13 febrero 2013

Cap 3 Bellicienta 2


CAPÍTULO 3

ACADEMIA DE PROTOCOLO

Me sentía muy triste por Alice, ella apenas atendía las clases de modales que nos daba mi abuela, mientras encontraba un buen tutor.

—Bella, cariño, tengo algo que conversar contigo— dijo mi abuelita unos días después, apenas la oí porque estaba en la ventana atenta a ver el auto de Edward aparecer. Venía todas las tardes antes del crepúsculo. –Que ansiosa estas, hasta me recuerdas a mi cuando tu abuelo me cortejaba— sonrió sentándose a mi lado.

—Edward está feliz ayudando a aquel médico inglés, creo que deberíamos hacerle una visita abuela— le dije para recordarle que ese doctor también era Cullen.

—Si querida hay que invitarlo a tomar el té, no olvides decírselo a tu novio. Pero tengo otras noticias, hoy me encontré con algunas conocidas de la familia Masen— giré mi cabeza en el acto al oír el apellido de Edward. –Tienen hijas mas o menos de tu edad y no tienen institutriz o tutor, van a una academia para señoritas. Todas ya pasaron o están como tu cerca de sus 16 y necesitan esas instrucciones para entrar en sociedad. Creo que Alice y tú podrían ir allí hasta que puedas ingresar a una escuela formal o a la universidad- comentó. ME agradó la idea. “Una academia de señoritas” ¿Qué enseñarían?

—¿Es importante esa academia para ir a la universidad abuela?— pregunté.

—No. Pero tal vez te sirva para tu fiesta de 16. Cuando les dije a las señoras que te enviaría universidad se sorprendieron. Pero el tiempo ha cambiado, una señorita no solamente debe educarse para ser una buena madre— me dijo sonriendo.

—Gracias abuela. Yo aún no encuentro mi camino, no sé que podría colmar mis expectativas. Es tan difícil. Para Edward, Emmett y Alice todo parece mas fácil, saben que hacer o al menos tienen idea— me sentí triste.

—Eso es algo que llega de pronto, te apoyaré en lo que decidas, aunque quieras ser bailarina— soltó una pequeña carcajada y yo también, mis pies eran muy torpes para eso. –Cuando era niña soñaba con ser una bailarina de ballet famosa pero no tuve la suficiente voluntad ni siquiera para inscribirme en una escuela de danzas. Quiero que tú tengas esa oportunidad— me sonrió.

—¿De bailar?— pregunté asustada, ella rió más fuerte.

—No pequeña, de elegir que hacer con tu vida, no te acompañaré por siempre y lo que mas sueño no es dejarte mis bienes o el dinero de las acciones o las rentas. Quiero irme sabiendo que eres feliz, es todo lo que pido.

—Gracias— le dije con cariño.

—Todavía no me dices que opinas de la academia para señoritas. Las primas de Edward están allí, creo que Alice y tu podrían asistir.

—¿Alice y yo? Suena bien, aunque las primas de Edward son realmente muy… difíciles— dije recordando como me trataron unos meses atrás.

—No creo que vayan las mismas clases, ellas tienen varios años allí, seguramente saben como comportarse y todas esas rimbombantes etiquetas de sociedad. Ojalá la etiqueta pudiera hacer mas por el carácter pero es un buen lugar para hacer nuevas amigas ¿qué opinas, podrás convencer a la pequeña duendecilla? La veo tan triste que me parte el alma— dijo con pesar, yo también estaba preocupada por mi prima.

—Está bien, la convenceré para que me acompañe, creo que podríamos asistir— parecía buena idea, salvo por Victoria y Tanya el lugar sonaba interesante. Aprender más cosas me atraía, era muy poco lo que sabía de este lugar y del mundo en general.

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— ¿Vas a ir a la academia francesa de protocolo?— preguntó Edward sorprendido.

—Es temporal, hasta que me admitan en la universidad o encuentre algo más… interesante que estudiar— le dije, al parecer no le hacía gracia la dichosa escuela de protocolo.

