03 febrero 2013

Cap 3 Jardinero


CAPÍTULO 3

TAMBIÉN ES UN HÉROE

Hoy tenía mucho calor, así que me dieron ganas de un buen chapuzón, aprovechando que papá había viajado con su personal de seguridad envié a Ángela a decir al guardia de la puerta que nadie debía pasar. También le dije que ni ella, ni la cocinera o la señora de la limpieza me buscaran.
Quería hacer un topless pues odiaba que al tostarme me quedaran las marcas del bikini.
El sol no estaba tan fuerte así que no me llegaría a quemar y con suerte tal vez mi pálida piel tome un poquito de color.
Alisté todo, bronceador incluido y me llevé un vaso enorme de extracto de zanahorias y naranja, que según Alice, mi mejor amiga, podría ayudarme a ponerme de un tono dorado.
Me tendí en la perezosa y durante casi una hora traté de concentrarme en la música pero no podía, aún no me decidía que iba a estudiar.
Tantas cosas pasaban por mi mente. Quería ser escritora, pero a lo mejor no era muy buena. Apenas había escrito algunas novelitas tontas, me parecían que no tenían mucho futuro.
Papá había sugerido que estudie administración para que le ayude en su empresa pero yo no podía visualizarme de traje y en una oficina días tras día, atrapada como una esclava.
Quise estudiar turismo de aventura hace un par de años pero solo ver a mi amiga Lauren me hizo desistir. Su madre tenía una empresa de turismo, viajaba mucho pero nunca se divertía y siempre venía disgustada porque debía atender a los clientes de su madre y nunca podía disfrutar de los lugares a los que iba.
Tal vez podría estudiar diseño de modas como Alice. Pero no me gustaría pasar mi vida entre telas y modelos esqueléticas.
Era tan difícil crecer.
Creo que era momento de una zambullida, nada mejor que un poco de agua para aclarar las ideas.
Me puse la toalla en la espalda y me tapé con ella.
Llegué al borde de la piscina y sin pensarlo, ya que el agua todavía no calentaba, pues hacia una hora que encendí el temperado, me lancé de cabeza dejando mi toalla atrás.
Me encantaba oír sonidos dentro del agua, parecía todo tan lejano, me hacían recordar a mamá. Ella me enseñó a nadar y a bucear. Me gustaba pensar que estaba conmigo, siempre competíamos por ver quién aguantaba más la respiración dentro de la piscina, ella me dejaba ganar y me decía que era su pequeña sirenita.
Traté de bucear lo más pegada al piso, y en lugar de impulsarme con los brazos usaba todo mi cuerpo como un pez o una verdadera sirena.
De pronto alguien me tomó de la cintura y me asusté mucho, empecé a patalear para soltarme, no sabía quién era y yo estaba casi desnuda. Era un brazo fuerte, si era un ladrón estaba perdida. No me podía soltar de su agarre y en el forcejeo deje escapar el poco aliento que me quedaba, tragué unos sorbos de agua.
Apenas salimos a la superficie respiré desesperada para volver a pelear con mi captor.
— ¿Te encuentras bien… Bella?— escuche la voz suave del jardinero.
Ay no, como me había olvidado de él ¿me habría visto en topless cuando estaba bronceándome? Qué vergüenza.
— ¿Bella? Respóndeme— casi gritó, sacándome del agua, sentí el frio.
—Estoy bien— grité, vi que su rostro se teñía de rojo y no me tardé ni una milésima de segundo darme cuenta porque. Yo estaba sin brasiere. Llevé mis manos de inmediato a mis pechos que acababan de ser profanados nada menos que por mi jardinero.
Bueno no me los había tocado intencionalmente pero sí que los había mirado.
Pronto me trajo la toalla y me cubrió.
—Lo siento… ¿Qué pretendías? ¿Ahogarte?— preguntó.
—Estaba buceando Edward…— dije mirando hacia otro lado avergonzada y con ganas de lanzarle algo.
—Creí que te habías caído. Es que escuché el sonido del agua cuando entraste, miré para acá y no vi a nadie y… pasó más de un minuto… cuando te vi en el fondo me asusté— se excusó.
—Me gusta bucear— le dije más calmada.
— ¿Sin ropa?—
—Se suponía que no había nadie por aquí… me olvidé de avisarte— lo miré, aún estaba avergonzado, la camiseta blanca que tenía se le pegaba al pecho, se veía endiabladamente guapo todo mojado.
—Discúlpame… lo siento— dijo aun sonrojado.
—No hay problema… ve a cambiarte— le sonreí.
—Si… tienes razón— me quedé al borde de la piscina mirando como una tonta al jardinero que se perdía entre los árboles.

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