13 febrero 2013

Cap 5 Bellicienta 2


CAPÍTULO 5

EL REGRESO DE PAPÁ


—Ni se te ocurra bajar del automóvil— me advirtió Alice poniendo cara de asesina.

—Pero yo también quiero ver esos adornos de navidad— me quejé pataleando el suelo del auto.

— ¡No! Le prometí a tu abuela que te mantendría en el auto, te amarraré si es preciso— me amenazó. –Además tengo que comprarte tu regalo, no sería sorpresa si miras— me hizo un ademan con la mano y bajó.

Me hundí en el asiento molesta, cómo cada vez que salíamos de compras o a pasear era igual. Apenas podía ver la ciudad, creo que mi abuela exageraba al mantenerme escondida, no creía tener tan mala suerte para a cruzarme con alguien de la mafia en cada esquina de la ciudad.

Tal vez si sólo daba una miradita… Puse mi mano en la manija tratando de no hacer ruido.

—Por favor señorita Bella, tengo hijos y quiero pasar una navidad con pavo en mi mesa— se quejó Jimmy el chofer.

Me sentí peor, así que otra vez me recosté a esperar. No quería ser la causante de ningún despido.

Pero era la veinteava tienda en la que nos deteníamos y yo solo podía mirar desde el auto, imaginando todos esos adornos brillantes.

Estaba tan distraída revisando por tercera vez el interior de mis guantes que casi salto hasta el techo del auto cuando oí que la puerta se abría y alguien entraba veloz.

—Lo siento princesa, discúlpame por no anunciarme— era un Edward jadeante. ¿Por qué parecía temeroso?

— ¿Edward? ¿Qué te ocurre?— pregunté alarmada.

—Nada Bella. Es sólo que vi tu auto y quise pasar a saludarte. Corrí un poco— parecía sincero pero yo lo conocía bien. Algo se estaba guardando.

—Claro… ¿Y el hospital está en frente verdad?— dije en forma inquisitiva, me miró y desvió mi mirada. Ajá, algo pasaba.

—No. Simplemente estaba cerca de aquí acompañando a mi madre en sus compras— otra vez mentía, pestañeaba mucho cuando no decía la verdad. Él no se daba cuenta pero yo lo descubrí desde que éramos niños.

—Entonces déjame saludar a Elizabeth— le dije mirando por la ventana.

—Bueno está cerca de aquí, creo que en una de esas tiendas, son enormes. ¿Y Alice?— dijo mirando hacia afuera.

—Está en esa tienda de juguetes— le señalé.

—Excelente, tengo un encargo para ella— y sin decir más bajó y fue a grandes zancadas hacia el establecimiento. ¿Qué se estaría guardando? ¿Una sorpresa? ¿Un regalo? ¿Alguna mala noticia? Al menos terminó con mi aburrimiento.


Unos momentos después Alice subió con él auto.

—Bella, creo que tengo que comprar muchas cosas más, que tal si tu y Edward van de paseo y me vienen a recoger en unas horas… es más creo que podré tomar un taxi a casa yo sola— me sonrió. Ahora también la enana me ocultaba algo.

Seré ingenua en esta ciudad pero se reconocer una mentira de la gente que quiero.

—Está bien— dije sin mirarlos. De todas formas lo sabría tarde o temprano.

—Jimmy ¿Puedes llevarnos al parque Jackson por favor?— pidió Edward una vez que Alice se fue.

— ¿Por qué tan lejos?— protesté. Eso estaba lejos del centro de la ciudad. Edward no me quería en estas calles peligrosas. ¿Habrá visto a algún mafioso rondando? Sin querer me asomé a la ventana.

—Quiero dar un largo paseo con mi novia— se excusó dándome una de sus sonrisas hipnotizantes. Dejé de prestar atención al mundo exterior.

Conversamos un poco pero lo notaba intranquilo, sus risas forzadas no hacían más que disparar mi imaginación. Si fuese alguna mala noticia se vería apenado o triste. Si planeara darme una sorpresa como regalo de navidad se mostraría más cariñoso. La duda me desesperaba.