—Lo siento, está bien… creo. He visto a muchas de mis primas y amistades allí, por años y no creo que les haya servido. Claro para los modales y esas cosas pero todas son muy pretenciosas. Creo que salen mas soberbias que cuando entraron— dijo confundido, ya me empezaba a cuestionar si era buena idea.

—Lo dejaré si veo que no es bueno para mí. Mi abuela no ha podido encontrar un tutor y me ha propuesto esta alternativa y me agrada, así no estaré todo el día en casa y Alice podrá salir y distraerse— miré al techo para no seguir tratando de descifrar la mirada decepcionada de mi novio.

—Está bien princesa, te apoyo, es sólo que jamás pensé verte ir a esa escuela. ¿Me permitirás ir por ti cuando salgas?— me sonrió.

—Claro, eso me encantaría— le devolví la sonrisa. –Edward no quería preguntarte pero ¿qué sabes de Jasper?— ya no podía contenerme más a pesar que Alice me dijo que no quería saber nada de él.

—No sé mucho sólo que la está pasando mal. Su padre es muy exigente con él por ser el único varón en toda su familia. Está asistiendo con Emmett a la escuela de leyes, Em dice que está muy triste pero que casi no habla— yo me había imaginado algo así, cuando estábamos en el pueblo podía ver lo mucho que él quería a Alice.

—Alice tampoco lo está pasando bien, sobre todo porque el otro día le presentaron a su novia… María—le dije.

—Eso es algo de su padre… lo mismo quisieron hacer conmigo pero me opuse. Jasper va a tener que decidir un día y no creo que sea fácil, su padre es mucho más exigente que el mío— se revolvió en su asiento recordando algo. Yo también me acordaba cuando quisieron comprometerlo con Rosalie pero Edward no había cedido.

—¿Cómo te va en el hospital?— le pregunté para cambiar de tema.

—Es… magnífico. Hay tanto que hacer. Me fascina. Siento que verdaderamente soy de utilidad, aunque hago cosas básicas me siento— sus ojos empezaron a brillar de una forma que yo conocía, estaba feliz.

—¿Y Carlisle cómo es?

—Es tan inteligente y rápido en cuanto a sus diagnósticos que me sorprende. Trabajar a su lado es un honor, no veo la hora de entrar en la escuela de medicina y poder sere más útil.

—Me alegra tanto verte feliz— le sonreí.

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—¿Ir a clases de etiquetas y modales? Ja, buen chiste— dijo secamente Alice cuando te comenté las ideas de mi abuela.

—Por favor Alice, no me dejes entrar sola allí, las primas de Edward también van ese lugar ¿recuerdas que te hable de ellas?— le dije para convencerla.

—¿Y qué soy yo, tu niñera?— me dijo cortante. Me dolió un poco pero lo atribuí a su decepción. –Lo siento Bella, ya he ido a ese tipo de lugares, cuando papá enfermó la bruj… mi madrastra me envió a una escuela de Charm, era la cosa mas falsa que puede haber. Todas están rogando que te caigas mientras caminas o bailas. Las niñas que asisten allí tiene el corazón podrido— me dijo muy tajante.

—Solo será un tiempo hasta que decida a que universidad entraré y que haré con mi vida. Tú aprendiste esas cosas, yo no sé comportarme en sociedad. Me daría mucha vergüenza acompañar a Edward a alguna reunión y no saber que hacer, además mi fiesta de 16 es en menos de un año— esa era mi última carta, la dichosa fiesta que Alice estaba preparando.

—Iré sólo por ti, pero al primer desprecio que me haga una de esas alzadas, me largo y antes le rompo su aristocrática carita— dijo mi pequeña amiga amenazante.

—Gracias— grité y la abracé. –Te veo más tranquila, pareces mejor— le dije tratando que me contara algo que parecía esconder.

—Jasper Hale me envió una nota, pidiéndome permiso para visitarme. Le devolví el encargo diciéndole que no deseaba verlo y me evitara su presencia. Por lo que a mí respecta hemos terminado— dijo muy segura.

—¿En serio? ¿No deberías darle una oportunidad para que se disculpara o que te de alguna explicación?— pregunté.

