar un grito de susto. El chorro de líquido salió helado. Busque un par de toallas para abrigarme, temblaba de frío.
Cuando me recuperé me fijé en la terma, sí estaba encendida pero el agua seguía fría. Busqué con la mirada el desperfecto, mis ojos se detuvieron en un pequeño cable cortado. Esto no estaba así ayer. Anoche tomé una ducha caliente antes de acostarme.
Alguien lo había hecho y tal vez mientras dormía. Y sólo podía pensar en una persona que quisiera que mi vida fuese miserable. Y casualmente soñé con ella, no recuerdo bien pero sí que la vi en mis sueños.
Si quería verme molesto no lo iba a lograr. Yo sería el que le eche a perder el día. Niña vengativa, ya me iba a conocer.
Bajé a desayunar. May estaba preparándome un jugo.
—Buen día niño ¿Dormiste bien?— preguntó.
—Como un bebé May, creo que hace mucho que no descansaba tan bien—
—Tomate el juguito. Te he preparado huevos, pero no los he frito, eso sólo hace que pierdan sus vitaminas, te los he pasado por agua, pélalos y cómelos— se fue a la cocina y regresó con una bandeja con 4 huevos sancochados. Eso me trajo gratos recuerdos, del tiempo en que yo llevaba a la escuela la lonchera más nutritiva y elaborada.
Tomé mi jugo rápidamente y pelé los huevos uno a uno.
Mi mente estaba perdida ideando las más descabelladas situaciones y así desquitarme del agua fría de la mañana.
El sabor del huevo se hizo agrio y me lo saqué de la boca para ver porque. Me llevé un susto. No tenía yemas amarillas sino rojas.
— ¡May!— grité, mientras partía los otros huevos.
— ¿Niño?— la anciana se acercó a mí. Todos los demás huevos estaban igual de raros. –Ay niña tonta, le dije a mi nieta que fuera por los huevos y me trajo los que estaban empollando, no los que son para comer— retiró todo de mi vista, mientras yo corría al baño para lavarme los dientes. ¿Me había comido un huevo con un pollo adentro? Qué asco.
Esa… berrinchuda. Será muy guapa, sexy, tentadora… pero estaba tratando de hacerme la vida imposible.
Ya iba a ver. Con Edward Cullen no se juega.
Salí a caminar por la hacienda, haciendo lo posible porque mi sonrisa fuera la más deslumbrante que se haya visto por estos lares.
Encontré mucha gente en la zona de los trabajadores, casi todos en una pequeña y acogedora casita, la más apartada. Parecía nueva, es más, dos hombres estaban en el tejado terminando de colocar algo. Me acerqué a ellos. Jacob Black estaba allí sonriendo como siempre, con una sudadera sin mangas. Fanfarrón.
—Ey, buenos días con todos— saludé. La mayoría ni se inmutaron, ya sabía que no les caía muy bien pero no me importaba.
—Hola señor Cullen— Black como un anfitrión salió de entre todos a recibirme.
— ¿Es tuya?— pregunté señalándole la vivienda.
—Sí. Los muchachos me ayudaron a construirla sólo faltan las cortinas, uno que otro tapete y las canaletas para las lluvias. Hoy mismo traeré todas mis cosas— parecía feliz, pobre hombre, no sabía en lo que se metía.
—Pues les quedó hermosa, ¿Puedo?— dije en el umbral de la puerta, quería ver cómo se veía por dentro. No estaba mal la verdad, parecía acogedora.
—Por supuesto señor Cullen, sería un honor— los demás me abrieron paso.
—El señor Cullen es mi padre, díganme Edward, por favor, somos todos jóvenes— algunos sonrieron, por fin rompía el hielo. Y quería que confiaran en mí.
—Como digas Edward. Chicos a un lado quiero que me diga qué piensa de mi casa— apartó a los demás mientras entrábamos.
—Parece… sacada de un cuento— dije al ver todo.
—Esa es la idea, Bella la decoró como una casita de muñecas que tenía— quise reírme pero eso no me hacía gracia, hasta podía parecer tierno. Bah, ella no era tierna, era una fiera en piel de oveja.
—Les quedó perfecta ¿Cuándo se mudan?— pregunté adentrándome por todos los ambientes.
—Esta noche yo traeré mis cosas y daré una pequeña fiesta sólo para los chicos, como inauguración de la casa. Mañana Bella traerá sus cosas y se reunirán las chicas. Pero nos mudaremos definitivamente después de la boda— seguí mirando pero lo que más quería era ver la habitación, por un extraño morbo deseaba ver dónde dormirían.
—Jake, Jessica terminó de coser las cortinas ¿me ayudas a colocarlas?— entró de pronto Bella. La miré con mi mejor sonrisa.
—Bella, mira quien está aquí, es el señor… es Edward— dijo su prometido.
— ¿A qué viene?— su rostro cambió al verme.