— ¿Me puedes decir de una vez qué te pasa?— lo corté cuando trataba de explicarme el uso de las vacunas.

—No me pasa nada princesa ¿Por qué preguntas?— quiso sonreírme y allí estaba nuevamente el pestañeo delatador.

—Si no confías en mi— me encogí de hombros y no quise hablar más.

Bordeamos el lago Michigan, había mucha gente patinando sobre el hielo. Después de una hora de camino bajamos. Todo estaba cubierto de nieve.

—Esta parte del lago es la más hermosa— dijo tomando mi mano.

Caminamos, hicimos muñecos de nieve y nos pasamos el día muy contentos. Traté de olvidar que me ocultaba algo y me limité a disfrutar de su compañía. Desde que Edward trabajaba en el hospital teníamos poco tiempo para compartirlo juntos.

Almorzamos en un bonito restaurante y más tarde comimos golosinas y frituras en los puestos de ventas del borde del lago.

Me di cuenta que el día ya estaba por terminar, hacía más frío, así que iniciamos el camino de regreso. Llegamos cuando casi oscurecía, para mi total desconcierto el auto se detuvo en casa de Edward y no en la mía, como debía ser.

Lo miré otra vez con desconfianza. ¿Por qué no debía ir a mi casa? ¿Algo le habrá pasado a mi abuela?

—Le dije a Jimmy que nos detuviéramos un momento para que saludaras a mamá— me dio la mano para descender, me regaló una sonrisa tan tierna que no pude negarme.

Confiaba en que me contaría al llegar a casa, después de todo, éramos los mejores amigos además se novios. No creo que sea nada malo después de todo.

De pronto escuché pasos fuertes a mis espaldas, vi de reojo que Edward se giró y todo pasó muy rápido. Cuando pude darme cuenta, mi perfecto novio estaba en el piso helado, alguien con un abrigo grueso lo había empujado.

Edward se levantaba del piso pero aquel hombre de abrigo lo tomó de las solapas y le estampó un golpe en el rostro, no pude soportarlo más y empecé a gritar.

— ¡Suéltelo! ¡Maldito cobarde! ¡Animal!— me lancé a su espalda, con una mano lo jalaba del cabello y con la otra trataba de estrangularlo.

Al bote la escuela de modales, no había etiqueta para estos casos. Debí aprender defensa personal en lugar de tomar té en tacitas de porcelana.

—Bells— oí decir.

Era una voz rasposa y familiar, se escuchaba muy cerca. La puerta de la casa de los Masen se abrió y ambos padres de Edward salieron corriendo, Elizabeth ayudaba a Edward a levantarse mientras que el papá de mi novio se interpuso en el camino de aquel hombre que quería seguir lastimando a mi Edward.

—Bella, suéltalo— escuché la voz del señor Masen. Obedecí, me bajé de la espalda de ese sujeto y corrí a los brazos del padre de mi novio.

—Como te atreviste Masen— la voz del atacante me dejó helada, creía que había sido una alucinación cuando escuche mi nombre segundos atrás pero no. Era la voz más conocida en el mundo. Sólo que ahora parecía amenazante. Me giré lentamente.

Allí de pie, con una barba bastante crecida, sucio y con un abrigo grueso y desarrapado estaba mi padre.

— ¿Papá?— murmuré.

—Bells— su mirada fiera se suavizó pero mantuvo su distancia. — ¿Bells por qué?— me dijo dolido. No entendía lo que pasaba.

—Charlie…— dijo Edward avanzando un poco, su blanca camisa estaba manchada de sangre. Tuve deseos de buscar algo para aliviar el dolor que debía estar sintiendo en el labio reventado.

—No te me acerques o voy a matarte— lo amenazó mi padre.

—No le hables así a Edward— le dije llorando.

—Si no lo viera con mis propios ojos no lo creería Bella. Me has defraudado hija— me miraba con tristeza.

—Creo que deberías oír a tu hija Charlie, antes de sacar conclusiones apresuradas o creer una sola parte de la historia— dijo el señor Masen.

—Pasen por favor y hablemos civilizadamente dentro de casa— dijo Elizabeth.