—No. Por mí puede casarse con esa niña rica. Yo voy a ser una diseñadora famosa, la escuela de modas abrirá después de fiestas estoy reuniendo todos mis diseños para presentarme a una audición. Verás como salgo adelante Bella y no habrá nadie que me vuelva a humillar por no ser huérfana, menos el señor Hale— dijo con mucha dureza en su voz, parecía que había superado la etapa de tristeza, ahora empezaba la etapa de rebeldía. Al menos ya no lloraba.

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Nos vestimos temprano para nuestro primer día de clases. Alice bajó después que yo con una cara de pocos amigos.

—Este traje es horrible, parezco monja de claustro— dijo mirando el uniforme.

—Te ves bien— le sonreí.

—Es la misma talla que el tuyo, al menos a ti te queda a media pierna. Mira, mi falda toca mis tobillos… tendrás que esperarme a que le suba la basta— salió corriendo mientras me dirigí al comedor.


Cuando llegamos a la academia quedé asombrada, era un lugar grande y muy solemne, las rejas de hierro abrían el paso hacia un edificio victoriano. No era como las cosntrucciones del centro de la ciudad. Las alumnas vestían el mismo uniforme que nosotras, azul oscuro largo y una blusa celeste. Tenían una capa también de color azul que tocaba el suelo. Todas caminaban con elegancia y con la cabeza mirando al cielo, yo no podría hacer eso, me caería. Respiré hondo antes de bajar. Alice no paraba de aguantar sus carcajadas.

—Ya deja de temblar, estas sólo son niñas consentidas que no saben mover un dedo. Nosotras sabemos trabajar duro y tenemos muchas otras cualidades, ni se te ocurra pensar que son mejores que tú— me dijo advirtiéndome.

Una mujer entrada en años vino a recibirnos, tenía la mirada seria y sin expresión parecía un buitre viejo de esos que se comen los animales muertos del bosque.

—Señora Cullen, bienvenida. La directora la espera. Las señoritas Cullen por aquí por favor— dijo mirándonos de pies a cabeza.

—Ellas son Isabella Swan mi nieta y Alice Brandon, mi sobrina de New York— les dijo muy solemne. Parecía que abuelita sabía como portarse en todos los lugares.

—Si claro— dijo apenas la mujer. Alice tomó mi mano para seguirla, caminaba rápido.
Nos llevó a un gran salón dónde estaban otras tres profesoras.

—Bienvenidas, señoritas… Swan y Brandon— nos recibió una de ellas.

—Necesitamos evaluarlas en todas las disciplinas a fin de saber donde debemos reforzar su comportamiento— Nos indicaron sentarnos en unas carpetas y nos pusieron una prueba sencilla. 
Luego nos llevaron a una amplia mesa donde había mas de 10 cubiertos al lado de 4 platos y 3 copas. No tenía idea que hacer. Después me pidieron caminar de uno a otro lado del salón. Veía con susto como Alice hacía todo mal pero a propósito. Al final nos llevaron a una sala de espera todavía el corazón me latía con fuerza.

—¿Erraste todo a propósito? –le pregunté a Alice.

—Quería estar en la misma clase que tu. Bella, casi te caes tres veces y las cucharillas pequeñas y largas son para mantequilla, no para postre— me dijo riendo. De pronto un de las profesoras se acercó a nosotras

—Irán a la misma clase, el aula básica. Síganme por favor— nos dijo con cara estirada. Nos llevó a un aula dónde por mas de dos horas una profesora nos habló de la importancia de la etiqueta en la vida de la mujer. Acabé tan cansada como si hubiese hecho ejercicio, soportar tal discurso fue heroico.

—Vamos a caminar, creo que es hora del refrigerio, me muero de hambre, esa profesora es capaz de aburrir a un santo— bromeó mi prima. Creo que esta academia la divertía más que a mí. Caminamos hacia la cafetería.

—¿Isabella?— escuché mi nombre en un grupo de muchachas, una pelirroja me miraba, la reconocí al instante. Victoria. A su lado una rubia alta y delgada, Tanya.

—Hola— dije sonriéndoles tímidamente.

—¿Ella es la novia de Edward?— dijo a su lado una morena algo mas baja de estatura, su largo cabello negro le llegaba a la cintura.

