21 enero 2013

Cap 17 Valkiria



CAPITULO 17 

CONFESIONES

JASPER
Habían pasado dos días, aún no comprendía cómo es que acabé en una de las mazmorras del castillo y tampoco por qué me habían arrojado aquí con la espada de Edward. James estaba loco o tramaba algo.
Me inquietaba la invasión del ejército de Rochester y me gustaría estar allí al lado de mis amigos.
Escuché pasos en la puerta, ya no me molesté en hablarles a los sirvientes, se limitaban a pasar comida por debajo de la puerta. No era mala, en realidad era la misma que solía comer a diario. Y tenía un mullido colchón para dormir con muchas mantas.
Un golpe llamó mi atención, parecía que fuera había una gresca. Me acerqué a escuchar, pude distinguir la voz de Edward.
— ¿Hay alguien allí? ¿Edward?— llamé, de inmediato oí que algo cayó al piso, segundos después Edward rompió la puerta, me hice para atrás.
— ¿Qué haces tú aquí?— preguntó mirándome. – ¿Y por qué tienes mi espada?— Dijo mirando hacia una esquina de la celda.
—No lo sé. Me durmieron, no sé lo que ocurre— grité.
— ¿Dónde está James?— me preguntó.
—Eso es lo que iba a preguntar yo, él y Victoria, mi nana, me durmieron, dijeron algo de una invasión pero no sé nada mas, llevo dos días aquí— salimos presurosos, Edward se ciñó su espada.
—Pues en el castillo no están, ya he buscado de arriba abajo.
— ¿Y Rosalie?— temía por mi hermana.
—Está en el gran salón, creo… que te necesita, está alterada— me dijo.
—Pues para eso estás tú, para calmarla— le increpé
—Es tu hermana— protestó.
—Es tu esposa— le recriminé.
—Sólo de nombre— me miró molesto, entonces era cierto lo que Victoria dijo, Edward y mi hermanita no habían consumado su matrimonio y no entendía porque, él se veía tan enamorado hace sólo un mes.
Caminamos hacia el salón, al verme Rosalie corrió hacia mí y me abrazó.
—Jazz, ellos son malvado, ellos dos se entienden— decía entre lágrimas.
— ¿James y Victoria? Son pareja, creí que lo sabías— mi hermanita temblaba.
—Yo no lo sabía— dijo ella aún llorando.
— ¿Te hicieron algo?— pregunté buscando algún signo de violencia.
—Victoria, me lastimó, está como loca, me encerró hace dos días y…
— ¿Se han ido?— pregunté.
—Sí, fueron por tu ejercito, eso oí— Entonces se giró a ver a Edward parecía avergonzada. —Edward— dijo apenas y empezó a llorar con más fuerza.
—Estoy bien, saldremos al campo de batalla, Emmett está solo allá— dijo mi cuñado.
—Lo siento tanto… perdóname— mi hermana parecía trastornada.
—No, soy yo el que lo siente Rosalie, disculpa mi comportamiento de estos días— se excusó él.
—No es tu culpa, es toda mía…yo…
—No es cierto, creo que me estoy volviendo loco— Edward torció el gesto.
—Tengo algo que confesar…— Rose se puse detrás de mí como buscando amparo, no entendí nada.
— ¿Confesar?— dijo Edward sorprendido.
—Tú me amas… porque yo te di algo. Pero no fue mi idea, yo siempre me sentí mal por ello, pero es que ella me decía que yo...— me giré a verla y darle mi confianza.
—Tranquila Rose… tranquila, sólo di lo que pasó, yo estoy aquí, nadie te hará daño, ni siquiera Edward— limpié sus lágrimas.
—Victoria preparó una poción para que se la diera de beber a Edward, allá en Burgundia, antes de matar al dragón. Decía que con eso me amaría solo a mí y se olvidaría de cualquier amor anterior. Y funcionaba pero cuando llegamos aquí dejé de dársela y ahora… seguro que él me odia...— no podía creer lo que escuchaba.
—Fuiste tú y esa bruja. Entonces esos sueños, no son sueños, son… recuerdos. Todo fue cierto, todo— Edward se sentó en el piso, su rostro desesperado era digno de lástima.
—Rosalie ¿Cómo pudiste?— le pregunté. Ella retrocedió unos pasos.
—Tú también me odias, yo sólo quería casarme con un rey. Victoria dijo que él era un rey perdido, ella siempre me prometió desde pequeña que yo me casaría con un rey, era todo lo que yo quería, todo lo que soñaba… lo siento tanto, en verdad lo siento— salió corriendo hacia las escaleras. Edward todavía no se recuperaba de la impresión, parecía distante.
—Creo que lo que sea que estés pensando puede esperar, necesitamos ayudar a Emmett— le urgí.
—Sí, lo sé. Dame unos minutos— salí a buscar mi caballo, Edward me alcanzó poco tiempo después e iniciamos el camino hacia las tierras más bajas.