—Quiero a mi hija de vuelta. ¡Ahora!— gritó mi padre enfurecido.

—No se la puede llevar así— dijo Edward, su padre lo detuvo con un brazo y me protegió a mí con el otro.

— ¿Qué te pasa papa?— dije sollozando. No comprendí nada. ¿Dónde había estado tanto tiempo? ¿Y por qué me hablaba de ese modo?

—Charlie cree que te trajimos con engaños y que yo… me he aprovechado de ti— dijo Edward algo avergonzado.

— ¿Qué?— grité limpiándome las lágrimas.

—Tu vienes conmigo ahora jovencita, yo soy tu padre, tienes solo 15 años, eres una niña— alargó una mano para alcanzarme y lo evité.

Un fuerte sonido me asustó, era el auto de mi abuela que se detuvo enfrente de nosotros. Ella bajó ayudada por el chofer que nunca supe en qué momento había salido a buscarla.

— ¿Charlie Swan, porque haces escándalo sin preguntar?— chilló ella.

—Marie Cullen, te robaste a mi nieta ¿Qué quieres que pregunte?— dijo él mirándola.

—Tú te robaste a mi hija, ella al menos era feliz con nosotros, no una esclava. Y no me robé a mi nieta, tengo derecho sobre ella, más cuando la dejaste con esa arpía que la maltrataba. Ahora pasa antes que te grite en la calle todo lo que pienso de tu nueva esposa— para ser pequeña mi abuela era atemorizante.

—Por favor, pasen, estos asuntos no deben resolverse en la calle— dijo Elizabeth quien me tomó de una mano y me hizo entrar.

—No entiendo nada— dije abrazándome a ella.

—Recibimos un telegrama esta mañana de Hannah, al parecer tu padre llegó hace unos días al pueblo y tu madrastra le dio su versión de los hechos. Según Hannah tu padre fue ayer a nuestra casa del pueblo a preguntar por nosotros y amenazó con matar a Edward. Por eso apenas supimos que Charlie estaba de camino a Chicago envié a Edward a buscarte para que no presenciaras esto. Queríamos hablar primero con él— se excusó ella.

—Lo siento princesa— dijo Edward a mi lado.

Tomé aire para enfrentar lo que venía, las malvadas de Jessica y su madre de seguro soltaron todo su veneno en mi pobre padre y lo pusieron en contra de los Masen y de paso también de mi abuela.

—Ahora te voy a contar como encontré a mi nieta a la que por cierto me escondiste todos estos años— dijo mi abuela mirando a papá.

Él me miraba de reojo, yo estaba entre Edward y Elizabeth. El señor Masen de pie a un lado. Protegiéndonos. Yo quería echarme a los brazos de papá y llenarlo de besos pero me asustaba verlo así.

—Recibí una carta del pueblo donde vivían— continuó mi abuela. –Que por cierto me envió este jovencito— señaló a mi novio. —Envié a un asesor antes y averigüé algunas cosas. Que tenías una hija y que tu casa estaba hipotecada. Y una noche de camino a ese pueblito perdimos el camino y pasé por una pequeña cabaña donde Bella estaba encerrada, llorando y llena de cenizas. Era una sirvienta. Sus ropas viejas, sus manos estropeadas. Así es como la encontré ¿Creías que la iba a dejar para que esas dos la siguieran haciendo sufrir?— le increpó.

Papá no dijo nada pero se veía confundido. Su semblante me decía que lo que le dijeron fue todo lo contrario.

—Charlie, tal vez te cueste creernos pero es cierto. Tu esposa no era buena con Bella. La maltrataba, por eso quisimos traerla con nosotros. En el pueblo pudimos llevarla algunos días a nuestra casa pero Amanda nos demandó y la encerró. Hasta que su abuela llegó no pudimos verla— dijo Elizabeth.

—La habríamos secuestrado de haber sido necesario—afirmó el señor Masen.

— ¿Es cierto eso?— Charlie me miraba como si no creyera lo que había oído.

—Es cierto, desde que te fuiste sufrí mucho. No sabía dónde estabas, entonces…— me detuve, no quería acusar a nadie.