—Eso dicen, a mí no me la han presentado oficialmente— dijo Tanya mirándonos.

—Hola soy María Houston mucho gusto… conozco a Edward— dijo la morena tendiéndome la mano. La saludé aunque en mi otra mano Alice hundía sus uñas, no entendía que pasaba.

—Hola— dije algo confundida. –Soy Bella Swan, ella es mi prima Alice— le dije tratando de que la pequeña avanzara y las saludara.

—Ya nos conocemos— dijo María sonriéndole. –Bella, me gustaría que fueras a mi casa el viernes por la noche, hay un coctel. Tengo entendido que estudiaste un tiempo con mi novio Jasper en el pueblo dónde vivías— y entonces comprendí porque Alice se comportaba de esa manera, así que ella era la novia de Jasper.

—Nos conocimos muy poco realmente— le dije para excusarme.

—No importa, quiero saber todo de él, su padre me cuenta como es, pero él habla muy poco— dijo sonrojándose.

—Ya te dije que para que se le suelte la lengua tienes que darle algo de alcohol—Victoria soltó una pequeña carcajada.

—Te podemos facilitar un poco— agregó Tanya con picardía.

—El licor está prohibido en Chicago— dijo Alice hablando por primera vez.

—Sabías hablar, pensé que eras muda— la miró Victoria con desdén. –Esa ley está a punto de derogarse, es un completo estorbo, nadie la cumple. Creo que tu novio necesita algo más que licor para soltarse— le dijo de vuelta a María.

—Su madre dice que es muy retraído, apenas he logrado escuchar su voz ayer cuando estuve a punto de caer de un caballo, claro que lo hice a propósito, me tomó en sus brazos, es fuerte— dijo María muy entusiasmada mientras que las otras chicas incluyendo a las primas de Edward reían como locas.

—Es muy apuesto, tienes suerte María— dijo una chica casi albina.

—Si, yo lo escogí, lo vi la navidad pasada en casa del coronel Whitlock, el hermano de su madre. Pero siempre tiene ese semblante triste— María suspiró.

—Es porque no te decides a alegrarlo— Victoria le lanzó una mirada lasciva, me giré, no quería seguir oyendo ese tipo de cosas. Alice estaba lívida escuchando con mucho interés. Traté de hacerle señas para irnos pero no me prestaba atención.

—Pero nadie está tan bueno como Edward Masen— dijo Tanya y algunas soltaron risitas cómplices. La sangre empezó a hervirme, como se atrevía a hablar así de mi novio.

—Lástima que no siga los pasos de su padre, mi abuelo dice que va a bajar mucho en sociedad— dijo otra chica regordeta y rubia. Tenía ganas de darle una trompada en su cara llena de granos.

—Edward es feliz con lo que hace— le corregí.

—Sí, mi primo siempre ha encontrado placer en las cosas… simples—Tanya me miró de arriba abajo.

—Vámonos Bella, ya me cansé de chismorreo— dijo Alice abriéndose camino entre ellas que la miraban asombradas, apenas me despedí y la seguí.

—Son una manada de niñas mimadas, como se atreven a hablar de mi Jazz como si fuera un pedazo de carne en un escaparate. Le voy a partir la cara a esa tonta y hueca…—mascullaba mientras caminaba furiosa.

—Alice, espera— le gritaba mientras trataba de alcanzarla.

—Quiero irme, no… mejor nos quedamos a escuchar sus planes, le están tendiendo una trampa. “Damisela en peligro” el truco mas viejo de todos— mi prima gesticulaba y pateaba el suelo, nunca la había visto así. —Le voy a dar guerra, no voy a permitir que todo le salga tan fácil— dijo al final calmándose.

—Hola… estoy aquí. ¿Ya podemos regresar a clases?— le dije abrazándola.

—Te voy a enseñar un par de cosas Bella, me odiaré el resto de mi vida por hacer esto pero entraremos en el juego— no entendí muy bien eso pero rogaba porque Alice y Jasper pudieran ser felices.