.
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EDWARD
Cabalgaba en silencio, sentía el viento en mi rostro pero no prestaba atención a nada más.
Una poción.
Fue así como la olvidé.
Poco a poco los recuerdos tomaban forma en mi mente, se conectaban como un laberinto en el que descubres le camino.
Yo llegué de Renania a buscar el metal de estrella y allí conocí a Bella… nosotros… eso siempre estaba en mis sueños, nosotros nos entregamos.
Y yo le prometí regresar… 6 lunas le dije… pero no volví.
Me esperó en vano.
Me reconoció durante el combate en el que suplanté a Jasper, estaba a mi lado en la boda y nunca dijo o hizo nada en mi contra.
Todo este tiempo ha pensado que yo le mentí.
Debo haberla lastimado demasiado ¿Por eso decidió irse? ¿Qué había en el norte?
Para mí el norte era un lugar maldito lleno de sucios vikingos adoradores de Odín, un lugar al que tenía que ir en busca de… mi madre.
¿Acaso Bella? No, no pude ser, ella debía odiarme.
—Creo que debemos pasar aquí la noche, las nubes tapan la luna es muy peligroso seguir— Jasper me sacó de mis pensamientos.
—Bien— dije apenas.
—No me opondré a que termines el matrimonio— me dijo muy serio.
— ¿Qué?
—Con mi hermana, yo mismo firmaré la disolución de tu boda con ella, ya que se valió de artes oscuras para que tú la amaras. Solo te ruego que no la repudies y mantengas esto en secreto, por ella. Es mi única familia y no quiero que los demás la humillen— pidió.
—No claro que no. Has como quieras— le dije.
—Gracias. Vamos a arreglar esto cuando el país esté en paz y yo… no sé tal vez también haga lo mismo que tu— confesó.
— ¿Y eso?— casi se me escapa una sonrisa.
—Yo también hice trampa. Y tampoco he consumado mi matrimonio. Al parecer los hijos de Burgundia somos dados a las artimañas, no le puedo reprochar nada a mi hermana, soy un mal ejemplo.
— ¿Entonces, anularás tu matrimonio?— pregunte
—Es lo justo... además ella me detesta— ahora sí sonreí.
Ella jamás lo amaría, ella y yo fuimos uno, tal vez todavía me ame. Tal vez.
Y si vuelve… no la dejaré ir jamás.
.
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BELLA
— ¿Donde está él? ¿Se encuentra bien?— preguntó frenética Elizabeth apenas abordamos.
—Está felizmente casado en Islandia— le sonreí.
—Eso no es cierto, él no es feliz— nos interrumpió Alice. –Hola, soy Alice y ella es mi amiga Bella, no es muy diplomática y seguro que ni se ha presentado— la enana sonrió y logró que la madre de Edward esbozara una tenue sonrisa.
— ¿Está casado? Pero es muy joven…— Elizabeth miraba el horizonte como queriendo apurar la marcha.
—No es cierto. Tiene edad suficiente, ahora es el rey de Xantia— le dije sin mirarla.
— ¿Recuperó el reino? ¿Pero cómo?
—Un mago, el mismo que lo ayudó a matar al dragón.
—¡Carlisle! Gracias a dios que él lo encontró ¿Un dragón? Gracias por… un momento dijiste, dijiste que su vida corría peligro— tocó mi brazo y la miré.
—Creemos que Edward está bajo un hechizo, no… estamos seguras. Y que la muerte se aproxima a él. Lo he visto— le dijo Alice.
— ¿Eres adivina?
—Sí. Puedo ver trozos del futuro, en mi visión, él estaba herido y sólo usted podía salvarlo— dijo mi amiga.
— ¿Yo? Tal vez. Pero el futuro es cambiante ¿verdad? Ni los dioses tienen la capacidad de saber todo cuanto pasa en el mundo, eso lo sé muy bien.
—Sí, el futuro puede ser cambiante, como cambió Edward por aquel hechizo— insistió Alice.
— ¿Cuál hechizo? ¿Él está bien, está enfermo?— preguntó su madre preocupada.
—Estaba muy bien la última vez que lo vi— dije ácidamente, recordé la noche anterior a mi partida, cuando me quitó el cinturón.
—Ahora muestras desdén y eres sarcástica, no lo entiendo, en tierra parecías desesperada, pensé que me traerías a rastras, pensé que te importaba Edward— me miró de forma penetrante. Odiaba esos ojos, me hacían recordarlo.
—Y le importa, más de lo que aparenta, pero Bella no quiere demostrarlo, déjeme servirle una taza de té caliente y le explico—Alice se llevó a Elizabeth dentro de la barca. Yo me quedé mirando al frente pronto fui a alcanzarlas, no quería que mi amiga le dijera a nuestra invitada más de lo que debía saber.