—Cuéntale a tu padre lo que tenías que hacer— me animó Edward. —Yo veía cada día como les servías, cocinabas, limpiabas tú sola. Ni siquiera ibas a ir a la escuela…— escuché decir a Edward.

—Bella siempre ha sido muy laboriosa… ¿Qué hay con la escuela?— preguntó mi padre que aún parecía no creerle a nadie.

—Mi madrastra no quería enviarme a la escuela, yo hacía todas las cosas en casa porque no podíamos pagar a alguien que las haga…

—Pero si tenía una cuenta en el banco…suficiente para más de un año…

— ¿Papá dónde has estado?— le solté de pronto. Era lo que más quería saber. Imaginaba que cuando él volviera correría a sus brazos y me diría lo mucho que me extrañó no que llegaría a golpear a Edward.

—Es muy largo de contar Bella. Te lo diré todo cuando lleguemos a casa— me dijo más calmado.

—Yo no regresaré al pueblo— le dije con tristeza.

— ¿Qué?

—No vuelvo allá. Desde que te fuiste solo sufrí, no pienso volver con ellas, no me vas a obligar. ¡No quiero volver con esa mujer!— grité.

—Nadie te obligará pequeña— mi abuela me miraba con seguridad.

—Bella, si no volví antes fue porque me asaltaron en el camino. Me llevaron a California a trabajar en unas minas de oro. Cada día pensaba en ti pequeña. Logré escapar pero no tenía dinero y regresé como pude. Cuando llegué no te encontré, casi me vuelvo loco— dijo furioso.

—Y entonces creíste lo primero que te contaron esas dos víboras ¿verdad?— dijo mi abuela.

—Me dijeron que Edward se había propasado con Jessica y que te llevaba al bosque para… que huiste de casa y te fuiste a vivir con él en casa de sus padres— dijo muy fastidiado mi padre.

— ¿Y tu les creíste? ¿Acaso no sabes cómo soy? Me conoces desde que nací ¿Cómo pudiste creerles?— rompí a llorar, no me dolía tanto las calumnias que me levantaban pero mí el que papá les hubiese creído.

—Yo… sólo quería verte, recuperarte. No me importaba lo que haya pasado. No estaba molesto contigo sino con él— miró con furia a Edward. — ¿Es cierto que pasaron la noche en una cueva en el bosque?— mi padre tenía el seño fruncido.

—Es cierto— dijo Edward. –La encontré desmayada y llovía, no podíamos regresar a casa. Lo más sensato fue que pasáramos la noche allí— mi padre lo miraba con mucha rabia como queriendo golpearlo nuevamente.

— ¡Fue ella!— grite, no dejaría que nadie pensara mal de nosotros y menos por intrigas. –Tu esposa me dejó sola en el bosque. Me dijo que iríamos por leña y nunca regresó por mí. Me perdí, creí oír lobos y me asusté, me golpeé la cabeza y tropecé. Caí en un charco. Edward me rescató. Eso es lo que pasó. Cuando regresé a casa esa señora me golpeó, dijo que era… una sin... vergüenza, arribista…y…— callé no pude seguir hablando, Elizabeth me abrazó y me acurrucó en su pecho.

— ¿Te dijo todo eso?— preguntó mi padre asqueado.

—Y la mandó a dormir al establo— concluyó Edward.

— ¿Dormías con los animales?— papá estaba tan avergonzado.

—Debiste hablar primero Charlie, siempre has sido así de impulsivo, haces lo primero que te viene a la cabeza. Bueno ya la encontraste, todo lo que te dijeron es mentira. La verdad es que Bella está muy bien viviendo conmigo, tiene una gran casa, está cerca de los Masen, está estudiando y pronto la enviaré a la universidad— concluyó mi abuela.

—Pero… es mi hija. No puedo irme sin ella— suspiró mi padre.

—Creo que Bella y Charlie deben hablar un momento a solas— Elizabeth me acarició la cabeza y tomó de un brazo a Edward quien tenía un labio hinchado. Me miró con cariño y salió seguido de su padre. Mi abuela se puso de pie.