Las clases fueron agotadoras, Edward no vino esa tarde, me envió un mensaje contándome que en el hospital había una emergencia por un tiroteo y Carlisle se quedaría de corrido. Mi novio no quería dejar solo a su mentor.

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Al día siguiente tuvimos clases de vestuario y protocolo durante las visitas. En el descanso Alice salió decidida. En cuanto nos encontramos con ellas mi prima se presentó.

—Hola, soy Alice Brandon, ayer estaba algo indispuesta, lo siento— dijo mirando a María y a Victoria.

—¿Brandon? De los Brandon de New York— dijo Victoria sonriéndole.

—Si, viví en Manhattan hasta hace unos meses— dijo Alice muy suelta de huesos.

—¿Manhattan?— chilló María. –Adoro ese lugar, los edificios son más altos que aquí, y el árbol de navidad del Centro Rockefeller es de ensueño. ¿En que lugar vivías?— le preguntó.

—En la calle 59 con la 6ta avenida— dijo mi prima sin dudar.

—¿Frente al parque central?— chilló María.

—Si, teníamos una vista espléndida del estanque— dijo Alice.

—Eso es maravilloso, debes contarnos, será más divertido que las historias de María en México— dijo la chica gordita.

—Son aventuras en las tierras de mamá— protestó la morena.

—No dejan de ser cuentos María. Pero dime porque viniste a Chicago— preguntó Tanya a mi prima..

—Mi padre murió. Bella es mi única pariente— dijo ella abrazándome.

—Pues que bueno conocerte, necesitamos una asesora de modas, alguien que haya visto los últimos modelos de temporada— pidió Victoria. 

Pasé media hora oyendo hablar a mi prima mientras las otras la oían absortas sobre los nuevos modelos de ropa, de zapatos, de vestidos y peinados. Al terminar, María me insistió en que fuesemos a la reunión que organizaban sus padres.

—Iremos a ese coctel, quiero conocer la guarida del enemigo— dijo Alice sonriendo.

—No— casi grité. –Alice, si lo estás haciendo para desquitarte…

—No es eso Bella, sólo quiero saber si lo están obligando… ¿qué harías tu en mi lugar?— me preguntó. No supe que decirle, yo sabía que Edward me amaba y si lo alejaban de mí también lucharía.

—Está bien. Sólo compórtate— la amenacé. 

—Seré un ángel— dijo ella sonriendo.

—Oye ¿En serio vivías en Manhatan?— pregunté.

—No. Vivíamos en Conectitut ya te lo dije, cuando papá murió me enviaron a un sanatorio en Brooklyn pero compartí habitación con una señora que vivía en Manhatan— sonrió muy alegre de su confesión.

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—¿Irás a la casa de los Houston?— me preguntó Edward al llegar por la tarde a visitarme.

—Si, una compañera de la escuela me invitó— dije haciéndome la inocente. 

—Y ya sabes que ella… es la novia que le han impuesto a Jasper verdad— me dijo. 

—Si. Pero eso no impedirá que podamos ser amigas— le dije ocultando mi rostro. 

—Isabella Swan, me estas mintiendo descaradamente. Esa escuela te está haciendo daño. Dime la vedad— exigió molesto. 

—No puedo Edward— le dije haciendo puchero. 

—Estas cambiando Bella. Lo veo, te oigo y no te reconozco. Dime que no es Alice la que organizó todo— me miraba muy interesado en saber la verdad. 

—Edward confía en mí. Quizás parece otra cosa pero no hay mala intención… solo es… 

—Entiendo perfectamente a Alice. Y compadezco a Jasper. No te inmiscuyas, Alice sabe como manejar esto porque es fuerte pero tu Bella, no conoces los ardides ni las intrigas. No te dejes llevar— me dijo abrazándome. Lo abracé con fuerza. 

—No lo haré. Sólo que prometí ir— me derrumbé en sus brazos, sentía que estaba haciendo algo malo, fingir amistad estaba mal. 

—Entonces tendré que asistir también a ese cóctel— dijo él decidido. 

—¿Iras?— le pregunté feliz. 

—Sólo por ti. Odio las reuniones de sociedad— me dijo acomodando un mechón de mis cabellos detrás de mi oreja.

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