—Sólo quería ver su hermosa casa— "y malograrte el día" me repetía interiormente.
—Que modales son esos Bella, sé más amable— caminé hasta la pequeña salita dónde estaban algunas mujeres con telas y tres chicos entraban con una alfombra mullida.
—Jacob ¿Y a dónde irán en su luna de miel?— le pregunté pues la curiosidad me mataba.
—No podemos irnos porque la cosecha empieza en unos días y me necesitan aquí— dijo él algo más serio. Pude darme cuenta que eso a ella le molestaba.
— ¿Pero lo harán después verdad? Por cierto, ahora que tendrás una familia, ¿vas a seguir trabajando aquí o se irán a la ciudad?— ese hombre parecía no tener más ambición que engrasar motores.
—Pues no lo hemos decidido aún— dijo dudando.
—Sé que mi padre ha encargado una cosechadora alemana y tres tractores hidráulicos con cabinas y aire acondicionado— los ojos le brillaron, casualmente había leído anoche algunos papeles sobre las mejoras de la hacienda.
— ¿En serio?— abrió los ojos como niño con juguete nuevo.
—Sí, y yo creo que deberíamos adquirir algunas motocicletas para poder movilizarnos por la zona, sería más rápido. Además te debo una y pienso enviarla después de la cosecha— dije con mi mejor acento citadino.
—Pues gracias… vaya no pensé que todo cambiaría por acá tan rápido— parecía dudoso.
—Sería una pena que nos dejaras, tu padre va a necesitarte mucho con la nueva tecnología, tu sabes, la gente antigua no entiende como nosotros las cosas nuevas— seguí endulzándole el futuro.
—No claro, yo quisiera quedarme— titubeó, vi de reojo que Bella nos miró asustada. Caminó hacia nosotros.
—Jake, ¿Le dijiste a Embry que pusiera la veleta en el techo?— traté de recordar que era eso… creo que un adorno que va encima de los tejados y que se mueve con el aire, muy típico del campo.
—Oh lo olvidé, voy a dárselo— el novio salió corriendo a cumplir el mandado. Yo sólo sonreí.
— ¿Qué rayos haces?— la fiera se acercó a mí y me hablaba con mucha carga negativa pero apenas movía los labios.
— Me encanta tu pequeña casita— le sonreí.
—Después de la cosecha nos marcharemos, deja de engatusar a Jake— me reclamó.
—Qué hermoso lugar para vivir el resto de tu vida— me burlé.
—No voy a vivir aquí el resto de mi vida— seguía hablando muy bajito pero sabía que si no hubiera gente estaría gritando.
—Pero a Jake le gusta— creo que soné muy hipócrita.
—Tú y yo tenemos que hablar— me hizo señas y me llevó a la cocina. Cerró la puerta, nos quedamos solos. Uy, lo que sea que quiera puedo dárselo.
—Dime— dije sonriendo mostrando mis dientes bien alineados.
— ¿Qué pretendes?— me reclamó como si no se fijara en ellos.
— ¿Yo? – es difícil ser seductor cundo quieren golpearte.
—Vamos no me mientas, no soy tonta— se cercó un poco. No si de tonta no tenía nada pero ciertos atributos saltaban a la vista.
—Yo no pretendo nada— nada bueno debería aclararle.
—Eres un descarado, un pervertido…— que bien sonaba eso en sus labios.
—Ya estuvo bueno, no sé que tienes conmigo, en primer lugar no fue mi culpa lo del rio, yo quería lavarme ¿no me viste como iba? No estaba mirándote a propósito— le dejé en claro. Nunca fue intencional, no fui a espiarla, ella sólo estaba allí, cualquiera pudo haberla visto.
—Ay me caes tan mal— parecía querer aventarme algo. Por si las dudas retrocedí.
—Pues la culpa no es mía, no puedo evitar ser tan irresistible—me reí.
—Me estás acosando, me persigues…— tentador, si perseguirla sonaba tentador y no tenía nada ms que hacer.
— ¿Quién se metió en mi habitación a malograrme la terma? ¿Quién me dio de comer huevos malogrados?— le reclamé.
—Solo quiero que te largues— ¿irme? No a mí nadie me echa.
—Mala suerte nena, no me voy a ir y me vas a tener que aguantar 6 semanas más. ¿Crees que yo quería venir a esta hacienda en el fin del mundo? ¿Crees que quería cambiar mi relajada y cómoda vida para que una loca como tú me haga la vida imposible?
—Vas a ver como saldrás corriendo antes que empiece la cosecha— amenazó.
—Puedo contigo— la desafié.
—Lo veremos Cullen— caminó hacia la puerta para irse.
—Hasta la vista Swan… casi Black— me reí.
Que criatura más extraña, ¿Querer echarme a mí de mis tierras? ¿Qué se habrá creído? ¿Yo la estaba persiguiendo?
Bueno, un poco, sólo un poco.
Entonces sí, creo que soy un acosador.

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