—… entonces él llegó, con este rey, el que me mintió. Pero su hijo se hizo pasar por su amigo y ganó el torneo. Entonces Jasper se casó con Bella y Edward con Rosalie, pero todo está mal, yo sé que es así, esa mujer, la pelirroja…
— ¡Victoria!— dijo Elizabeth poniéndose de pie.
—Sí, creo que así se llama, es la nana de Rosalie y Jasper.
— ¡Esa mujer es el demonio! Ella era la amante de mi esposo, yo los encontré un día y mandé a que la echaran del reino. Yo apenas tenía 15 años y sentí su hedor, es una bruja.
—Yo también lo he visto, es mala, sí, es bruja. ¿Cómo explica que Edward se haya olvidado de Bella y se case con otra? A menos que su hijo sea un sinvergüenza— Alice estaba muy decidida, así que preferí no abrir la boca.
—Siento tanto que mi hijo no cumpliera su palabra— Elizabeth me miró con ternura, yo sólo bajé la mirada. Jamás nadie se había compadecido de mí, era un sentimiento extraño. Me sentía débil.
—Pero apenas tuve mi visión, preparamos todo para venir por usted, Edward le había contado a Bella que se la llevaron los vikingos y le pedimos al bardo que nos diera la ubicación donde la tenían presa… por cierto ¿Dónde está ese hombrecillo?— Alice reparó a los lados. Hacía horas que no lo veía y ni lo eché en falta. Salí a buscarlo y lo encontré herido en una tarima. Tenía una flecha incrustada en una pierna.
—Mi señora, no quiero molestar. Sólo necesito algo en que escribir, tal vez sea mi último viaje— revisé su herida, era profunda.
—Hay que limpiarlo, necesito agua, carbón y algunas hierbas— Elizabeth se movió a mi lado.
—No tenemos hierbas y no vamos a acercarnos a las costas, es peligroso— dije en voz alta.
—Este hombre puede morir— me increpó ella.
—Edward es más importante que todo, debo llevarla cuanto antes con él— le dije con vehemencia.
—Veo cuanto te importa. Y confío en que nada malo suceda pero no puedo ver morir a alguien sin ayudar, por favor, debo conseguir esas hierbas— pidió, asentí y ordené a mis hombres un acercamiento corto a la playa.
Dos días después ya estábamos en mar abierto pero Alice había pronosticado tormenta, una que nos retrasaría. Yo misma bajé a tomar los remos con los marinos, las velas no se podían usar debido al viento en contra.
El tiempo era terrible y me desesperaba más a medida que la tormenta tomaba fuerza. Incontables veces bajé a remar pero nadie podía seguir mi ritmo. Ayudé a izar las velas una y otra vez el viento cambiaba pero parecía que no avanzábamos. Elizabeth se mantenía dentro de la barca asustada.
— ¿Tiene miedo de las tormentas?— pregunté mirándola temblar.
—No es la tormenta, yo, tengo miedo de no llegar a tiempo.
—No lo hará, si es preciso la llevaré nadando— sonreí, mi ropa estaba hecha un asco, mi vestido destrozado y no traía zapatos. Ella me miró con perspicacia.
—No pareces una reina— me dijo.
—Lo soy… aunque no me siento como tal.
— ¿Eres hija de alguna deidad?— preguntó.
—No. No tengo padres, no heredé un trono si eso el lo que piensa.
—Todos tienen padres—insistió.
—Yo no—dije muy segura.
—Odín es tu padre— afirmó con desprecio.
—Soy Asgardiana, serví a alguien más antiguo que Odín, ¡no sé de dónde vengo pero no tengo padres!— me sorprendí a mí misma hablando del dios protector al cual ya casi no recordaba, aquel que estuvo antes que Odín, el que me dio el mando de la hueste de valkirias.
—Lo sabía. ¡A pesar de verte como mujer eres una de ellos!— me gritó Elizabeth. Su grito me recordó una noche negra, una noche dónde tuve que decidir mi lealtad, el día en que caí de la gracia del gran dios, cuando le desobedecí. Era ella la que corría con un bebé en brazos, era por Edward que caí en esta tierra. Porque no pude matarlos…
¿Acaso Odín jugaba con nosotros? Miré a mí alrededor y Elizabeth no estaba. Caminé lentamente hacia la proa, todo cuanto había vivido, el castigo, la vida mortal fue obra de Odín. Nos estaba usando como sus marionetas. ¿Qué es lo que quería? ¿Qué buscaba?
Sentí un fuerte golpe que sacudió la barca y casi caigo, oí un grito y lo último que vi fue a Elizabeth perderse por la borda.
Corrí hacia el mástil, tomé una cuerda, la até a mi cintura y me lancé al agua, No sé cuál era el plan de los dioses, ni me importaba, yo sólo tenía algo fijo en mi mente: salvar a Edward.

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