—Creo que necesito un té— caminó detrás de los Masen.

Sin pensarlo dos veces me puse de pie y corrí a abrazar a mi padre que me recibió con un fuerte abrazo. No me importó lo sucio que estaba, tenerlo otra vez conmigo era lo que pedía cada noche.

—Pequeña— dijo tomándome entre sus brazos –Te eché tanto de menos. Dime que vendrás conmigo— eso me hizo tensarme.

—Papá. No quiero irme, soy feliz aquí. Por favor, no me pidas que regrese, por favor— lo abracé más aún, rogándole que no me llevara. La ciudad empezaba a agradarme, Edward vivía aquí y mi abuela me adoraba.

—Bella. Perdóname por dudar de ti, por dejarte. Si hubiese sabido que te maltrataban. Pero esto no se quedará así, voy a pedirle cuentas a esa…

— ¿Te hicieron daño? ¿Te lastimaron? Allá en California— sólo pensar que estuvo meses sufriendo más que yo me apenaba.

—No mucho. Había días que no comía pero me las ingeniaba. Voy a presentar cargos contra esa gente, secuestran a las personas y las tratan como esclavos. Lo importante es que ahora te tengo. Si deseas vivir aquí comprendo, es una gran ciudad y hay escuelas. Es lo mejor para ti. Iré al pueblo unos días a arreglar algunos asuntos y volveré. Estaré donde tú estés mi pequeña— me daba besos en la cabeza.

—Pues en mi casa eres bien recibido, hay mucho lugar— mi abuela entró sonriendo.

—No quiero vivir arrimado— mi padre todavía estaba esquivo con ella.

—Dije que hay espacio no que te voy a mantener. Si lo que quieres es pagar por el lugar, no me opongo. Podrías hacerlo con tu trabajo, siempre necesito ayuda, somos solo tres chicas en esa gran casa, nos vendría bien un poco de protección— papá se relajó un poco.

—Gracias— dijo secamente.

—Ahora que todo está claro, pasemos a la mesa, la cena está servida, debes tener hambre Charlie— Elizabeth tenía el don de suavizar a la gente, sus modales sencillos y amables me hacían admirarla mucho.

La cena fue rápida, hablamos poco. Sólo el señor Masen aconsejaba a Charlie cómo presentar su demanda contra las mineras clandestinas de California. Luego nos marchamos a casa.

—Me alegra que hayas aparecido, Bella siempre te recordaba, ahora será completamente feliz— mi abuela Marie y papá eran más amistosos.

—Mañana iré al pueblo, volveré en unos días—le dijo papá

—Está bien, procura llegar antes de noche buena. Alice, y yo cuidaremos bien de Bella. Además su novio viene a verla a diario— sentí a mi lado que papá se crispaba.

— ¿Novio?— no sabía dónde mirar, mis mejillas se encendieron. ¿Por qué abuelita tenía que arruinar el momento? No es tu tuviera vergüenza de Edward pero sabía que a papá no le caería bien la noticia.

—Edward y yo somos novios papá— apenas pude sostener su dura mirada.

—Entonces…

—Es un joven muy educado, me agrada. Me ayudó a encontrar a mi nieta, sé que casi le cuesta la vida escribirme porque lo atropelló un coche. Rescató a Bella del bosque cuando tu mujer la dejó allí para que se perdiera. Trabaja ahora de voluntario en el hospital y pronto lo admitirán en la escuela de medicina. Y lo más importante, hace sonreír mi niña. Sí, me agrada mucho ese joven— con semejante alabanza a Edward mi padre no tuvo nada más que decir.

Papá se marchó a la mañana siguiente, todavía no digería bien eso del noviazgo. La abuela le había dado los papeles de nuestra casita del pueblo que mi madrastra había dejado empeñada en un banco.

Yo estaba más que feliz, había recuperado a mi padre, la navidad estaba muy cerca. Todo parecía ser perfecto.

Terminamos de arreglar la casa, sólo faltaban un par de días para la noche buena, papá escribió un telegrama diciendo que llegaría pasado mañana.

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